jueves, 24 de abril de 2025

2. Himnos Cabalísticos

A Shaddai y otros nombres del Innombrable

Son tantos los nombres con que se te canta, deidad Innombrable, que comenzaremos por deletrear las cuatro letras del Tetragramaton, iod, he, vau, he, de las que emanan los cuatro planos simultáneos de tu Ser. Sin ser judíos, o tal vez siéndolo, reconocemos el alcance de estas grafías tan acordes con la sagrada Tetraktys, símbolo de la hermandad entre las distintas ramas de la Tradición a la que pertenecemos, la Hermética, la emanada del Verbo que se ha encarnado haciéndose hombre, Ieoshuah; en nuestra lengua, Jesús.

Señor, Mi Señor, Adonai, con esta invocación que no indica posesión sino una profunda filiación contigo, se abre la puerta (delet) a mi auténtico Yo (Ani). Y ahora, ¿qué rumbo tomar, qué dirección en este universo invisible concebido en el pensamiento de Yah?

El, Elohim, Eloha, triple cantinela creacional que ubica los cuatro arcángeles en las esquinas del mundo, Gabriel, Rafael, Miguel y Uriel. ¿Quién como tú? Si tú eres mi fuerza, mi medicina y mi luz. Y así me balanceo entre los dos interrogantes –Mi (¿Quién?) y Mah (¿Qué?)– que son las fronteras de la caja-cubo cósmica, donde tu espíritu ruaj va trazando senderos invisibles con las letras-llamas dando vida a nefesh y neshamah.

¡Haim, eres la fuente de la vida en toda su extensión! Inspiro tu aliento que introduce en mis adentros el nombre de las 10 sefiroth y un Árbol invisible se va iluminando en mi conciencia. ¡Soy el que Soy!, pero no lo veo inscrito en la zarza ardiendo, sino en el centro del corazón, albergue de la más alta intuición. ¡La Unidad (Ejad) que lo abarca todo y es una con Ahavah, el Amor! Hasta que con la exhalación todo se va descomponiendo y desaparece el Árbol que soy, y me sumerjo en un caos amorfo, que vuelve a ordenarse cuando tu divina inmanencia, la Shekinah, se abre al rayo fecundo de Metatron.

Ángel de la Faz, preséntame a tu par, al misterioso Shaddai, el Todopoderoso, oculto al igual que tú en la cifra 314. Tú que todo lo puedes, Tú que todo lo incluyes, Tú que eres umbral y catapulta hacia El Elion, el Dios Altísimo de Melkitsedeq, descorre el velo que esconde tu rostro. En la intimidad de un espacio sin coordenadas, de un tiempo sin minutos ni segundos, he aquí que descubro que yo soy tú, sin más, sin testigo ni aval. Con temor ante tamaña grandeza y por no caer en la soberbia –siempre al acecho, pues el ego se crece con un pestañeo–, vuelvo a concentrarme en lo más pequeño, en la letra seminal, en la iod con la que concluye tu nombre, Shaddai y se inicia el Tetragramaton.

Más no diré, pues es imposible hablar de la simultaneidad que abraza el siendo de todos los ángeles, por eso concluyo este himno y alabanza repitiendo tu Nombre, Hashem, y recordando la paradoja que, “Tu nombre es silencio, no el silencio audible de la belleza, ni siquiera la música perfecta de las esferas. Tu nombre es No” (1), Lo, Nada, Ain, En Sof, Sin Fin.




Nota:
1. Federico González. En el vientre de la ballena. Textos alquímicos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2024.

Imagen:
1. Nombre divino: Shaddai.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



lunes, 7 de abril de 2025

1. Himnos Cabalísticos

Al Árbol de la Vida

Comienzo por cantar al jardinero que sembró al voleo las semillas del Árbol cósmico. Canto su ímpetu, su amor, su destreza en el arte de modelar y dar forma a las ideas, repitiendo sus nombres y el orden de la emanación, un día tras otro, sin descanso, sin enmienda, a golpe de verso y conjugando rigor y gracia mientras se fuma un puro sentado en la butaca del centro.

