viernes, 20 de agosto de 2021

Mitos del cielo de verano

4. Ofiuco y la Serpiente

Ofiuco (o Serpentario), situado entre Hércules y Escorpio, sostiene en sus manos una gran serpiente que atraviesa toda la constelación. La Antigüedad grecorromana lo relacionó con Asclepios (Esculapio), hijo de Apolo y de Coronis. Cuenta el mito que Coronis se dejó seducir por el mortal Isquis cuando ya estaba encinta de Asclepios y que el dios hiperbóreo la mató para castigar su infidelidad. En el momento en que el cuerpo de Coronis iba a ser incinerado, Apolo (o Hermes según otros relatos) extrajo al niño nonato del vientre de su madre.
Apolo confió a su hijo al centauro Quirón y éste lo instruyó en el arte de la medicina. Asclepios puso su ciencia al servicio de los mortales, realizando muchas curaciones y resucitando a muertos con la sangre de Medusa que Atenea le había entregado (procedente del lado derecho de la górgona, la cual tenía el poder de dar la vida, mientras que la sangre del lado izquierdo era un veneno virulento). El poder de Asclepios se convirtió en un grave perjuicio para el reino de Hades y éste protestó ante Zeus. El dios olímpico, para evitar que el orden del mundo se alterase, decidió aniquilar a Asclepios con uno de sus rayos, y Apolo vengó este acto matando a flechazos a los Cíclopes, gigantes forjadores de los rayos de Zeus, un acto por el cual éste condenó a Apolo a servir a Admeto, rey de Tesalia, durante un año.
Otra tradición relaciona el destino de Asclepios con el del mortal Hipólito, hijo de Teseo y de la reina de las Amazonas. Hipólito veneraba a la diosa virgen Artemisa y desdeñaba a Afrodita. La diosa del amor resolvió vengar la afrenta haciendo que Fedra, madrastra de Hipólito, se enamorase locamente de él, pasión que la lleva a suicidarse al ver su amor despreciado. Hipólito es acusado falsamente de haber intentado violar a Fedra y de ser el responsable de su muerte. Teseo da crédito a la acusación y pide a Poseidón que inflija un castigo divino a su hijo. El dios hace que un monstruo temible surja de las profundidades del mar y espante a los caballos del carro de Hipólito mientras éste viajaba por la costa de Trecén. Hipólito cae del carro y los animales, presos del pánico, lo arrastran en su carrera desenfrenada causando su muerte. Artemisa se apiada del infortunio de Hipólito y pide a Asclepios que resucite al joven, lo que consigue valiéndose de sus artes médicas. El designio funesto del dios del mar y de la tierra había sido contravenido y Zeus, enojado por tal subversión del orden de la existencia, fulmina a Asclepios. Elevado al cielo tras su muerte, le fue concedida la inmortalidad y el rango de dios.


Imagen:
Ofiuco y la Serpiente. Zacharias Bornmann, Astra. Bratislava, 1596.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.



jueves, 5 de agosto de 2021

Mitos del cielo de verano

3. Hércules

Se trata de una constelación muy extensa si bien sus estrellas son poco brillantes. En la Antigüedad también se la llamaba “El Arrodillado” por su forma. En la iconografía hermética se la figura como Hércules-Heracles blandiendo una maza, con la piel del león de Nemea enrollada en un brazo y apoyando un pie sobre la cabeza del Dragón.


Heracles es hijo de Zeus y de la mortal Alcmena, hija a su vez de Perseo. Al nacer, Hera envía dos serpientes para matar a Heracles pero éste, dotado de una fuerza prodigiosa, las estrangula. De joven es instruido en las artes de conducir carros, manejar el arco y tocar la lira. Habiendo liberado Tebas, su ciudad natal, del tirano Ergino, el rey Creonte le entrega en agradecimiento a su hija Mégara, con la cual se une y tiene hijos. Pero Heracles es enloquecido por Hera y mata a sus hijos en un rapto de locura. Cuando el héroe recupera la cordura, abandona la ciudad por consejo de la Pitia y emprende los trabajos que habrán de permitirle expiar su crimen.

