La victoria de la luz sobre las tinieblas continúa celebrándose en la isla después del solsticio de invierno. Tras la Navidad, tiempo del sol invicto, de dioses y de ángeles, es el turno de los demonios y sus fuegos, de las cálidas y brillantes llamas de los númenes de la tierra. Llegan las festividades de San Honorato y San Antonio, y con ellas los foguerons que prenden los diablos encargados de ello (o quienes les sustituyen ad hoc) en las plazas de muchos pueblos de Mallorca. Son hogueras generosas que aportan calor en la noche fría y brasas imprescindibles para cocinar las ricas viandas que cada cual ha dispuesto en alguna de las múltiples parrillas plantadas en la vía pública.
El gesto de prender las fogatas nos recuerda a Prometeo, titán amigo de los hombres que les entrega el fuego que roba a los dioses. Y es que aquí en la isla, los demonios son amigos del personal. Se sabe dónde viven y tienen vestidos inconfundibles que se reconocen a la legua; pero no se crea que se los toma a la ligera. Zurran al que pillan desprevenido, y si uno no se resguarda adecuadamente de sus bestias de fuego, artefactos incendiarios y pirotecnia, puede acabar en el dispensario médico con quemaduras.
Ángeles caídos por su amor a las mujeres y a los hombres según cuenta el mito, dibujan campos de estrellas sobre la geografía de la isla. Un planisferio de luces llameantes en la noche análogo a la bóveda celeste, hacia la cual se elevan chispas ardientes como precursoras del ascenso de nuestro pensamiento por regiones remotas donde todo es más auténtico.
Imágenes
1. Brasas ardientes de los foguerons.
2. Un dimoni durante los foguerons de Pina.
1. Brasas ardientes de los foguerons.
2. Un dimoni durante los foguerons de Pina.
Colección Aleteo de Mercurio 9.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.