Canto al corazón arado que recibe la simiente y la deja germinar desde la más recóndita oscuridad cada vez que recuerda los nombres de las 10 esferas que al mismo tiempo son, como se sabe, numeraciones sagradas.

Canto al uno, al dos y al tres, triángulo primordial cuya cúspide es Kether, la corona del cosmos, el Uno sin par. De ti brotan todas las potencias sin que tú salgas jamás de tu mismidad. ¡Que toda la conciencia se concentre en este punto! Y veremos pasar mundos, días y años, abriendo y cerrando ciclos mientras el universo se levanta y se destruye apoyado en las siete sefiroth de construcción, cuyos nombres incanto desde Malkhuth hasta Hesed, para entregar el alma a sus más altas instancias más allá del abismo, Tehom.

Canto a la Inteligencia, Binah, que alumbra todos los mundos y se encierra en el regazo de la Sabiduría, del semillero cósmico, Hokhmah; equidistantes diosas que se equilibran en Daat. ¡Venga a nosotros el Conocimiento! Que se abra el tercer ojo hacia el punto más elevado del cielo, liberándonos así del peso de cada esfera hasta alcanzar las raíces implantadas allende la Corona, en el En Sof insondable.

Árbol de Luz que das la vida, que la recreas con el residuo, reshimu, de la divinidad más oculta. ¡Que por tu intermedio todos los que nos hacemos uno con tu tronco, tus ramas, frutos y raíces, ardamos en tus cenizas, devolviendo tu núcleo indestructible, Luz, a su origen increado! Y a medida que recorremos los 32 senderos de Sabiduría nos vamos fundiendo, sin confusión, en el secreto del Misterio absoluto.





Imagen:
1. Árbol de la Vida Sefirótico.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



miércoles, 26 de marzo de 2025

Los diez primeros himnos

Con este decálogo comienzan los cantos. Diez y no nueve, diez y no once, como las 10 esferas del Árbol de la Vida, como las 10 numeraciones de la Sagrada Tetraktys. Esto es así porque es arquetípico. Desde el Agartha, invisible como el centro de la rueda, se salvaguarda esta enseñanza intemporal y se disparan las flechas hacia todo el contorno del círculo.

A los Iniciados del Crepúsculo

Ser testigo y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.
Loados sean los dioses, potencias divinas que lo manifiestan:
desde Egipto, pasando por Grecia y Roma, Alejandría y las potencias de la Gnosis;
las tradiciones del libro y la Cábala, la historia sagrada de Occidente; las tradiciones orientales y precolombinas,
pues todas ellas expresan lo sagrado a través del tiempo.

Por eso, mediante las labores de Saturno,
el iniciado se empeña en encontrar claves simbólicas,
llaves que abren las puertas de la Obra divina:
a la que el alquimista se suma con gran paciencia y tesón,
así, cuando comprende su esencia,
queda maravillado de los prodigios de la Naturaleza.

Y entonces,
entonces abre su alma al vuelo del espíritu.
Y todo ello por querer conocerlo todo sin saber nada de nada,
pues la ignorancia es el suelo que pisamos a diario en nuestro quehacer sacro.
En hora tardía,
como si de un anunciado ocaso se tratara,
alzamos nuestra mirada al Cielo y con los pies en la tierra,
recordamos la Dignidad del hombre proferida por Pico:

“Te he puesto en el centro del mundo
para que más cómodamente observes cuanto en él existe.
No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal,
con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo,
te informases y plasmases en la obra que prefirieses.
Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias,
podrás regenerarte, según tu ánimo,
en las realidades superiores que son divinas”
(1).

Sabedores de que Eros es la fuerza que cohesiona toda la creación, a este dios “pícaro y sinvergüenza” pues, nos encomendaremos; no en vano reúne las energías de Marte y Venus en cópula celestial, en la perpetua conjugación de contrarios.