Leemos en la Introducción a la Ciencia Sagrada de Federico González y colaboradores:

Esta figura, prototipo del héroe triunfante, es decir del hombre que a través de una serie de esfuerzos y aventuras logra “divinizarse”, o mejor, retornar a sus orígenes divinos (ya que es hijo de Zeus-Júpiter), es tal vez la más importante y ejemplificadora de la antigüedad greco-latina. Su simbólica incluye no sólo los doce famosos trabajos y pruebas que debe realizar a exigencias de Hera-Juno, la contra-parte femenina de Zeus-Júpiter (este último símbolo del espíritu fecundador), sino igualmente una serie de fabulosas victorias que corren parejas con sus nutridas flaquezas. Esta oposición entre las energías masculinas, celestes y espirituales, y las femeninas, terrestres y materiales, prefiguradas por la pareja olímpica Zeus-Hera (Júpiter-Juno para los romanos), marcará la vida de Heracles-Hércules, nacido humano, y el que por medio de los combates purificadores de toda su existencia es recibido en el Olimpo como el hijo preferido de su Padre celestial en razón del continuado sacrificio mediante el cual no sólo ha vencido a innumerables enemigos externos, sino que ha podido salir victorioso de los combates internos contra sus indefinidas tendencias hacia la densidad, reflejo de sus innumerables egos, antes de acceder al conocimiento y la paz, emblemas de la inmortalidad del alma y la vida eterna que finalmente logra por su espíritu combativo, sublimizado por la búsqueda constante del Espíritu y la Verdad, a través de un recorrido jalonado de errores, rectificaciones y logros.
Narrar los trabajos, hazañas y aventuras de este héroe llevaría por lo menos un volumen. Nos limitaremos a dar a los lectores algunos de los elementos de la rica simbólica de este personaje mítico, recordando que todos sus infortunios y caídas son provocados por Hera, imagen de sus impulsos destructores y descendentes, puesto que esta divinidad le maldijo por el hecho de ser hijo de su esposo Zeus (el espíritu ascendente), el que le fue infiel al procrear a Heracles fuera de su olímpico matrimonio, razón por la que el héroe humano debe ser objeto de su venganza y su nefasta influencia. Es importante recordar que el nombre Heracles significa “la gloria de Hera”. Señalaremos que todos estos “trabajos” o combates tienen el discurso de un poema continuado y se refieren a la purificación del espíritu gracias a la victoria sobre los oscuros impulsos “materiales”, es decir entre la oposición y la complementación de lo más sutil y lo más denso.
En sus primeras acciones Heracles domina al jabalí de Erimanto, vence al toro de Creta y ahoga al león de Nemea. Todos estos animales simbolizan a las fuerzas vivas de las pasiones, a las que el héroe debe imponerse sin negarlas, ya que debe enfrentarlas como obstáculos en su camino. Igualmente sojuzga a la reina de las amazonas, o sea a su parte pasiva y oscura, uno de sus egos inestables. También mata a la hidra de Lerna, imagen de esos egos serpentinos a los que es casi imposible cortar la cabeza, labor que se le facilita por haber anteriormente limpiado de estiércol las caballerizas de Augías. Luego se impondrá sobre el gigante Geriones y sobre Anteo y Diomedes, símbolos de la bestialidad y lo antiespiritual, y puede así cazar a los emisarios celestes, los pájaros del lago de Estinfalo, lo que le permitirá obtener viva a la cierva de los pies de bronce, imagen de la ligereza, levedad y rapidez. Finalmente llega al jardín de las Hespérides, donde obtiene el fruto áureo de sus esfuerzos, lo que le facilita dominar al perro-monstruo de tres cabezas, Cerbero, guardián del Tártaro (como el dragón en otras tradiciones), último de sus obstáculos en el camino de la reintegración al Sí Mismo.

Heracles regresa a su patria purificado de su delito de sangre y se casa con Deyanira, hija del rey Eneo. Cuenta el mito que el centauro Neso quiso violarla y que Heracles lo atravesó con una flecha. Neso, antes de morir, entrega a Deyanira una túnica envenenada con su sangre haciéndole creer que con ella podrá reavivar el amor de su esposo si éste algún día se debi- lita. Transcurrido el tiempo, Heracles se enamora de la hija del rey Éurito y se apodera de ella. Deyanira le ofrece entonces la túnica; Heracles se la pone y al instante es atacado por el violento veneno que la impregna. Devorado por atroces dolores, el héroe ordena levantar una pira en el monte Etna y se lanza sobre ella. Zeus lo saca de las llamas y lo conduce al Olimpo, donde le concede la inmortalidad.


Imágenes:
1. Hércules. Ludovico de Angulo, De figura seu imagine mundi tam astronomice quam historiographice. Lyon, 1456.
2. Hércules. Arato, Fenómenos. Manuscrito Aratea, Universidad de Leiden, c. 816.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.