Al igual que la semilla, que cae dentro de la tierra y se pudre para germinar como nueva planta, el alma simbolizada por la joven doncella se sumerge en las profundidades de sí misma y transita por los corredores de la oscuridad, donde deberá disolverse y retornar a un estado de indiferenciación. Y es justamente en el seno de la Mater Genitrix, análoga a la matriz de la mujer o del cosmos, donde es iniciada en los misterios de la sexualidad, de la cosmogénesis. Este no es un proceso suave, sino brusco y violento, y no exento de temor, como bien lo simboliza el rapto. Perséfone se aterroriza ante lo desconocido. Se sabe también que en los ritos dionisíacos, las jóvenes contemplaban el falo primordial escondido tras un velo, tal como está reflejado en uno de los frescos de la sala de los Misterios de una villa de Pompeya.
El culto al falo, al eje axial emisor de las semillas que penetrarán en el receptáculo vacío fecundándolo, está extendido por todos los rincones del Mediterráneo. Príapo es la deidad que lo simboliza; de hecho, a éste se lo invocaba en los ritos de fecundidad y se lo ubicaba en huertos y jardines para atraer su poder. Formaba también parte del cortejo de Dioniso y se lo representaba con el miembro viril erecto y de dimensiones desproporcionadas. Hipólito de Roma, en su obra Refutatio, habla también de un Hermes de origen egipcio en estos términos:
Los griegos recibieron este misterio de los egipcios y lo custodian hasta el día de hoy. Lo veneran como el intérprete y artífice de lo que era, es y será, y se levanta representado bajo esta forma, esto es, con el miembro viril mostrando el impulso de las cosas inferiores hacia las superiores. En el templo de Samotracia se levantan dos estatuas de hombres desnudos, con ambas manos extendidas hacia el cielo y erecto el miembro viril al igual que la estatua de Hermes en Cilene. Dichas imágenes representan al hombre primigenio y espiritualmente regenerado, en todo consubstancial a aquel hombre (1).
Y ya se sabe que Hermes es el promotor de la iniciación, el que acompaña en la muerte iniciática y en el renacimiento del nuevo ser, del “neófito” o nueva planta, que es justamente lo que significa la etimología de esta palabra. En lo más recóndito y oculto del interior de la tierra, el alma cumple sus esponsales, se libra a la fecundación del espíritu. El fuego que Hades o Plutón simboliza es el fuego del espíritu en sus dominios más inferiores, entendido como el fuego del amor, de la pasión, que tiene la fuerza necesaria e imprescindible para impulsar al ánima hacia su morada, en un viaje que a partir de ahora será ascendente, buscando siempre la luz y su origen increado. Hermes se encuentra siempre en las encrucijadas de este viaje para guiar todo el proceso.
(Continuará)
Nota:
1. Hipólito de Roma, Refutatio V, 8.10.
1. Hipólito de Roma, Refutatio V, 8.10.
Imágenes:
1. Una joven está a punto de ver el falo desvelado. Fresco en la Villa de los Misterios, Pompeya.
2. Ofrendas a Príapo.
1. Una joven está a punto de ver el falo desvelado. Fresco en la Villa de los Misterios, Pompeya.
2. Ofrendas a Príapo.
Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.
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