martes, 5 de septiembre de 2023

La Festa des Vermar

Si ha llegado el tiempo de la vendimia, hay que dirigirse a Binissalem para gozar de la Festa des Vermar.


Las chirimías preceden la llegada de los gigantes vendimiadores, risueños y de gentil mirada, a la cabeza de una procesión de autoridades civiles y militares a la que siguen coros y bandas que interpretan canciones populares. Engalanados, se dirigen a la iglesia de Santa María donde son recibidos por el párroco y otros sacerdotes prestos a celebrar el oficio religioso. Todo ello conforme a un protocolo que a uno quizá se le antoje un tanto rígido, pues en nuestros tiempos ya casi no se recuerda la razón de ser y la esencia de los ritos tradicionales que el folklore atesora.

Por inercia, uno se uniría a la comitiva ceremonial. Pero puede que al girar la vista, en un instante fugaz, su interés sea raptado por otro gigante que espera detrás de unas rejas, quieto, callado y con la mirada un tanto extraviada, a que el sol decline para que se muestre la otra cara de la fiesta.

En el momento adecuado y bajo sus auspicios, se dará la señal para que empiece a correr un vino que alegrará los corazones y abrirá la mente a otras realidades.

¡Claro, es Baco! El Dioniso de los griegos, el dios del vino y del teatro, de la danza desenfrenada, de la orgía, las rupturas de nivel y la rotura de los moldes. Los romanos lo llamaron también Líber o Libertador, promotor del furor mistérico que abisma en lo desconocido e iniciador en los ritos de conocimiento. Su llegada arrastra a las almas hartas de lo establecido y ávidas por emprender el vuelo a otros espacios más reales que los que perciben limitadamente los sentidos.


Sí, el vino es un vehículo idóneo para estas aperturas, según se ha atestiguado en el Mediterráneo por milenios. En Mallorca hace siglos que se produce, no sin dificultades y altibajos. Muchas zonas del Raiguer, del llano central de la isla y de la sierra están llenas de viñedos, y en septiembre entregan un fruto dulce y jugoso del cual, por medio de una sutil alquimia, se destila un líquido espirituoso análogo a la sangre. Como conjunción del agua y del fuego (la lluvia, hoy auxiliada por el riego, y la luz y el calor del sol), al vino se lo reconoce “como un elemento simbólico y activo en la búsqueda del Conocimiento y el éxtasis” (1), motivo por el cual interviene en los ritos sagrados de numerosas culturas aledañas al Mare Nostrum.

Por otra parte, la embriaguez no era censurada en las sociedades antiguas, sino considerada como un estado facilitador de la visión y la profecía. “La frase latina –en Roma se lo bebía mezclado con agua y especies, como los griegos– in vino veritas ha tenido enormes repercusiones en Occidente” (2). Claro que sin contar con las claves o el soporte de una enseñanza tradicional, la embriaguez llega a producir los efectos contrarios y puede encadenar a los que la padecen a infiernos sin salida.

Dejémonos penetrar por el furor mistérico promovido por Dioniso, del cual se nos dice que es el “estado que precede a cualquier generación” y “el rapto y aspiración del ánima hacia su principio” (3). Busquemos al dios alegre y a la vez terrible entre los viñedos y brindemos porque su arrebato nos alcance.


Notas:
1. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Vino”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.
3. Ibid., entrada “Furor”.

Imágenes:
1. Un viñedo de Binissalem.
2. El gigante Baco en la Festa des Vermar.
3. Los frutos de la vid.

Colección Aleteo de Mercurio 9.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.



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