jueves, 19 de diciembre de 2019

Y la reina murió

Ahora quizás podamos comprender por qué Blancanieves se llama así. Ella es el fruto de una idea arquetípica. Su madre la reina lo ve todo en una sola imagen, dentro de un enmarcado en el que aparecen los tres colores que hemos nombrado. Ve en un instante lo que era, es y será. Ve el proceso cosmogónico completo. Y esta visión se hace efectiva, de manera que la criatura que se encarna en su vientre nacerá portando potencialmente en sí misma todo el recorrido que deberá realizar para completar la obra alquímica, lo cual, se sepa o no, cualquier ser humano trae consigo por el hecho de ser hombre, aunque no todos despiertan a su aprehensión.

Como en todo nacimiento, tiene que haber simultáneamente una muerte. Para regenerarse, se debe morir a un estado ya caduco. Separarse del Origen es doloroso, pero hay dolor y alegría a la vez, pues comienza un viaje. Descendida esa Idea arquetípica en la tierra, ahora le toca hacer el camino de retorno a su Origen, camino no exento de obstáculos y dificultades de todo tipo, que no son otra cosa que pruebas iniciáticas. A cada uno se le presentan de una manera distinta, pero su función es la misma: pulir el alma, prepararla para el encuentro consigo misma, con su Principio.




(…) Comienza así su peregrinaje: negro, blanco y rojo, ahora a la inversa, de la tierra hacia el cielo.

(continuará).

Cuaderno Aleteo de Mercurio 5.
Cuentos Tradicionales, Símbolo e iniciación.
Textos de Margherita Mangini.
Ilustraciones de Ana Contreras.
Editado por Libros del Innombrable, noviembre, 2018.



jueves, 5 de diciembre de 2019

Blanca como la nieve, negra como la caoba

¡Ojalá tuviera yo una hija tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera del marco! Poco después [la reina] tuvo una hijita tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y de cabellos tan negros como la caoba, y por eso la llamó Blancanieves (1).

Queremos dar aquí algunos apuntes sobre el simbolismo de los colores, teniendo en cuenta que cada color, como cada símbolo, puede tener múltiples significados sin que éstos sean contradictorios entre sí. En particular nos interesan los tres que se destacan en este cuento, el rojo, el blanco y el negro y para ello recurrimos al libro del Tarot de Federico González, en cuyas páginas leemos lo siguiente:

Rojo. Color de la sangre, de la pasión, el amor y el corazón, constituye el fluido y fuego vital. Es el color cálido por excelencia. Blanco. Es el color de la pureza indeterminada, de la manifestación esencial expresada por la ausencia. De él proceden los demás colores a través del prisma de la atmósfera, y en él se sintetizan. Negro. En su sentido inferior el negro es el color de luto, muerte, envejecimiento y dolor. En su sentido más alto es el que precede al blanco, y del que éste extrae su razón. Si el blanco manifiesta al Ser, el negro expresa el No-Ser, o la inmanifestación. Es la muerte que antecede al nacimiento (2).
(…)

Sintetizando, estos tres colores tienen una simbólica cosmogónica y reflejan el camino que el Ser realiza de arriba abajo, pero al mismo tiempo expresan, como veremos en el próximo acápite, las etapas de la iniciación u obra alquímica, que se cumple de abajo a arriba y va del negro de la putrefacción, pasando por el blanco de la purificación, el rojo de la plena realización y la absorción final en el Negro absoluto.

(continuará)



Notas:
1. Grimm, Jacob y Wilhelm, Cuentos de niños y del hogar, vol. I y II. Ed. Anaya, Madrid, 1985.
2. González, Federico, Tarot. mtm editores, Barcelona, 2008.

Cuaderno Aleteo de Mercurio 5.
Cuentos Tradicionales, Símbolo e iniciación.
Textos de Margherita Mangini.
Ilustraciones de Ana Contreras.
Editado por Libros del Innombrable, noviembre, 2018.



domingo, 1 de diciembre de 2019

Sobre la Deidad supraesencial y misteriosa

Por eso, de ninguna manera debe uno atreverse a hablar ni a pensar nada sobre la Deidad supraesencial y misteriosa fuera de lo que nos ha sido divinamente revelado por las Sagradas Escrituras. En efecto, conocer su supraesencia excede nuestra razón, conocimiento y naturaleza. Tenemos que contar con un conocimiento supraesencial para podernos elevar hacia las alturas, y en la medida que nos lo permita el rayo luminoso de la palabra de Dios, acercarnos a tan altos resplandores con la prudencia y piedad que corresponde a lo divino.

Pues, efectivamente, si hay que dar crédito a la sapientísima y veracísima teología, lo divino se le descubre a cada alma en la medida de su propia capacidad. Y se puede ver la Bondad divina, que con justicia salvadora reparte su infinitud de modo admirable entre las cosas limitadas.

Dionisio Areopagita, Los nombres de Dios.




Colección Aleteo de Mercurio 3.
Entre el No Ser y El Ser. Antología para hamacados.
Selección de textos Marc García.
Fotografías de Lucrecia Herrera.
Editado por Libros del Innombrable, septiembre, 2017.