Rastrearemos, pues, en nuestro quehacer cotidiano,
el simbolismo derramado por los iniciados de la cadena Áurea:
recorreremos el laberinto,
viviremos el mito,
seremos peregrinos y actores,
subiremos y bajaremos del Cielo a la Tierra,
cuales seres pneumáticos encarnando la Cosmogonía,
e, inspirados por las meditaciones cabalísticas,
buscaremos la salida del Cosmos,
vieja prebenda otorgada por el Creador al Hombre Verdadero:
la Libertad por el Conocimiento.

Con el Recuerdo del Ahora siempre presente,
a través de la Historia Sagrada de Occidente,
estamos atentos y, de forma consciente,
siempre empeñados en el cultivo de la voz sagrada,
cada vez menos escuchada,
cada vez menos comprendida, y hasta negada.
Pues vivimos el tiempo de una humanidad cada vez más alejada
de los dioses que habitan el alma del hombre y del mundo.
Y entonces, su recuerdo se tiñe de olvido.
Sean pues las siete cuerdas de la lira de Orfeo,
las siete vibraciones que la melodía de las esferas danza,
las siete cifras de construcción cósmica y el sintético sello de Salomón.
Ahora que el carro de Helios se muestra en toda su majestad cíclica, cantamos:

¡Evohé Bacantes!

De Tracia a Eleusis: ¡Fastos en honor a Dioniso!
Pues el logos divino que emana de Apolo,
alumbra los ciclos y vive en el alma del iniciado.
Somos avatar,
y nos permitimos persistir en nuestra entrega anónima
para ser testigos y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.





Nota:
1. Pico de la Mirándola. Discurso sobre la Dignidad del Hombre.

Imagen:
1. Miguel Ángel. Dioniso, Baco. 1497, Palacio Bargello, Florencia, Italia.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



viernes, 7 de marzo de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 11. La Magia en la época Isabelina

Cerramos el capítulo con un par de referencias más al interesado que desee seguir tirando del hilo en todo este entramado de ideas, apenas una partícula de la punta del iceberg: El mercader de Venecia es una obra que gira en torno a la Ley y la Justicia y su penetración más allá de las apariencias. Se trata de principios emanados del Amor que constituyen la idea de Equidad, de ahí la balanza como uno de sus principales atributos, cuyo fiel nivelado simboliza el eje que atraviesa y religa los mundos o planos que figuran otros tantos grados o estados del Ser Universal. El equilibrio al que nos referimos, supone pues, el punto de cognición de todos esos estados simultáneamente, es decir la conciencia de Unidad.

En otro orden de cosas, la obra Cuento de Invierno representa quizá con más nitidez lo que ya se expuso con anterioridad acerca del traidor, en este caso figurado por la enconada ofuscación que hace mella en el rey de Sicilia, cuyas decisiones le traerán enormes calamidades que no obstante serán revertidas de acuerdo a lo que la profecía de Apolo indica: si lo perdido no se encuentra, el monarca vivirá sin heredero. Y ya que hablamos de oráculos, conviene no perder de vista jamás que el vaticinio en realidad, –nos referimos al auténtico y no a las copias adulteradas que se ofrecen a diario–, más que anticipar lo que se ha de cumplir en el tiempo sucesivo y lineal, enuncia lo que ya es un hecho.

