sábado, 20 de julio de 2024

El Teatro en el Renacimiento. 4. El Teatro de la Memoria

Ahora situémonos en los albores de un nuevo amanecer, un nuevo acto en la Historia que se representa en la caja cósmica, donde juegan multitud de personajes en distintos decorados, y de entre los que algunos brillarán con especial intensidad, reflejando la Luz recibida fuera de los focos habituales. Este es el caso de Marsilio Ficino, quien bajo los auspicios de la Corte de los Médici fundará la nueva Academia platónica.

Marsilio Ficino reconocía la presencia de distintos niveles en el hombre y en el universo, lo que configuraba la existencia de mundos visibles e invisibles que actuaban de modo coordinado, sempiterno y constante entre dos polos: cielo y tierra. Y dado que estos planos se encontraban estrechamente unidos conformando un solo y único organismo vivo, se podría, en ese caso, actuar sobre ellos, es decir sobre energías sutiles y angélicas para que fecundaran así a los espíritus más gruesos, reconociendo de este modo la imponente armonía del conjunto e integrándose a ella mediante el reconocimiento de la unidad del Ser, del que el hombre, como microcosmos, estaba hecho a imagen y semejanza (1).


Como se puede ver, estamos ante un auténtico teúrgo que a su paso por el escenario del gran teatro del mundo, hizo emerger con vigor renovado la corriente sapiencial subterránea, tendiendo “lazos invisibles con los sabios de distintas cortes europeas, todas relacionadas con su pensamiento y regidas por autores herméticos, introducidos en ellas como maestros, profesores o ayos, en los distintos reinos, ducados o repúblicas, explicando sus ideas, que fueron, por otra parte, las que generaron el Renacimiento que a poco tomaría otros rumbos no tan sapienciales desde la época de Erasmo de Rotterdam” (2). O sea, un actor raptado por Amor, que se ve irremediablemente envuelto en la creación de una tupida red de relaciones y vínculos de orden sutil, que ha de materializar en una nueva concepción del mundo y una vuelta a los orígenes. Es decir, en la realización de la Utopía.

Una organización casi imposible de alcanzar por las limitaciones humanas, aunque real en otros espacios o mundos relacionados con las ideas. En el Renacimiento se forjó esta imagen que tiene antecedentes clásicos en Platón, quien incluso trató de llevarla a cabo, como Cicerón, entre otros (3).

(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Marsilio Ficino”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.
3. Entrada: “Utopía”, ibid.

Imágen:
1. Anónimo. Gruta alquímica.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



viernes, 5 de julio de 2024

El Teatro en el Renacimiento. 3. El Teatro de la Memoria

El poder mágico-teúrgico –y por lo tanto talismánico– de estos mandalas, promueve auténticas revoluciones internas en el iniciado, quien reitera sin desfallecer en su estudio atento y concentrado, tal cual una meditación, redoblando con paciencia en la labor de reunir lo disperso, es decir, restablecer las ligaduras que vinculan todos los planos entre sí. En este sentido, las obras de los Sabios, Magos, Alquimistas, Cabalistas y en general hombres y mujeres de Conocimiento, son métodos efectivos de realización espiritual que tienen como soporte el Arte de la Memoria.

Una disciplina de origen clásico y carácter esotérico practicada para entrenar en la Anamnesis. Similar objetivo persiguen los ejercicios mnemotécnicos de todo tipo que se realizan con la materia casi virtual de la memoria, elemento tan básico y misterioso en el hombre, que por medio de ella el pasado se hace presente. En el Renacimiento este arte de tipo clásico volvió a brillar generando una profusa y extraordinaria iconografía (1).


Arte “consistente en ‘memorizar’ por una serie de imágenes y asociaciones, distintos conceptos de modo indefinido para procurar estados diferentes de la conciencia. Generalmente, –lo que no suele ser excepción– se lo utilizaba de modo literal, para recordar cuestiones particulares u organizar un discurso, tal como los distintos métodos mnemotécnicos actuales: la memoria mecánica, la recitación, el canto, el teatro profano, etc.” (2).

Métodos que buscan resultados concretos y manifiestan intereses individuales, a la inversa de los ejemplos anteriormente considerados y los que veremos a continuación, que acrisolan el pensamiento en una época tan extraordinaria como la que estamos recordando –con sus luces y sombras–, de la que nuestra actual civilización es un reflejo deformado, o sea, un esperpento. Concepción literaria acuñada por Valle-Inclán, en boca de uno de los personajes más conocidos de su extenso repertorio teatral: Max Estrella, protagonista de Luces de Bohemia, “cuya cabeza rizada y ciega, de un gran carácter clásico-arcaico, recuerda los Hermes” (3). Hay quien ha visto en la obra una cierta relación con el descenso al antro de Lucifer narrado por Dante, que experimenta el antihéroe Máximo, realizando un viaje circular acompañado por un guía, de nombre Latino, en modo semejante a cómo Virgilio en La Divina Comedia, asiste al héroe en el recorrido por los círculos infernales, para culminar venturosamente la gesta.


