Estas simpáticas figuritas de barro cocido y pintadas de blanco con toques verdes y rojos son muy populares en la isla. Se llaman siurells, palabra que deriva del verbo xiular (=silbar), pues son propiamente silbatos. Se dice que tienen reminiscencias cretenses, fenicias e incluso íberas; en cualquier caso, sea cual sea su origen y su fuente de inspiración, son objetos que nunca faltan en una casa mallorquina. Ello los vincula con los lares —las deidades romanas del hogar— y sobre todo con los manes, representaciones de los antepasados que los romanos incluían igualmente en sus altares domésticos y de los que nos habla Federico González Frías en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos:
Los Manes son las almas de los difuntos y se los considera como las energías protectoras de los antepasados a las que se ofrecía leche y flores. Se celebran en su culto las fiestas parentales. Los romanos no debían olvidar a sus antepasados difuntos pues de lo contrario se verían víctimas de numerosos eventos: pesadillas, enfermedades extrañas, o mala fortuna (1).
Abundan entre los siurells las representaciones de hombres y mujeres con sus ofrendas, ya sean animales o vegetales, y no faltan el omnipresente diablo y la diablesa con sus grandes cuernos retorcidos, o el caballero ataviado con un gorro que recuerda el de los antiguos magos, o personajes mitológicos como las sirenas y los animales de culto más frecuentes en las tradiciones del Mediterráneo, tales como el buey o toro, el lechón, el caballo y el asno.
Pero es bien significativo que sean silbatos. Hay quien sugiere que constituían instrumentos mágicos para llamar al viento si se lo precisaba para aventar el cereal en la era, por aquello de que lo semejante atrae a lo semejante, lo cual no excluye que fueran al mismo tiempo juguetes para los niños y objetos con los que se obsequiaba cuando se iba de visita.
Jugar con el viento no es cualquier cosa. El aire es el vehículo de la palabra, de la música y de los mensajes transmitidos por la olímpica Hera, y sobre todo por Hermes, el intermediario entre el cielo más alto y la tierra. Por el aire circula el hálito de vida, y también los más corrosivos contaminantes. Por eso la isla, tan abierta a los cuatro vientos, es un lugar propicio para recibir mensajes y también para advertir cualquier señal nociva, a la que un pitido bien puede ahuyentar.
Se acredite o no en esta magia simpática, la presencia de los siurells en el hogar resulta alegre y es poderosa. Ojalá se los siga ubicando en un lugar destacado de la casa y no se los relegue a un rincón considerándolos un simple elemento folclórico o decorativo. Son mucho más que eso.
Nota:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Lares”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Lares”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
Imágenes:
1. Un surtido de siurells.
2. Siurells con forma de demonio.
1. Un surtido de siurells.
2. Siurells con forma de demonio.
Colección Aleteo de Mercurio 9.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.
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