viernes, 5 de julio de 2024

El Teatro en el Renacimiento. 3. El Teatro de la Memoria

El poder mágico-teúrgico –y por lo tanto talismánico– de estos mandalas, promueve auténticas revoluciones internas en el iniciado, quien reitera sin desfallecer en su estudio atento y concentrado, tal cual una meditación, redoblando con paciencia en la labor de reunir lo disperso, es decir, restablecer las ligaduras que vinculan todos los planos entre sí. En este sentido, las obras de los Sabios, Magos, Alquimistas, Cabalistas y en general hombres y mujeres de Conocimiento, son métodos efectivos de realización espiritual que tienen como soporte el Arte de la Memoria.

Una disciplina de origen clásico y carácter esotérico practicada para entrenar en la Anamnesis. Similar objetivo persiguen los ejercicios mnemotécnicos de todo tipo que se realizan con la materia casi virtual de la memoria, elemento tan básico y misterioso en el hombre, que por medio de ella el pasado se hace presente. En el Renacimiento este arte de tipo clásico volvió a brillar generando una profusa y extraordinaria iconografía (1).


Arte “consistente en ‘memorizar’ por una serie de imágenes y asociaciones, distintos conceptos de modo indefinido para procurar estados diferentes de la conciencia. Generalmente, –lo que no suele ser excepción– se lo utilizaba de modo literal, para recordar cuestiones particulares u organizar un discurso, tal como los distintos métodos mnemotécnicos actuales: la memoria mecánica, la recitación, el canto, el teatro profano, etc.” (2).

Métodos que buscan resultados concretos y manifiestan intereses individuales, a la inversa de los ejemplos anteriormente considerados y los que veremos a continuación, que acrisolan el pensamiento en una época tan extraordinaria como la que estamos recordando –con sus luces y sombras–, de la que nuestra actual civilización es un reflejo deformado, o sea, un esperpento. Concepción literaria acuñada por Valle-Inclán, en boca de uno de los personajes más conocidos de su extenso repertorio teatral: Max Estrella, protagonista de Luces de Bohemia, “cuya cabeza rizada y ciega, de un gran carácter clásico-arcaico, recuerda los Hermes” (3). Hay quien ha visto en la obra una cierta relación con el descenso al antro de Lucifer narrado por Dante, que experimenta el antihéroe Máximo, realizando un viaje circular acompañado por un guía, de nombre Latino, en modo semejante a cómo Virgilio en La Divina Comedia, asiste al héroe en el recorrido por los círculos infernales, para culminar venturosamente la gesta.


(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Memoria”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Entrada: “Arte”, ibid.
3. Valle Inclán. Luces de Bohemia. Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1996.

Imágenes:
1. Estructura de La Divina Comedia, s. XIV.
2. Anónimo. Grabado Flammarion, 1888.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



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