(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Memoria”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Entrada: “Arte”, ibid.
3. Valle Inclán. Luces de Bohemia. Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1996.

Imágenes:
1. Estructura de La Divina Comedia, s. XIV.
2. Anónimo. Grabado Flammarion, 1888.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



miércoles, 19 de junio de 2024

El Teatro en el Renacimiento. 2. El Teatro de la Memoria

Lo sobrenatural toma forma en el escenario, corazón del teatro, la caja escénica símbolo de la caja cósmica en la que cobra realidad la ilusión de la existencia que se desvanecerá como un sueño al finalizar la función. Un espacio otro en el que materializa la “memoria del mundo y del hombre, que se revela como una reminiscencia de la totalidad” (1). Aquí tienen lugar las hierofanías, es decir, la manifestación de lo sagrado y la posibilidad de lo que se conoce como catarsis: una comunión con aquellas Ideas-Fuerza puestas en juego “capaces de sacarnos de nivel y llevarnos a la comprensión de cosas que aún no se nos habían dado a conocer” (2). Un encantamiento que los intérpretes escenifican encantándose a sí mismos, tocados por la varita de Mercurio e inspirados por el soplo vivificante de las nueve hijas del Cielo: “Feliz aquél a quien aman las musas. Dulce fluye de su boca la palabra” (3).

Mnemosyne es la diosa griega de la memoria, hija de Urano y Gea, madre de las Musas engendradas con Zeus a lo largo de nueve noches, la cual era la que insuflaba la anamnesis en los seres humanos. Invocarla es llamar a la Inteligencia Universal para que se haga en nosotros. Lo fijo debe primar sobre lo aéreo para dejar así grabado en el papel, en la tablilla de barro, o el rollo, y el libro, las enseñanzas para llegar al Conocimiento acuñadas por el dios revelador; el que burila debe cuajar las ideas y dioses que le preceden y sobre todo ser muy amigo de Platón que escribió lo siguiente:

Disposición del alma capaz de conservar la verdad que hay en ella. (Definiciones) (4).


En virtud de lo cual surgen extraordinarios tratados y obras en general, entre las que se encuentran asombrosos procedimientos combinatorios de símbolos y analogías, que debidamente asimilados pueden abrir las puertas a otros estados de la conciencia. Ahí está para dar testimonio lo que deja escrito Abraham Abulafia, quien establece un método con las 22 letras del alfabeto hebreo, cada una de las cuales constituye una entidad simbólica, una Idea-Fuerza susceptible de combinarse con el resto, vehiculando la posibilidad de aprehender los principios del Orden Universal.

El Ars Combinatoria de Ramon Llull es otro modelo igualmente efectivo que alumbrará el pensamiento mágico al final de la Edad Media.

Él mismo explica que dicho Arte (...) era una emanación directa de los principios inmutables y universales, lo que tradujo en el empleo de unos soportes de intelección igualmente arquetípicos: los del número y la letra. Esto explica la enorme influencia que tendrá su legado en la mágica atmósfera del Renacimiento, y no tanto en su época agonizante, en la que su propuesta fue más bien incomprendida y rechazada, y él tachado de excéntrico, abstruso e incluso loco (5).

Lo mismo vale para La Divina Comedia, otro sistema de combinaciones de símbolos y analogías entre planos o niveles y sus mundos, en el que aparecen “las figuras de las virtudes y los vicios como imágenes de la memoria, formadas según las reglas clásicas, y las divisiones del Infierno de Dante como lugares de la memoria” (6). De modo semejante ocurre en el Purgatorio y por supuesto en el Paraíso, que recrea los nueve cielos siguiendo el modelo cosmogónico conocido: el de la Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, las estrellas fijas “y el primer móvil o cristalino. En el cielo empíreo está Dios iluminando la rosa de los bienaventurados y rodeado de nueve círculos de jerarquías angélicas que son, desde el círculo más alejado al más próximo a Dios: ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines” (7).

(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Anamnesis”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Entrada: “Catarsis”, ibid.
3. Himnos Homéricos. Ed. Cátedra, Madrid, 2005.
4. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Memoria”, ibid.
5. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala II. “Ramón Llull y Arnau de Vilanova”, Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
6. Frances A. Yates. El Arte de la Memoria. Ed. Siruela, Madrid, 2005.
7. Obras completas de Dante Alighieri. “La Divina Comedia”. BAC, Madrid, 2015.