Desde el comienzo se debe advertir que el espacio-tiempo oracular es completamente otro que el que reconocen, de ordinario, los sentidos. El tiempo oracular es siempre presente: lo que le ocurrirá al consultante ya le sucedió, y desde luego eso está pasando en el ahora, siempre perpetuo, y por eso constantemente actual.
Edipo ya está asesinando y cometiendo incesto cuando el oráculo se lo dice. Y entonces la importancia del drama o la comedia pasa a ser secundaria pues se le atribuye su justo valor, y los crímenes y la ceguera de Edipo sólo son efectos, prontuarios psicológicos, o crónicas policiales, cuando no son tomados en su auténtico ser, es decir como paradigmas que se proyectan en el destino de los hombres. La ciencia oracular es sagrada porque tiempo y espacio se conjugan en la simultaneidad del presente.
Por otra parte, el espacio ordinario es global, por él circulan indefinidas anécdotas y se interconectan miríadas de circuitos tan diferentes e individualizados entre sí como perfectamente vanos. Pero el espacio oracular se fija, inmovilizándose, y el tiempo, abolida su dimensión sucesiva, refleja un hecho, fenómeno, o cosa, lo focaliza y lo convierte en símbolo, en gesto o signo visible de la realidad metafísica y la revelación, especialmente si se considera que todo está en todo
(1).

El ejemplo de Edipo se puede aplicar a otras obras y personajes, como es el caso claramente reconocible de Macbeth, y los vaticinios que le hacen las brujas de acuerdo a los designios de Hécate, que lo precipitarán a la muerte.


Un último apunte con respecto a Cuento de Invierno, que debería interesar a los buscadores de lo oculto: Frances Yates en sus investigaciones acerca de la Filosofía oculta en el Renacimiento, explica que los acontecimientos del último acto recuerdan al pasaje de las estatuas vivificadas del Asclepio hermético, que por cierto es equiparable al mito hebreo del Golem, una figura creada por el hombre que cobra vida mediante Magia.

Nota:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Arte”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

Imágenes:
1. Alexandre-Marie Colin. Las tres brujas de Macbeth, 1827.
2. Fotograma de Macbeth, detalle. Dirigida y protagonizada por Orson Welles, 1948.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



jueves, 20 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 10. La Magia en la época Isabelina

Respecto a lo dicho en la entrada anterior acerca de la espagiria, se habrá notado que la medicina a la que nos referimos, no es la que ofrece una supuesta seguridad y un bienestar físico y psíquico lo más estable y duradero posible. Por el contrario, la medicina que estos médicos espagíricos ejercen –común a los chamanes y brujos–, no excluye la enfermedad, antes bien se la considera “un signo psíquico de alteración que puede llevar al paciente a nuevas aperturas de su ser en el camino espiritual puesto que es la vía propuesta por determinadas deidades o espíritus que la promueven para fomentar la posibilidad de una recuperación” (1).

Para los pueblos arcaicos siempre hay una energía, un espíritu en cada cosa, ser, o fenómeno, que subyace a las simples apariencias, y que simboliza de forma directa, determinadas fuerzas presentes de manera constante en el concierto universal; y es en la interacción de esas sutiles vibraciones, representadas por el perenne acoplamiento del cielo y la tierra, a la que ningún humano puede substraerse, donde debe buscarse la causa momentánea del mal, ya sea éste una inundación, o un desarreglo fisiológico, los que no son tomados como perversos en sí mismos y rechazados con un criterio moral, sino como señales de la ira de determinados dioses, que deben ser calmados por el hombre a través del sacrificio y la auto participación en el orden cósmico, lo cual supone una aceptación de todas sus manifestaciones y potencialidades (2).

En El sueño de una noche de verano, Titania recrimina a Oberón que los desarreglos ocurridos en el mundo se deben a sus desavenencias conyugales, lo que coincide con otras cosmovisiones en las que los dioses no son buenos ni malos, sino aspectos de la Unidad que se manifiestan en distinto grado y cuyas relaciones, muchas veces tormentosas, generan desequilibrios y nuevos equilibrios referidos al hombre y al universo –microcosmos-macrocosmos–, sin perder de vista jamás las correspondencias entre uno y otro si es que se pretende la curación. O sea, lo que vienen a ser las operaciones transmutatorias y sus grados de realización, nacimientos y muertes, coagulaciones y disoluciones; un proceso de purificación sintetizado en la expresión hermética: “espiritualizar la materia y materializar el espíritu”.


(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Medicina”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.

