Finalizamos esta invocación a la diosa con la continuación del himno que le dedicara Proclo, que la adoptó como su guía y protectora mientras estuvo a la cabeza de la Academia neoplatónica de Atenas:
Escúchame, tú que irradias una luz pura de tu rostro;
dame un puerto feliz a mí, errante en la tierra,
da a mi alma de tus sacras palabras luz pura,
sabiduría y amor; infunde en mi amor una fuerza
tan grande y de tal clase que me saque
de nuevo de las cavidades terrestres rumbo al Olimpo hasta la morada de tu padre.
dame un puerto feliz a mí, errante en la tierra,
da a mi alma de tus sacras palabras luz pura,
sabiduría y amor; infunde en mi amor una fuerza
tan grande y de tal clase que me saque
de nuevo de las cavidades terrestres rumbo al Olimpo hasta la morada de tu padre.
Y si una infausta vicisitud de mi vida me domina
—pues sé que soy atormentado ya de un lado ya de otro, por muchas
acciones impías, que cometí con ánimo insensato—,
sé propicia, dulce consejera, salvadora de mortales, y no dejes que
sea presa y botín para las horrendas Vengadoras
postrado en tierra, porque suplico ser tuyo.
Da a mis miembros una salud firme e indemne,
y aleja la multitud de odiosas enfermedades que consumen la carne,
sí, suplico, reina, y con tu mano divina
haz cesar toda desgracia de negros dolores.
Da a mi vida, en su travesía, vientos en calma,
hijos, matrimonio, gloria, felicidad, gozo amable,
persuasión, charla de amigos, espíritu sutil,
fuerza contra los enemigos, sitio de preferencia entre el pueblo.
Escucha, escucha, reina; llego a ti invocando con abundantes plegarias,
por imperiosa necesidad; y tú presta oído favorable (1).
—pues sé que soy atormentado ya de un lado ya de otro, por muchas
acciones impías, que cometí con ánimo insensato—,
sé propicia, dulce consejera, salvadora de mortales, y no dejes que
sea presa y botín para las horrendas Vengadoras
postrado en tierra, porque suplico ser tuyo.
Da a mis miembros una salud firme e indemne,
y aleja la multitud de odiosas enfermedades que consumen la carne,
sí, suplico, reina, y con tu mano divina
haz cesar toda desgracia de negros dolores.
Da a mi vida, en su travesía, vientos en calma,
hijos, matrimonio, gloria, felicidad, gozo amable,
persuasión, charla de amigos, espíritu sutil,
fuerza contra los enemigos, sitio de preferencia entre el pueblo.
Escucha, escucha, reina; llego a ti invocando con abundantes plegarias,
por imperiosa necesidad; y tú presta oído favorable (1).
1. Proclo, “A Atenea, muy prudente”, (extracto).
Imagen:
Richard Cosway, Minerva y Cupido.
Richard Cosway, Minerva y Cupido.
Cuaderno Aleteo de Mercurio 2.
Las Diosas se Revelan.
Mireia Valls con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Editado por Libros del Innombrable, mayo, 2017.
Las Diosas se Revelan.
Mireia Valls con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Editado por Libros del Innombrable, mayo, 2017.
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