domingo, 6 de febrero de 2022

4. El Teatro en la Edad Media

Los Misterios Medioevales

El teatro, en efecto, no está forzosamente limitado a representar el mundo humano, es decir un único estado de manifestación; puede también representar al mismo tiempo los mundos superiores e inferiores. En los “misterios” del medioevo, la escena estaba, por esta razón, dividida en varios pisos que correspondían a los diferentes mundos, generalmente repartidos según la división ternaria: cielo, tierra, infierno; y la acción, que tenía lugar simultáneamente en estas diferentes divisiones, representaba la simultaneidad esencial de los estados del ser (1).


Obviamente cuando se escenifican los llamados “misterios” la mentalidad es otra, empezando porque se admite la existencia de distintos niveles de realidad simultáneos, mientras que nuestro modo de pensar se limita generalmente a una literalidad intrascendente y materialista, relativa a cuestiones sentimentales, ideológicas, pasionales, etc., como corresponde a un mundo solidificado en el que se desconocen otras lecturas de los hechos y las cosas en general. Por eso no es raro que a este tipo de representaciones teatrales se las considere piezas de museo, reliquias del pasado relacionadas con cultos y creencias religiosas ya superadas hace tiempo por las nuevas vanguardias artísticas, aunque también al contrario puede despertar entusiasmo entre las filas del oficialismo cultureta, con sus gurús manejados por fuerzas desconocidas mucho más poderosas, generando tendencias que van y vienen como las olas del mar. Todo lo cual supone una inversión en la manera de pensar relativamente reciente, de hace apenas tres siglos desde la aparición del racionalismo —aunque comienza su materialización con el final del Medioevo, signado por la desaparición de órdenes iniciáticas como lo fuera el Temple—, que cristaliza en una dualidad irreconciliable e implica el agotamiento de una civilización, cumplidas sus edades correspondientes análogas a las del ser humano, que como se sabe son cuatro: infancia, juventud, madurez y ancianidad. Las mismas que tiene el día: medianoche, amanecer, mediodía y atardecer; o el año: invierno, primavera, verano y otoño. Ciclos dentro de ciclos que se van consumando, a la par que se produce un opacamiento en todos los órdenes de la vida, asociado al olvido gradual de la presencia de lo sobrenatural.

Ante una mirada ciega, indiferente, el mundo se envuelve en una creciente opacidad. “En épocas anteriores, cuando el mundo no había llegado a ser tan ‘sólido’ como lo es hoy en día, y cuando la modalidad corporal y las modalidades sutiles del dominio individual no estaban tan radicalmente separadas”, el hombre “percibía muchas cosas” en un mundo que “era verdaderamente diferente cualitativamente porque una serie de posibilidades de otro orden se reflejaban en el ámbito corporal y lo ‘transfiguraban’ en cierto modo (...). Cuando ciertas ‘leyendas’ hablan por ejemplo de que hubo un tiempo en el que las piedras preciosas eran tan comunes como lo son ahora los vulgares guijarros, ello no debe entenderse sólo en un sentido puramente simbólico” (2).

Se ha de decir, que pese a encontrarnos en la última etapa de nuestra civilización, ésta no es sino el último tramo de otro ciclo mayor denominado Kali Yuga o Edad de Hierro, el que a su vez pertenece a otro ciclo aún mayor que corresponde a esta humanidad sujeta a su propia disolución, como lo estamos ya viendo desde hace rato en la aceleración con la que se suceden los acontecimientos, tendentes a la multiplicidad y el caos.


Notas:
1. René Guénon. Apreciaciones sobre la Iniciación: https://symbolos.com/083teatro. htm#6
2. John Deyme de Villedieu. El descenso cíclico: https://ciclologia.com/eldescenso ciclico4.htm

Imágenes:
1. Bernardo Buontalenti. Decorado para La Pellegrina Commedia. Intermedio IV, 1589.
2, 3, 4 y 5. Pietro da Cortona. Las cuatro edades de la humanidad, 1637-1641. Palacio Pitti, Florencia.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la Memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



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