sábado, 19 de febrero de 2022

5. El teatro en el Renacimiento

La Magia en la época Isabelina

En el Renacimiento existen grupos herméticos y organizaciones en las que pervive el influjo espiritual, la teúrgia universal, la transmisión de la doctrina que efectiviza la realización interior-intelectual, pero por la propia naturaleza de sus cometidos espirituales suelen mantenerse al abrigo de las miradas profanas y con frecuencia no dejan pruebas escritas de su existencia, o sea, que permanecen al “margen” de la historia. (...) Entidades donde las enseñanzas de Thot-Hermes se iban actualizando y vehiculando de una manera fresca, viva, y no exenta de paradojas. Otra cosa es la degeneración a la que se vieron sometidas algunas de ellas posteriormente, o bien la imitación burda y grosera que sufrieron por parte de ciertos seres ubicados totalmente en un punto de vista exotérico (1).


Con lo que llevamos visto, hace cuatro siglos poco más o menos, el teatro se considera en ciertos círculos un vehículo de Conocimiento y un soporte ritual que promueve auténticas revoluciones internas, el despertar espiritual, el recuerdo de la existencia de otros estados “donde se producen las teofanías y se revelan entidades angélicas y divinas” (2). Las fuerzas uránicas se concretan en un juego mágico que recrea la Unidad, reflejada en la égida imperial de la que emana el orden y el buen gobierno. En la Inglaterra Isabelina, se tiene noticia de espectaculares puestas en escena que teatralizan historias ejemplares con entidades legendarias y divinidades, que se presentan como los antepasados míticos de la realeza, lo que la legitima como garante en el alumbramiento de la nueva Albión, que habrá de renacer de entre sus cenizas cual ave Fénix.


La propia soberanía contribuye a difundir y engrandecer la famosa Historia de los Reyes de Britania (3), que narra el viaje de Bruto —descendiente del Eneas troyano— a la mítica isla, dando comienzo al linaje de reyes que culmina con el rey Arturo y se perpetúa hasta el presente, en que la decadencia y el caos se cierne sobre Occidente debido a enconados enfrentamientos ideológicos, que revelan una acentuada rigidez en las propias estructuras culturales. A todo esto, un nutrido grupo de artistas afines a la Corona se sumarán a dicho engrandecimiento; desde poemas como el que Edmund Spenser le dedica a Isabel I, La Reina de las Hadas, donde se refiere a tan extraordinaria ascendencia, hasta libretos teatrales como Cimbelino o El Rey Lear, nombres de reyes predecesores de la saga artúrica que entronca con la actual reina virgen. También el mago John Dee hará su aportación a la causa, encabezando este movimiento amplificador reformista con epicentro en la corte isabelina, que no por ello dejará de ser un nido de intrigas en el que se gestan engaños por doquier que juegan en contra y que ciertos personajes tratan de contrarrestar, como es el caso de Dee, en contacto directo con las principales corrientes gnósticas de las que bebe, a la par que ofrece a sus allegados esa misma posibilidad, que incluye el libre acceso al Conocimiento depositado en su extraordinaria biblioteca, generándose un círculo de personalidades en torno a un único fin, el más elevado y profundo al que se pueda aspirar. Estamos hablando de escritores, actores, músicos, pintores, etc., etc., poetas como Edmund Spenser y Philip Sidney; o Íñigo Jones, célebre arquitecto, escenógrafo y figurinista con inspiradas aportaciones en estos campos, además de popularizar las Mascaradas como género teatral que se representa en la corte. No olvidemos al gran William Shakespeare, cuya obra —a la que no le faltarán detractores— será elogiada desde el principio por sus extraordinarias cualidades.

Notas:
1. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala II. “Enrique Cornelio Agrippa”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Federico González y col. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. “Nota”. Ed. Symbolos, Barcelona, 2003.
3. Escrita en el siglo XII por Geoffrey de Monmouth.