Imágen:
1. Hildegarda de Bingen. Liber divinorum operum, detalle.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



martes, 4 de junio de 2024

El Teatro en el Renacimiento. 1. El Teatro de la Memoria

La memoria del Sí Mismo deja un rastro invisible en aquellos que han tenido la gracia de presentirla, lo que los incita, en el tiempo, a hallarla nuevamente. Recuperar dicha memoria es fundamental y debe hacerse todo para eso. Componente esencial de la vida del ser humano, sin la cual no pueden fijarse los conceptos más existenciales, pues sin ella somos incapaces de recordar, ni siquiera, el ritmo de nuestras actividades motoras, tan ensamblado está el todo en el ser humano; igualmente éste en el Universo, un conjunto análogo de características más amplias (1).


Se dice que Zeus concibió a las Musas en sagrada unión con Mnemosine, la Memoria, en nueve noches distintas, número circular que simboliza la totalidad. Teniendo en cuenta la creencia de que aquéllas revelan a los hombres las Artes y Ciencias, mediante las cuales afinar nuestra participación en el concierto universal, no es de extrañar que los antiguos considerasen a la memoria una entidad superlativa, reveladora de la auténtica y oculta naturaleza del plano de realidad que se percibe ordinariamente, un entramado de símbolos vivos y actuantes. Nada que ver con la acostumbrada “multiplicación horizontal de gestos indefinidos que se realizan en forma mecánica –casi sin que lo queramos– y que nada dice a nadie en razón de la autocensura que trae aparejada el entrenamiento que la sociedad contemporánea nos otorga” (2).

Afortunadamente es posible otra manera de encarar la creación y nuestro papel en ella, “una expresión directa de los principios, las fuerzas y las energías originales” (3) que toman cuerpo en formas impactantes y se imprimen con imborrable fijeza, tal cual lo representan las imágenes que pueblan las distintas cosmovisiones con sus númenes de aspecto sobrecogedor. Del Thot egipcio al Hermes griego, del Mercurio romano al Quetzalcoátl mesoamericano y al Wotan u Odín nórdico, todos son una sola y única entidad: el escriba divino –poeta y guerrero–, encargado de la correspondencia entre la divinidad y el hombre, para lo cual no se priva de realizar escaramuzas si con ello logra sus propósitos.

A decir verdad, existe una tropa impresionante de dioses y héroes míticos civilizadores, cuyas gestas son evocadas en el escenario de la conciencia donde actúan cabalmente disfrazados para la ocasión.

Cicerón afirma (De Oratore II, 88, 359), que es útil poner máscaras teatrales a los conceptos hasta transformarlos en imágenes activas en nuestra memoria (4).


Los dioses y diosas en sus reinos celestes e infernales, así como los de los mundos intermediarios, han de poder ser recordados y traídos al presente con viveza y precisión. De modo que estas entidades enigmáticas se presentarán siempre con sus respectivos atributos, en el argot teatral el atrezzo, que junto con el vestuario y demás aparato escénico que las acompaña, definen su categoría y su correspondiente función, es decir a qué reino pertenecen y qué papel encarnan en la gran obra de Dios que es la Cosmogonía.

(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Memoria”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Federico González. El Simbolismo Precolombino. Cosmogonía, Teogonía, Cultura. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
3. Ibid.
4. Giulio Camilo. La Idea del Teatro. Ed. Siruela, Madrid, 2006.

Imágenes:
1. Antón Raphael Mengs. Parnaso. Apolo, Mnemosine y las Musas, 1761. Museo Hermitage.
2. Sarcófago con las Musas, detalle, 280-290 d.C. Museo Nazionale Romano Palazzo Mássimo.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



miércoles, 22 de mayo de 2024

10. Atravesar las aguas

La reina de la noche es la regente del signo zodiacal de Cáncer, aquél en el que se abre la llamada “Puerta de los Hombres” del solsticio de verano, pasaje que supone la entrada de todos los seres en la Manifestación Universal, de la que sólo podrán salir por la “Puerta de los Dioses” en el signo de Capricornio. El iniciado traspasa aquella primera puerta para comenzar su viaje interno de realización espiritual. La Luna es su puerto de salida, y a partir de aquí se propone la travesía de las aguas, asociadas al mundo intermediario del Alma, cuyo primer tramo es el del Alma inferior, relacionada con la individualidad y por tanto con el psiquismo más denso, o sea, con los estados cambiantes de ánimo, la imaginación, las fantasías, los deseos, las sensaciones, etc.

