lunes, 18 de marzo de 2024

6. En el seno de la Mater Genitrix

Al igual que la semilla, que cae dentro de la tierra y se pudre para germinar como nueva planta, el alma simbolizada por la joven doncella se sumerge en las profundidades de sí misma y transita por los corredores de la oscuridad, donde deberá disolverse y retornar a un estado de indiferenciación. Y es justamente en el seno de la Mater Genitrix, análoga a la matriz de la mujer o del cosmos, donde es iniciada en los misterios de la sexualidad, de la cosmogénesis. Este no es un proceso suave, sino brusco y violento, y no exento de temor, como bien lo simboliza el rapto. Perséfone se aterroriza ante lo desconocido. Se sabe también que en los ritos dionisíacos, las jóvenes contemplaban el falo primordial escondido tras un velo, tal como está reflejado en uno de los frescos de la sala de los Misterios de una villa de Pompeya.


El culto al falo, al eje axial emisor de las semillas que penetrarán en el receptáculo vacío fecundándolo, está extendido por todos los rincones del Mediterráneo. Príapo es la deidad que lo simboliza; de hecho, a éste se lo invocaba en los ritos de fecundidad y se lo ubicaba en huertos y jardines para atraer su poder. Formaba también parte del cortejo de Dioniso y se lo representaba con el miembro viril erecto y de dimensiones desproporcionadas. Hipólito de Roma, en su obra Refutatio, habla también de un Hermes de origen egipcio en estos términos:


Los griegos recibieron este misterio de los egipcios y lo custodian hasta el día de hoy. Lo veneran como el intérprete y artífice de lo que era, es y será, y se levanta representado bajo esta forma, esto es, con el miembro viril mostrando el impulso de las cosas inferiores hacia las superiores. En el templo de Samotracia se levantan dos estatuas de hombres desnudos, con ambas manos extendidas hacia el cielo y erecto el miembro viril al igual que la estatua de Hermes en Cilene. Dichas imágenes representan al hombre primigenio y espiritualmente regenerado, en todo consubstancial a aquel hombre (1).

Y ya se sabe que Hermes es el promotor de la iniciación, el que acompaña en la muerte iniciática y en el renacimiento del nuevo ser, del “neófito” o nueva planta, que es justamente lo que significa la etimología de esta palabra. En lo más recóndito y oculto del interior de la tierra, el alma cumple sus esponsales, se libra a la fecundación del espíritu. El fuego que Hades o Plutón simboliza es el fuego del espíritu en sus dominios más inferiores, entendido como el fuego del amor, de la pasión, que tiene la fuerza necesaria e imprescindible para impulsar al ánima hacia su morada, en un viaje que a partir de ahora será ascendente, buscando siempre la luz y su origen increado. Hermes se encuentra siempre en las encrucijadas de este viaje para guiar todo el proceso.

(Continuará)

Nota:
1. Hipólito de Roma, Refutatio V, 8.10.

Imágenes:
1. Una joven está a punto de ver el falo desvelado. Fresco en la Villa de los Misterios, Pompeya.
2. Ofrendas a Príapo.

Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.



martes, 5 de marzo de 2024

5. El segundo nacimiento

¿Cómo opera el ciclo? ¿Cómo lo transmite el mito? ¿Cómo se vive en el alma? ¿Cómo no quedar aprisionado en la reiteración que engarza un período tras otro? A través de la Iniciación. Nacer al estado humano es el primer nacimiento. Desde este momento, se puede vivir una existencia lineal, anecdótica y cronológica atrapado en los estrechos márgenes de lo simplemente humano, siempre sometido a cambios y vicisitudes sin que en realidad nada cambie y todo termine al agotarse esa corporalidad, o bien se puede despertar a otras posibilidades latentes en el interior del ser humano.

Este es el segundo nacimiento. No hay cultura que no conserve sus ritos iniciáticos, incluso en la actualidad, aunque hoy se hallen despreciados y se intente confundirlos con pseudoiniciaciones y desviaciones de todo tipo. Los cultos mistéricos de Isis y Osiris en el antiguo Egipto, los de Mitra y Cibeles en el Próximo Oriente, los de Eleusis y Dioniso en Grecia, así como los de los Cabiros en Samotracia, etc., por referirnos sólo a algunos de los más cercanos, han abierto las puertas al segundo nacimiento a miles de seres humanos atraídos por el conocimiento de su identidad y de la del cosmos.

En el rito iniciático y su posterior efectivización, el iniciado revive en el alma los mitos arquetípicos protagonizados por los dioses y las diosas. Ellos ejemplifican su propio proceso regenerador y liberador. Y aquí en Occidente, los de la diosa Deméter, su hija Perséfone y su esposo Hades, así como los de Dioniso y otras entidades, fueron, y son, los relatos míticos en torno a los cuales se articuló la transmisión de la enseñanza tradicional, que al operar sobre el alma de los hombres y mujeres que libremente los acogían, experimentaban una auténtica transmutación interior.


Todo el proceso empieza imprescindiblemente por una muerte. Sin muerte no hay renacimiento. Se trata de dejarlo todo, todo lo que uno creía ser, aquello en lo que acreditaba, las convicciones, creencias, fantasías, ilusiones; la inmensa amplitud de la ignorancia. Vaciar la copa. Devolver el alma a su estado virginal.

Eso es precisamente lo que simboliza Perséfone (o Core o Proserpina), la que danza alegre por los prados en compañía de las Ninfas y las Gracias recogiendo flores, sin ningún prejuicio, ni preocupación, ni apego. La virginidad, no como una cuestión física o teñida de moralinas sino como un estado del alma. Pero de pronto irrumpe Hades, el rey del inframundo que la rapta y conduce con su carro hacia sus dominios, convirtiéndola en su esposa.

(continuará)


Imágenes:
1. Las alas del alma entre la rueda de la vida y la muerte. Memento mori, mosaico procedente de Pompeya. Museo Nazionale, Nápoles.
2. Alessandro Alloi, El rapto de Perséfone. Museo Jean Paul Guetty, California.

Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.