Imágenes:
1. José del Castillo. Minerva encargando a Mercurio la protección de las Artes, detalle, 1762.
2. Giovanni Burnacini. Diseño escenográfico. Apolo venciendo a Pitón.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la Memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



domingo, 6 de febrero de 2022

4. El Teatro en la Edad Media

Los Misterios Medioevales

El teatro, en efecto, no está forzosamente limitado a representar el mundo humano, es decir un único estado de manifestación; puede también representar al mismo tiempo los mundos superiores e inferiores. En los “misterios” del medioevo, la escena estaba, por esta razón, dividida en varios pisos que correspondían a los diferentes mundos, generalmente repartidos según la división ternaria: cielo, tierra, infierno; y la acción, que tenía lugar simultáneamente en estas diferentes divisiones, representaba la simultaneidad esencial de los estados del ser (1).


Obviamente cuando se escenifican los llamados “misterios” la mentalidad es otra, empezando porque se admite la existencia de distintos niveles de realidad simultáneos, mientras que nuestro modo de pensar se limita generalmente a una literalidad intrascendente y materialista, relativa a cuestiones sentimentales, ideológicas, pasionales, etc., como corresponde a un mundo solidificado en el que se desconocen otras lecturas de los hechos y las cosas en general. Por eso no es raro que a este tipo de representaciones teatrales se las considere piezas de museo, reliquias del pasado relacionadas con cultos y creencias religiosas ya superadas hace tiempo por las nuevas vanguardias artísticas, aunque también al contrario puede despertar entusiasmo entre las filas del oficialismo cultureta, con sus gurús manejados por fuerzas desconocidas mucho más poderosas, generando tendencias que van y vienen como las olas del mar. Todo lo cual supone una inversión en la manera de pensar relativamente reciente, de hace apenas tres siglos desde la aparición del racionalismo —aunque comienza su materialización con el final del Medioevo, signado por la desaparición de órdenes iniciáticas como lo fuera el Temple—, que cristaliza en una dualidad irreconciliable e implica el agotamiento de una civilización, cumplidas sus edades correspondientes análogas a las del ser humano, que como se sabe son cuatro: infancia, juventud, madurez y ancianidad. Las mismas que tiene el día: medianoche, amanecer, mediodía y atardecer; o el año: invierno, primavera, verano y otoño. Ciclos dentro de ciclos que se van consumando, a la par que se produce un opacamiento en todos los órdenes de la vida, asociado al olvido gradual de la presencia de lo sobrenatural.

Ante una mirada ciega, indiferente, el mundo se envuelve en una creciente opacidad. “En épocas anteriores, cuando el mundo no había llegado a ser tan ‘sólido’ como lo es hoy en día, y cuando la modalidad corporal y las modalidades sutiles del dominio individual no estaban tan radicalmente separadas”, el hombre “percibía muchas cosas” en un mundo que “era verdaderamente diferente cualitativamente porque una serie de posibilidades de otro orden se reflejaban en el ámbito corporal y lo ‘transfiguraban’ en cierto modo (...). Cuando ciertas ‘leyendas’ hablan por ejemplo de que hubo un tiempo en el que las piedras preciosas eran tan comunes como lo son ahora los vulgares guijarros, ello no debe entenderse sólo en un sentido puramente simbólico” (2).

Se ha de decir, que pese a encontrarnos en la última etapa de nuestra civilización, ésta no es sino el último tramo de otro ciclo mayor denominado Kali Yuga o Edad de Hierro, el que a su vez pertenece a otro ciclo aún mayor que corresponde a esta humanidad sujeta a su propia disolución, como lo estamos ya viendo desde hace rato en la aceleración con la que se suceden los acontecimientos, tendentes a la multiplicidad y el caos.


Notas:
1. René Guénon. Apreciaciones sobre la Iniciación: https://symbolos.com/083teatro. htm#6
2. John Deyme de Villedieu. El descenso cíclico: https://ciclologia.com/eldescenso ciclico4.htm

Imágenes:
1. Bernardo Buontalenti. Decorado para La Pellegrina Commedia. Intermedio IV, 1589.
2, 3, 4 y 5. Pietro da Cortona. Las cuatro edades de la humanidad, 1637-1641. Palacio Pitti, Florencia.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la Memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.