Ahora situémonos en los albores de un nuevo amanecer, un nuevo acto en la Historia que se representa en la caja cósmica, donde juegan multitud de personajes en distintos decorados, y de entre los que algunos brillarán con especial intensidad, reflejando la Luz recibida fuera de los focos habituales. Este es el caso de Marsilio Ficino, quien bajo los auspicios de la Corte de los Médici fundará la nueva Academia platónica.
Marsilio Ficino reconocía la presencia de distintos niveles en el hombre y en el universo, lo que configuraba la existencia de mundos visibles e invisibles que actuaban de modo coordinado, sempiterno y constante entre dos polos: cielo y tierra. Y dado que estos planos se encontraban estrechamente unidos conformando un solo y único organismo vivo, se podría, en ese caso, actuar sobre ellos, es decir sobre energías sutiles y angélicas para que fecundaran así a los espíritus más gruesos, reconociendo de este modo la imponente armonía del conjunto e integrándose a ella mediante el reconocimiento de la unidad del Ser, del que el hombre, como microcosmos, estaba hecho a imagen y semejanza (1).
Como se puede ver, estamos ante un auténtico teúrgo que a su paso por el escenario del gran teatro del mundo, hizo emerger con vigor renovado la corriente sapiencial subterránea, tendiendo “lazos invisibles con los sabios de distintas cortes europeas, todas relacionadas con su pensamiento y regidas por autores herméticos, introducidos en ellas como maestros, profesores o ayos, en los distintos reinos, ducados o repúblicas, explicando sus ideas, que fueron, por otra parte, las que generaron el Renacimiento que a poco tomaría otros rumbos no tan sapienciales desde la época de Erasmo de Rotterdam” (2). O sea, un actor raptado por Amor, que se ve irremediablemente envuelto en la creación de una tupida red de relaciones y vínculos de orden sutil, que ha de materializar en una nueva concepción del mundo y una vuelta a los orígenes. Es decir, en la realización de la Utopía.
Una organización casi imposible de alcanzar por las limitaciones humanas, aunque real en otros espacios o mundos relacionados con las ideas. En el Renacimiento se forjó esta imagen que tiene antecedentes clásicos en Platón, quien incluso trató de llevarla a cabo, como Cicerón, entre otros (3).
(Continuará)
Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Marsilio Ficino”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.
3. Entrada: “Utopía”, ibid.
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Marsilio Ficino”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.
3. Entrada: “Utopía”, ibid.
Imágen:
1. Anónimo. Gruta alquímica.
1. Anónimo. Gruta alquímica.
Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.
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Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.