En el canto IV de la Odisea, Homero pone en boca del rey Menelao el relato de un vaticinio que ha recibido de Proteo, “el veraz anciano del mar”:
A ti no te está fijado por la divinidad, oh Menelao criado por Zeus, morir en Argos criadora de caballos y enfrentarte con el destino, sino que los inmortales te enviarán a la llanura elísea y a los límites de la tierra en donde está el rubio Radamantis; precisamente aquí tienen los hombres su modo de vida: no hay nieve, ni en efecto un fuerte invierno, ni lluvia nunca, sino que siempre Océano permite las ráfagas del Céfiro que sopla suavemente para refrescar a los hombres (1).
La idea de un finis terrae o demarcación del mundo más allá de la cual se encuentran los Campos Elíseos, la Isla de los Bienaventurados o el Paraíso celeste —todas ellas designaciones análogas del estado que alcanzan las almas que se liberan definitivamente de la rueda del devenir— es compartida por muchas tradiciones y se vincula simbólicamente al Occidente, esto es, al extremo occidental del espacio conocido o habitado. Cuentan las leyendas del Camino de Santiago que fue Décimo Junio Bruto, el general romano que dirigió la conquista de Galicia, quien dio el nombre de finis terrae a su extremo occidental (aún hoy en día llamado Cabo Finisterre), y que hizo retroceder a sus tropas cuando desde este punto vio ponerse en el mar al sol y a su resplandor disiparse en las aguas. Se dice también que en la antigüedad los celtas erigieron en Finisterre un ara solis sobre el que veneraban al sol poniente.
El finis terrae de la isla de Mallorca se encuentra en la Punta Blanca, un pequeño saliente rocoso de la costa próximo al pueblo de Sant Elm (San Telmo), perteneciente al municipio de Andratx, desde el que se pueden contemplar unas bellísimas puestas de sol. Pero ¿el azar? ha querido que más allá de ese confín de la tierra more un dragón que asemeja una isla. Es Sa Dragonera.
¿Y cómo conseguir que esa fiera protectora de la Tierra de los Vivos le franquee a uno el paso? Pues no hay otra que exponerse a su fuego alquímico y dejar que calcine, hasta el último vestigio, el estado humano condicionado que se desea abandonar para poder renacer en espíritu y “vivir de arriba” definitivamente. Allí, en la comarca invisible hacia la que dirigimos nuestra nave.
Notas:
1. Homero, Odisea, canto IV. Ed. Gredos, Madrid, 1982.
Imágenes:
1. Puesta de sol sobre Sa Dragonera.
2. Mosaico de azulejos alusivo al desembarco del rey Jaime I en Mallorca. Sant Elm.
1. Homero, Odisea, canto IV. Ed. Gredos, Madrid, 1982.
Imágenes:
1. Puesta de sol sobre Sa Dragonera.
2. Mosaico de azulejos alusivo al desembarco del rey Jaime I en Mallorca. Sant Elm.
Colección Aleteo de Mercurio 9.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.
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