sábado, 20 de julio de 2019

Sabiduría y Amor


Finalizamos esta invocación a la diosa con la continuación del himno que le dedicara Proclo, que la adoptó como su guía y protectora mientras estuvo a la cabeza de la Academia neoplatónica de Atenas:

Escúchame, tú que irradias una luz pura de tu rostro;
dame un puerto feliz a mí, errante en la tierra,
da a mi alma de tus sacras palabras luz pura,
sabiduría y amor; infunde en mi amor una fuerza
tan grande y de tal clase que me saque
de nuevo de las cavidades terrestres rumbo al Olimpo hasta la morada de tu padre.

Y si una infausta vicisitud de mi vida me domina
—pues sé que soy atormentado ya de un lado ya de otro, por muchas
acciones impías, que cometí con ánimo insensato—,
sé propicia, dulce consejera, salvadora de mortales, y no dejes que
sea presa y botín para las horrendas Vengadoras
postrado en tierra, porque suplico ser tuyo.
Da a mis miembros una salud firme e indemne,
y aleja la multitud de odiosas enfermedades que consumen la carne,
sí, suplico, reina, y con tu mano divina
haz cesar toda desgracia de negros dolores.
Da a mi vida, en su travesía, vientos en calma,
hijos, matrimonio, gloria, felicidad, gozo amable,
persuasión, charla de amigos, espíritu sutil,
fuerza contra los enemigos, sitio de preferencia entre el pueblo.
Escucha, escucha, reina; llego a ti invocando con abundantes plegarias,
por imperiosa necesidad; y tú presta oído favorable (1).

1. Proclo, “A Atenea, muy prudente”, (extracto).

Imagen:
Richard Cosway, Minerva y Cupido.

Cuaderno Aleteo de Mercurio 2.
Las Diosas se Revelan.
Mireia Valls con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Editado por Libros del Innombrable, mayo, 2017.



viernes, 5 de julio de 2019

A los Iniciados del Crepúsculo


Ser testigo y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.
Loados sean los dioses, potencias divinas que lo manifiestan:
desde Egipto, pasando por Grecia y Roma, Alejandría y las potencias de la Gnosis;
las tradiciones del libro y la Cábala, la historia sagrada de Occidente;
las tradiciones orientales y precolombinas,
pues todas ellas expresan lo sagrado a través del tiempo.

Por eso, mediante las labores de Saturno,
el iniciado se empeña en encontrar claves simbólicas,
llaves que abren las puertas de la Obra divina:
a la que el alquimista se suma con gran paciencia y tesón,
así, cuando comprende su esencia,
queda maravillado de los prodigios de la Naturaleza.

Y entonces,
entonces abre su alma al vuelo del espíritu.
Y todo ello por querer conocerlo todo sin saber nada de nada,
pues la ignorancia es el suelo que pisamos a diario en nuestro quehacer sacro.

En hora tardía,
como si de un anunciado ocaso se tratara,
alzamos nuestra mirada al Cielo y con los pies en la tierra,
recordamos la Dignidad del hombre proferida por Pico:

Te he puesto en el centro del mundo
para que más cómodamente observes cuanto en él existe.
No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal,
con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo,
te informases y plasmases en la obra que prefirieses.
Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias,
podrás regenerarte, según tu ánimo,
en las realidades superiores que son divinas
(1).

Sabedores de que Eros es la fuerza que cohesiona toda la creación,
a este dios “pícaro y sinvergüenza” pues, nos encomendaremos;
no en vano reúne las energías de Marte y Venus en cópula celestial,
en la perpetua conjugación de contrarios.

Rastrearemos, pues, en nuestro quehacer cotidiano,
el simbolismo derramado por los iniciados de la cadena Áurea:
recorreremos el laberinto,
viviremos el mito,
seremos peregrinos y actores,
subiremos y bajaremos del Cielo a la Tierra,
cuales seres pneumáticos encarnando la Cosmogonía,
e, inspirados por las meditaciones cabalísticas,
buscaremos la salida del Cosmos,
vieja prebenda otorgada por el Creador al Hombre Verdadero:
la Libertad por el Conocimiento.

Con el Recuerdo del Ahora siempre presente,
a través de la Historia Sagrada de Occidente,
estamos atentos y, de forma consciente,
siempre empeñados en el cultivo de la voz sagrada,
cada vez menos escuchada,
cada vez menos comprendida, y hasta negada.
Pues vivimos el tiempo de una humanidad cada vez más alejada
de los dioses que habitan el alma del hombre y del mundo.
Y entonces, su recuerdo se tiñe de olvido.
Sean pues las siete cuerdas de la lira de Orfeo,
las siete vibraciones que la melodía de las esferas danza,
las siete cifras de construcción cósmica y el sintético sello de Salomón.
Ahora que el carro de Helios se muestra en toda su majestad cíclica, cantamos:

¡Evohé Bacantes!

De Tracia a Eleusis: ¡Fastos en honor a Dioniso!
Pues el logos divino que emana de Apolo,
alumbra los ciclos y vive en el alma del iniciado.
Somos avatar,
y nos permitimos persistir en nuestra entrega anónima
para ser testigos y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.

1. La cita es de Pico de la Mirándola. Discurso sobre la Dignidad del Hombre.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Textos del Ateneo del Agartha.
Ilustraciones de Ana Contreras.
Recientemente editado en abril del 2019 por Libros del Innombrable, Zaragoza.