Imagen:
1. J. D. Mylius. Anatomia Auri, detalle frontispicio, 1628. Niño de corazón llameante flanqueado por dos emblemas: el pelícano que da de comer a su prole con su sangre y el ave Fénix sobre lecho de fuego para renacer de sus cenizas.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



jueves, 6 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 9. La Magia en la época Isabelina

También la tragedia de Romeo y Julieta escenifica a su manera la paradoja de los opuestos complementarios: dos familias enfrentadas, dos enemigos de cuyas entrañas nacerán sendas criaturas destinadas a amarse en la adversidad, lo que las llevará a entregar la propia vida, muriendo con ello las diferencias entre ambas familias.

Del amor se dice que es la fuerza de atracción de los contrarios u opuestos, el centro de unión donde se concilian las energías verticales y horizontales, activas y pasivas del cosmos y del hombre, haciendo posible el equilibrio y la verdadera concordia (o “unión de los corazones”) universal, de ahí que los antiguos griegos vieran en él al hijo de Afrodita y Hermes, (al igual que su hermana la diosa Harmonía) de donde nace también el Hermafrodita, es decir el Rebis, el cual representa en el ser humano la unión perfecta y armoniosa de su naturaleza masculina y femenina, activa y pasiva, yang y yin. En efecto, es con el fuego del amor, y la sutil pasión que él genera, como se lleva a cabo la obra de la transmutación alquímica, porque ese fuego es el propio amor al Conocimiento y a la Sabiduría, y como decía Leonardo da Vinci: “El Amor es hijo del Conocimiento. El Amor es tanto más elevado cuanto el Conocimiento es más cierto”. A este amor, expresión del amor divino, es al que cantaban los trovadores medioevales, y el que Dante ve personificado en la figura de Beatriz (que simboliza a la Sabiduría), y ciertamente es el que invoca Salomón en El Cantar de los Cantares, en donde se trata precisamente de las “bodas”, “casamiento”, o unión del alma humana con el Espíritu. Asimismo, los humanistas y maestros herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor identificándolos con los misterios de la Muerte, que son, al fin y al cabo, los misterios de la iniciación, y explicaban que morir era ser amado por un dios, y viceversa, que amar era morir o ser muerto por un dios. En realidad se trata de un sacrificio (de un “acto sagrado”), pues no hay nacimiento a la realidad del Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o superación de las limitaciones propias de lo humano (1).


Jugando a conjugar los opuestos, Romeo se refiere al amor como una “cuerdísima locura, hiel que endulza y almíbar que amarga”; y Julieta no se queda atrás al considerar que su único amor nace de su único odio. Fray Lorenzo por su parte, mediador entre los amantes, nos enseña abiertamente que la ciencia de los venenos es la ciencia de los remedios –lo que en definitiva viene a ser la base de la medicina–, la misma que practica Paracelso, otro inclasificable cuya existencia está unida al Misterio y la paradoja. Pero mejor, sea él quien hable:

Nada está exento de veneno. Sólo la dosis hace que una cosa no sea venenosa. (...) Se puede hacer el mal a partir del bien. Lo contrario también es cierto. Nadie puede acusar una cosa sin conocer su transmutación y sin conocer los efectos de su disociación. Lo que es veneno puede ser transformado en no-veneno. (...) Considera la importancia de la separación y de la preparación. (...) Presta atención: en la elaboración de mis medicamentos tomo lo que me parece, pero siempre de tal suerte que el arcano del medicamento sea el opuesto a la enfermedad que combato. Observad detenidamente mi modo de operar: separo el arcano de lo que no lo es. Dosifico el arcano con exactitud (2).

La medicina que practican Fray Lorenzo y Paracelso, condensa las virtudes de las potencias celestes y terrestres que aplicadas convenientemente, disuelven la corrupción restituyendo el equilibrio original. En definitiva ejercen la Espagiria, término que significa “separar y reunir”, como procede en “las ciencias más secretas y más sublimes, que se cumplen por la Spagyria mediante el Fuego, que afecta a todas las cosas” (3), en palabras del gran Heinrich Khunrath, a quien no hemos incluido en el capítulo correspondiente al Teatro de la Memoria, pese a considerar que es el lugar propio de su Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. No obstante, se presenta aquí este extraordinario compendio mágico-teúrgico, para quien quiera ahondar en lo que se trata de insinuar al menos: la medicina como una rama del arte alquímica.

