A Shaddai y otros nombres del Innombrable
Son tantos los nombres con que se te canta, deidad Innombrable, que comenzaremos por deletrear las cuatro letras del Tetragramaton, iod, he, vau, he, de las que emanan los cuatro planos simultáneos de tu Ser. Sin ser judíos, o tal vez siéndolo, reconocemos el alcance de estas grafías tan acordes con la sagrada Tetraktys, símbolo de la hermandad entre las distintas ramas de la Tradición a la que pertenecemos, la Hermética, la emanada del Verbo que se ha encarnado haciéndose hombre, Ieoshuah; en nuestra lengua, Jesús.
Señor, Mi Señor, Adonai, con esta invocación que no indica posesión sino una profunda filiación contigo, se abre la puerta (delet) a mi auténtico Yo (Ani). Y ahora, ¿qué rumbo tomar, qué dirección en este universo invisible concebido en el pensamiento de Yah?
El, Elohim, Eloha, triple cantinela creacional que ubica los cuatro arcángeles en las esquinas del mundo, Gabriel, Rafael, Miguel y Uriel. ¿Quién como tú? Si tú eres mi fuerza, mi medicina y mi luz. Y así me balanceo entre los dos interrogantes –Mi (¿Quién?) y Mah (¿Qué?)– que son las fronteras de la caja-cubo cósmica, donde tu espíritu ruaj va trazando senderos invisibles con las letras-llamas dando vida a nefesh y neshamah.
¡Haim, eres la fuente de la vida en toda su extensión! Inspiro tu aliento que introduce en mis adentros el nombre de las 10 sefiroth y un Árbol invisible se va iluminando en mi conciencia. ¡Soy el que Soy!, pero no lo veo inscrito en la zarza ardiendo, sino en el centro del corazón, albergue de la más alta intuición. ¡La Unidad (Ejad) que lo abarca todo y es una con Ahavah, el Amor! Hasta que con la exhalación todo se va descomponiendo y desaparece el Árbol que soy, y me sumerjo en un caos amorfo, que vuelve a ordenarse cuando tu divina inmanencia, la Shekinah, se abre al rayo fecundo de Metatron.
Ángel de la Faz, preséntame a tu par, al misterioso Shaddai, el Todopoderoso, oculto al igual que tú en la cifra 314. Tú que todo lo puedes, Tú que todo lo incluyes, Tú que eres umbral y catapulta hacia El Elion, el Dios Altísimo de Melkitsedeq, descorre el velo que esconde tu rostro. En la intimidad de un espacio sin coordenadas, de un tiempo sin minutos ni segundos, he aquí que descubro que yo soy tú, sin más, sin testigo ni aval. Con temor ante tamaña grandeza y por no caer en la soberbia –siempre al acecho, pues el ego se crece con un pestañeo–, vuelvo a concentrarme en lo más pequeño, en la letra seminal, en la iod con la que concluye tu nombre, Shaddai y se inicia el Tetragramaton.
Más no diré, pues es imposible hablar de la simultaneidad que abraza el siendo de todos los ángeles, por eso concluyo este himno y alabanza repitiendo tu Nombre, Hashem, y recordando la paradoja que, “Tu nombre es silencio, no el silencio audible de la belleza, ni siquiera la música perfecta de las esferas. Tu nombre es No” (1), Lo, Nada, Ain, En Sof, Sin Fin.
Nota:
1. Federico González. En el vientre de la ballena. Textos alquímicos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2024.
1. Federico González. En el vientre de la ballena. Textos alquímicos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2024.
Imagen:
1. Nombre divino: Shaddai.
1. Nombre divino: Shaddai.
Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.