Embarcados en esta ruta por los mares de la conciencia, se reconoce al traspasar esas primeras agitadas y turbulentas aguas que la Luna es el paredro del Sol, el auténtico artífice de la luz que ella refleja, astro rey a partir del cual se emprende un recorrido vertical que atraviesa los estados superiores del ser, el mundo de las ideas puras no sujetas a las formas. Más allá se arriba a la realidad de la Ontología, del Ser en sí mismo, cuyos dos atributos arquetípicos fundamentales, la Inteligencia y la Sabiduría, se representan de nuevo simbólicamente con la Luna y el Sol respectivamente.


Ya sólo queda soltar la última amarra, dejar todos los vehículos que han ayudado a la travesía, incluso al Sol, a la Luna y a Mercurio, quien con su caduceo ha avivado constantemente el furor divino, y abismarse –pasando por la puerta estrecha de los dioses– en el ámbito de lo Infinito.

Imágen:
1. El Sol y Luna en los tres mundos. Manuscrito Splendor Solis, s. XV. British Library, Londres.

Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.



domingo, 5 de mayo de 2024

9. La Luna como triple diosa: Artemisa (Diana), Selene y Hécate

Pero si la división cuaternaria del ciclo de la Luna y de la mujer se vincula fundamentalmente con la rueda de la existencia y sus continuas mutaciones, la idea del ternario, tan importante desde el punto de vista tradicional, también está presente en la simbólica lunar:

Esta paradoja de la vida y de la muerte está comprendida en la Luna como triple diosa, un motivo mítico que aparece bajo muchos aspectos, sobre todo donde encontramos una trinidad femenina, como en las Parcas, o las tres brujas. En el mundo de la antigua Grecia, los poetas vieron a la virgen cazadora Artemisa (Diana para los romanos) como la “diosa con tres formas”, siendo sus otros dos aspectos Selene, la Luna del cielo, y Hécate, una misteriosa diosa del inframundo (1).


O sea, que hay una Luna de la tierra (Artemisa), una Luna del cielo (Selene) y una Luna del inframundo (Hécate), dando idea de que todo está en todo, y de que en esta esfera planetaria se expresan simbólicamente los tres mundos jerárquicos que conforman el orden cósmico, a saber, la realidad espiritual (cielo), la intermediaria o del alma (tierra), y la corporal o material (infierno), siendo además que en cada una de ellas, de nuevo aparece la tríada.

A continuación los cantos del poeta Orfeo a estas tres facetas de la Luna, vivas en el interior de la mujer, al igual que en el varón:

Escúchame, soberana, celebérrima hija de Zeus, titánide, báquica, afamada arquera, venerable. Visible para todos, diosa portadora de antorcha, cazadora de red, que presencias los partos, socorriendo en ellos, pero sin someterte a su ley; que asistes a las mujeres en el parto, que disfrutas con los delirios báquicos, cazadora, disipadora de preocupaciones. Ágil corredora, flechadora, apasionada por la caza, noctámbula; protectora, acogedora, liberadora, masculiniforme, ortia, apresuradora del parto, deidad nutricia de los jóvenes mortales. Inmortal, subterránea, destructora de fieras, afortunada, que ocupas los bosques de los montes y disparas a los ciervos, venerable, augusta señora, bello retoño, perenne. Habitante del bosque, protectora de perros, cidoniata, multiforme. Ve, pues, salvadora diosa, afectuosa, agradable para todos tus iniciados, aportando bellos frutos de la tierra, una paz grata y una salud de hermosa cabellera, y envía, por favor, a las cimas de los montes las enfermedades y pesares (2).


Escucha, regia diosa, generadora de luz, divina Selene, Luna de cuernos de toro, que, noctámbula por las rutas del aire, a lo largo de la noche, sostienes una antorcha; doncella, hermosa estrella, Luna, creciente y menguante, hembra y macho; de sólido resplandor, que gustas de los caballos, madre del tiempo, portadora de frutos, ambarina, de fuerte carácter, relumbrante en medio de la noche, omnividente en vigilia, pujante entre bellos astros. Complaciente con la paz y la felicidad de la noche, brillante, otorgadora de alegría, culminadora, gala de la noche, reina de los astros, vestida de largo peplo, de sinuosa carrera, sapientísima doncella: ven, pues, bienaventurada, benévola, bello astro, refulgente por tu luz, y salva, doncella, a tus jóvenes suplicantes (3).


Invoco a Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral, y que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salvajes, sin ceñidor en su cintura, y con una figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la doncella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón siempre alegre (4).