(Continuará)

Notas:
1. Federico González y col. Introducción a la Ciencia Sagrada. “El Amor”, Ed. Symbolos, Guatemala, 2003.
2. Paracelso. Las siete apologías. Ed. Indigo, Barcelona, 2001.
3. Heinrich Khunrath. Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. Ed. Tritemio, Madrid, 2016.

Imagen:
1. Leslie Howard y Norma Shearer en el set de Romeo y Julieta, dirigida por George Cukor, 1936.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



lunes, 20 de enero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 8. La Magia en la época Isabelina

Toda magia es la revelación de una clase de espíritu cuya ciencia propia es esta magia. Así las nueve Musas incitaron a Hesíodo a la magia novenaria como cuenta él mismo en la Teogonía; así el genio Ulises inició a Homero como lo prueba su Psigiogagie; Hermes fue instruido por el espíritu del alma de las alturas; Moisés por el mismo Dios en la zarza ardiente; los tres Magos que vinieron a Jerusalén a buscar a Cristo, por el ángel del Señor que los conducía; Daniel por los ángeles del Señor (1).

Entidades que de pronto se dan a conocer y nos iluminan por cualquier modo o método que sea, produciéndose rupturas de nivel y aperturas a otros estados de la conciencia: escenarios propicios para la revelación, con la corte divina brillando entre bambalinas, como en el caso de El sueño de una noche de verano. Obra mágica con una atmósfera amable y sobre todo muy misteriosa, en la que se observan cuatro niveles o categorías jerárquicas de personajes: emanados del abismo insondable, surgen los espíritus y genios intermediarios encabezados por Titania y Oberón, energías invisibles y profundas que se oponen y complementan como la noche y el día. Análoga reciprocidad encontramos entre Teseo e Hipólita, personajes mitológicos ampliamente celebrados por su linaje y hazañas memorables, que en la obra están por desposarse tras un cortejo por la espada. Lucha de Amor igualmente reflejada entre un par de caballeros y otras tantas damas, a merced de los manejos de un genio travieso y enredador a las órdenes de Oberón. Al mismo tiempo, un grupo de artesanos ensaya en el bosque una representación teatral, que aspira a formar parte del programa de actos de las bodas reales entre Teseo e Hipólita. Pero el genio, haciendo de las suyas, transfigurará a uno de los actores sustituyendo su cabeza por la de un asno, momento en que Titania, bajo un hechizo ordenado por su esposo, caerá rendida de amor hacia semejante fenómeno, que tiene capacidad para oír, ver y hablar con los espíritus sutiles.


Nos preguntamos si tales facultades recién adquiridas, no estarán señalando un estado cercano a un alto grado de Conocimiento que Nicolás de Cusa denominara “docta ignorancia”, lo que no supondría contradicción con su aspecto físico, pese a que también representa los más bajos instintos. No olvidemos que los extremos se tocan.

Finalmente, la Armonía será restaurada en el momento en que se reconcilian el rey y la reina de las Hadas.


Restituido el orden y la concordia, el grupo de artesanos representará una obra llena de paradójicas ocurrencias, que juega a conjugar los opuestos de modo cómico y grotesco.

(Continuará)

Nota:
1. Cornelio Agrippa. La Magia de Arbatel. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987.

Imágenes:
1. Edwin Landseer. Escena de El sueño de una noche de verano, con Titania y Bottom convertido en asno, frente a Puck y junto a otras entidades misteriosas y criaturas del bosque, 1848.
2. Titania y Oberón. Escena de El sueño de una noche de verano dirigida por Max Reindhart en 1935.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.