miércoles, 22 de mayo de 2024

10. Atravesar las aguas

La reina de la noche es la regente del signo zodiacal de Cáncer, aquél en el que se abre la llamada “Puerta de los Hombres” del solsticio de verano, pasaje que supone la entrada de todos los seres en la Manifestación Universal, de la que sólo podrán salir por la “Puerta de los Dioses” en el signo de Capricornio. El iniciado traspasa aquella primera puerta para comenzar su viaje interno de realización espiritual. La Luna es su puerto de salida, y a partir de aquí se propone la travesía de las aguas, asociadas al mundo intermediario del Alma, cuyo primer tramo es el del Alma inferior, relacionada con la individualidad y por tanto con el psiquismo más denso, o sea, con los estados cambiantes de ánimo, la imaginación, las fantasías, los deseos, las sensaciones, etc.

Embarcados en esta ruta por los mares de la conciencia, se reconoce al traspasar esas primeras agitadas y turbulentas aguas que la Luna es el paredro del Sol, el auténtico artífice de la luz que ella refleja, astro rey a partir del cual se emprende un recorrido vertical que atraviesa los estados superiores del ser, el mundo de las ideas puras no sujetas a las formas. Más allá se arriba a la realidad de la Ontología, del Ser en sí mismo, cuyos dos atributos arquetípicos fundamentales, la Inteligencia y la Sabiduría, se representan de nuevo simbólicamente con la Luna y el Sol respectivamente.


Ya sólo queda soltar la última amarra, dejar todos los vehículos que han ayudado a la travesía, incluso al Sol, a la Luna y a Mercurio, quien con su caduceo ha avivado constantemente el furor divino, y abismarse –pasando por la puerta estrecha de los dioses– en el ámbito de lo Infinito.

Imágen:
1. El Sol y Luna en los tres mundos. Manuscrito Splendor Solis, s. XV. British Library, Londres.

Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.



domingo, 5 de mayo de 2024

9. La Luna como triple diosa: Artemisa (Diana), Selene y Hécate

Pero si la división cuaternaria del ciclo de la Luna y de la mujer se vincula fundamentalmente con la rueda de la existencia y sus continuas mutaciones, la idea del ternario, tan importante desde el punto de vista tradicional, también está presente en la simbólica lunar:

Esta paradoja de la vida y de la muerte está comprendida en la Luna como triple diosa, un motivo mítico que aparece bajo muchos aspectos, sobre todo donde encontramos una trinidad femenina, como en las Parcas, o las tres brujas. En el mundo de la antigua Grecia, los poetas vieron a la virgen cazadora Artemisa (Diana para los romanos) como la “diosa con tres formas”, siendo sus otros dos aspectos Selene, la Luna del cielo, y Hécate, una misteriosa diosa del inframundo (1).


O sea, que hay una Luna de la tierra (Artemisa), una Luna del cielo (Selene) y una Luna del inframundo (Hécate), dando idea de que todo está en todo, y de que en esta esfera planetaria se expresan simbólicamente los tres mundos jerárquicos que conforman el orden cósmico, a saber, la realidad espiritual (cielo), la intermediaria o del alma (tierra), y la corporal o material (infierno), siendo además que en cada una de ellas, de nuevo aparece la tríada.

A continuación los cantos del poeta Orfeo a estas tres facetas de la Luna, vivas en el interior de la mujer, al igual que en el varón:

Escúchame, soberana, celebérrima hija de Zeus, titánide, báquica, afamada arquera, venerable. Visible para todos, diosa portadora de antorcha, cazadora de red, que presencias los partos, socorriendo en ellos, pero sin someterte a su ley; que asistes a las mujeres en el parto, que disfrutas con los delirios báquicos, cazadora, disipadora de preocupaciones. Ágil corredora, flechadora, apasionada por la caza, noctámbula; protectora, acogedora, liberadora, masculiniforme, ortia, apresuradora del parto, deidad nutricia de los jóvenes mortales. Inmortal, subterránea, destructora de fieras, afortunada, que ocupas los bosques de los montes y disparas a los ciervos, venerable, augusta señora, bello retoño, perenne. Habitante del bosque, protectora de perros, cidoniata, multiforme. Ve, pues, salvadora diosa, afectuosa, agradable para todos tus iniciados, aportando bellos frutos de la tierra, una paz grata y una salud de hermosa cabellera, y envía, por favor, a las cimas de los montes las enfermedades y pesares (2).


Escucha, regia diosa, generadora de luz, divina Selene, Luna de cuernos de toro, que, noctámbula por las rutas del aire, a lo largo de la noche, sostienes una antorcha; doncella, hermosa estrella, Luna, creciente y menguante, hembra y macho; de sólido resplandor, que gustas de los caballos, madre del tiempo, portadora de frutos, ambarina, de fuerte carácter, relumbrante en medio de la noche, omnividente en vigilia, pujante entre bellos astros. Complaciente con la paz y la felicidad de la noche, brillante, otorgadora de alegría, culminadora, gala de la noche, reina de los astros, vestida de largo peplo, de sinuosa carrera, sapientísima doncella: ven, pues, bienaventurada, benévola, bello astro, refulgente por tu luz, y salva, doncella, a tus jóvenes suplicantes (3).


Invoco a Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral, y que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salvajes, sin ceñidor en su cintura, y con una figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la doncella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón siempre alegre (4).

La Luna rige, además, muchas actividades agrarias, como el tiempo de las siembras y las recolecciones, las podas, los injertos, los abonos, etc., al igual que influye sobre la crecida y mengua de las aguas, los fluidos, las plantas, las crías de animales, y también señala los períodos propicios para la pesca y la caza y los prohibidos.

(Continuará)

Notas:
1. Geoffrey Cornelius-Paul Devereux, El lenguaje secreto de las estrellas y los planetas. Ed. Debate, Círculo de Lectores.
2. Himnos Órficos, “A Ártemis”. Ed. Gredos, Madrid, 1987.
3. Himnos Órficos, “A la Luna”, ibid.
4. Himnos Órficos, “A Hécate”, ibid.

Imágenes:
1. A. R. Mengs, Diana como personificación de la noche. Palacio de la Moncloa, Madrid.
2. Busto de Selene. Berlin Pergamon Museum.
3. Hécate triforme. Museo de Antalaya, Turquía.

Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.