sábado, 23 de enero de 2021

El jardín del alma

Porque ciegas están las almas de los hombres,
(¡sí!) de todo aquel que, sin las Vírgenes del Helicón,
con sabiduría de mortales explora la senda profunda del arte
(1).


El jardín simboliza una geografía sagrada, una imagen mítica del mundo, invisible a los ojos de los sentidos, habitada por dioses y espíritus sutiles. Su belleza deriva de la justa proporción, esencia del verdadero arte, regida por Apolo, aquí presente a través de una de sus Musas, Erato, “la deliciosa”, musa de la poesía lírica y los cantos sagrados. La auténtica poesía fluye de la música de su lira, a través de la cual el propio dios establece las pautas, ritmos y ciclos que regulan el crecimiento en su medida adecuada y confiere armonía a este jardín del alma.

Notas:
1. Píndaro, Peanes, VIIb, 13-15.

Colección Aleteo de Mercurio 4.
En el Taller Hermético. Notas y bocetos alquímicos.
Ana Contreras.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2018.



jueves, 7 de enero de 2021

Apolo y el oráculo

Aquí, sí, pienso levantar un hermosísimo templo
para que sea oráculo para los hombres, que para mí siempre
aquí reunirán cumplidas hecatombes,
cuantos el rico Peloponeso pueblan
y cuantos habitan Europa y en las islas, de uno y otro lado bañadas:
que vendrán a recibir el oráculo; mi certero consejo a éstos,
a todos, transmitiré profetizando en el pingüe templo
(1).

Cuenta Filóstrato que el primer templo de Apolo Febo fue construido por abejas, las cuales edificaron sus murallas con plumas de aves y cera, y añade Pausanias que el dios agradecido transportó dicho templo a la Hiperbórea, donde pasaba los inviernos entre cisnes. En Delfos, la cera tenía un papel importante en los ritos del dios geómetra, quien otorgó a los panales la perfección de su estructura.
La Ciencia Sagrada es una ciencia exacta, tan certera como las flechas del Flechador, que curan de la ignorancia.

Una refutación, o ilustrísimo rey, cuando ha sido reconocida, provoca en el refutado el deseo de conocer lo que antes ignoraba (2).


***

Y a mi corazón, cual un niño a su madre amada,
obediente, al bosque sagrado de Apolo bajé,
criador de coronas y flores,
donde a los hijos de Leto
con frecuencia las muchachas de Delfos,
junto al ombligo sombreado de la tierra, cantan
y con ligero pie la tierra tocan
(3).

Notas:
1. Himnos Homéricos, “A Apolo”, 287-293.
2. Corpus Hermeticum, Extractos de Estobeo, XXVII, “De Hermes. Del discurso de Isis a Horus”.
3. Píndaro, Peanes, VI estr. I, 12-18. Ed. Gredos, Madrid, 1984.

Colección Aleteo de Mercurio 4.
En el Taller Hermético. Notas y bocetos alquímicos.
Ana Contreras.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2018.