La Luna rige, además, muchas actividades agrarias, como el tiempo de las siembras y las recolecciones, las podas, los injertos, los abonos, etc., al igual que influye sobre la crecida y mengua de las aguas, los fluidos, las plantas, las crías de animales, y también señala los períodos propicios para la pesca y la caza y los prohibidos.

(Continuará)

Notas:
1. Geoffrey Cornelius-Paul Devereux, El lenguaje secreto de las estrellas y los planetas. Ed. Debate, Círculo de Lectores.
2. Himnos Órficos, “A Ártemis”. Ed. Gredos, Madrid, 1987.
3. Himnos Órficos, “A la Luna”, ibid.
4. Himnos Órficos, “A Hécate”, ibid.

Imágenes:
1. A. R. Mengs, Diana como personificación de la noche. Palacio de la Moncloa, Madrid.
2. Busto de Selene. Berlin Pergamon Museum.
3. Hécate triforme. Museo de Antalaya, Turquía.

Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.



viernes, 19 de abril de 2024

8. Artemisa o Diana: Ilitía y Protirea

Ciertamente, la salida de la rueda de las mutaciones, de la existencia, de los mundos que se engarzan, de los ciclos que se encadenan, pasa por encarnar el Conocimiento. Conocer la cosmogonía, el orden interno del cosmos, sus leyes, sus grados, escalar los círculos del pensamiento hasta el principio. Ser lo que se conoce. Se requiere para iniciar este viaje estar dispuesto a traspasar un umbral: el que separa la concepción profana de la sagrada. Y aquí, en esta primera puerta, la guardiana es Artemisa o Diana, conocida también con el epíteto de Ilitía y Protirea (palabra que significa “la que está delante de la puerta”). No es de extrañar que se nos presente como virgen, pues ya se ha dicho que es de imperiosa necesidad promover esta cualidad en el alma para nacer a una nueva realidad; pero, paradójicamente, es la entidad que facilita el parto, o sea, el alumbramiento.


Protirea reina sobre la noche, regula los fluidos y mareas, el crecimiento de las plantas, de los miembros, de las uñas, los pelos, los frutos... Provoca las crecidas y las roturas de las aguas (las acumuladas en las nubes, en los ríos, las matriciales, etc.), y ya se sabe que allí por donde corre el agua hay vida, y fecundidad; por eso se la ve como una intercesora, una facilitadora, un puente. Orfeo la canta con estas palabras:

Escúchame, venerable diosa, deidad de múltiples advocaciones, protectora de los partos, dulce mirada a los lechos en el alumbramiento, única salvadora de las mujeres, amante de los niños, amable, que apresuras los alumbramientos, que ayudas a las jóvenes mortales, protirea, guardiana acogedora, complaciente nutridora, afectuosa con todos, que habitas en las mansiones de todos y disfrutas en sus banquetes, y asistes a las mujeres en parto, invisible aunque te muestres a toda empresa. Sientes compasión de los partos y te alegras con los felices alumbramientos, Ilitía, que resuelves las fatigas en los duros trances, porque a ti sola invocan las parturientas como alivio de su alma; pues, con tu intervención, las molestias de los nacimientos quedan resueltas, Ártemis Ilitía, venerable Protirea, escúchame afortunada, y, puesto que a ello ayudas, concédeme descendencia y sálvame, dado que por naturaleza eres protectora de todo (1).


Artemisa es también la reina de la naturaleza virgen y salvaje. Su cortejo está formado por ciervos, conejos, leoncillos, perros y también caballos, siendo este último uno de los símbolos por excelencia del vehículo, del soporte que conduce de una realidad conocida a otra desconocida pero más real. Además, esta diosa es la hermana gemela de Apolo, y como la Luna, a la que se asocia íntimamente, refleja la luz de su hermano Sol en medio de la noche. Alumbra, y esa tenue luz es la que el iniciado reconoce y sigue, o mejor, se reviste de ella, pues acaba de saber que su túnica de piel es caduca, y que su verdadera naturaleza es mucho más afín a la cualidad de lo luminoso. No porque sí, cuando se habla del camino iniciático se lo simboliza como un recorrido por las esferas planetarias (cada planeta emite un matiz de la luz), luego por el cielo de las estrellas fijas, hasta la conquista de la Luz increada del Principio.

(Continuará)

Nota:
1. Himnos Órficos, “A Protirea”. Ed. Gredos, Madrid, 1987.

Imágenes:
1. Peter Paul Rubens, Diana cazadora. Museo del Prado, Madrid.
2. Artemisa de Éfeso representada con múltiples senos nutricios, una puerta en la corona y cuadrillas de caballos. Museo Vaticano.

Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017.