viernes, 20 de enero de 2023

Mallorca. Una mirada simbólica

3. Ses Païsses

A 5 km de Artà se alzan los imponentes muros del poblado talayótico de Ses Païsses, del cual también se conservan el talaiot central, una gran sala hipóstila y varios habitáculos. Miquel Costa i Llobera recreó en La deixa del geni grec el devenir de la última tribu que habitó este enclave.


Cuenta el mito que la nieta del gran sacerdote, una sibila virgen de nombre Nuredduna, reconoce en el canto postrero del rapsoda Melesigenio (uno de los nombres con los que se conoce a Homero, el cual va a ser sacrificado junto con otros tripulantes de la nave griega que ha llegado a las costas de Mallorca con el fin de fundar una colonia, y que han caído prisioneros de los ciclópeos), una señal divina por la que se lo debe liberar de la muerte, al ser el abanderado de un nuevo mundo espléndido y regenerado que se avecina. Para salvarlo, la profetisa dice haber recibido el mandato de que el joven debe ser entregado al dios incógnito venerado en la cueva de Artà. El poeta es conducido a ese gran templo natural (...)

Pero Nuredduna lo libera en secreto, y el rapsoda retorna a su navío y parte hacia su país. Los hombres guerreros de la tribu descubren el ardid y lapidan a la joven profetisa, que malherida se refugia en la gruta y muere a los pies del ara abrazada a la lira que Homero olvidó en su huida. Allí le cantan perennes cantos las ‘dones d’aigua’ (...)

Llegan los nuevos conquistadores a la isla, donde fundarán Bóccoris, y el jerarca de la ancestral tribu, al ver el fin de su cultura, se sacrifica en el interior de la cueva junto con otros seis sacerdotes, lanzándose a una gran pira al lado de Nuredduna tras danzar ritualmente siete vueltas alrededor del fuego (1).


Nota:
1. Cita de La deixa del geni grec extraída de la obra de Mireia Valls Islas Simbólicas. Montjuïc - Mallorca - Buda. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2009.

Imágenes:
1. Entrada al yacimiento arqueológico de Ses Païsses, Artà.
2. Una de las estancias de Ses Païsses.

Colección Aleteo de Mercurio 9.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.



jueves, 5 de enero de 2023

Mallorca. Una mirada simbólica

2. Es Portitxol

El sol se ha puesto tras la Serra de Tramuntana y la bahía de Palma se mece suavemente al ritmo del oleaje. Sopla un viento que trae todos los aromas del mar y nos envuelve con un perfume extraño. Nos acercamos a ese pequeño puerto de cuya exigua medida da cuenta su nombre: Es Portitxol. Una muchacha de bronce guarda el umbral de este espacio.

Peinada por el viento, su mirada absorta se dirige a un punto de la tierra al que también señala con una mano.

Un centro, que no se sabe muy bien dónde se ubica, aunque uno tiene la certeza de que está ahí.

Con la otra mano sostiene una lira, ahora en reposo...

¿Cuál es tu nombre? ¿Qué cantos entonas? ¿A quiénes transmites tu historia oculta? ¿Todavía tienes algo nuevo que explicar?

Se encienden las luces de la ciudad imitando el gesto de Venus, recién aparecida en el cielo del crepúsculo. Y ¡oh maravilla! tras ella, dibujando el arco de la eclíptica, le siguen por orden Júpiter, Saturno, el rabioso Marte y una Luna casi llena.

¿Serán las claves de la música de las esferas lo que revelas con tu instrumento?


Imagen:
Monumento a Nuredduna. Palma.

Colección Aleteo de Mercurio 9.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.



martes, 20 de diciembre de 2022

Mallorca. Una mirada simbólica

1. Introducción

En días venideros estaremos compartiendo en este espacio algunas entradas del nuevo Cuaderno de la Colección Aleteo de Mercurio 9 titulado: Mallorca. Una mirada simbólica por Mireia Valls y Marc García.

Les adelantamos unas palabras de los autores extraídas de la Introducción al texto:

Los cien capítulos cortos de esta obra son más bien el reflejo fresco de un recorrido vital e interno por una constelación de símbolos que la isla atesora, de un viaje cuyas claves se han ido desvelando con el apoyo de una enseñanza, una geografía significativa y unas costumbres, leyendas y manifestaciones culturales que en última instancia evocan la existencia de otros planos o mundos invisibles –pero reales– más próximos a nuestro Origen.

De modo que este libro, un tanto inclasificable, invita a fluir revisitando lugares, hechos o situaciones que uno ya creía conocer, pero que con la luz del símbolo y el mito adquieren una dimensión mucho más amplia, conectada con ideas universales de las que se va dejando testimonio en estas páginas.

Son pequeños toques de atención, insinuaciones, pistas que animan al habitante-viajero de la isla a redescubrir que detrás de aquello que tantas veces ha visto y oído se esconden posibilidades ocultas que, en última instancia, nos hablan de nosotros mismos. Y de pronto, inesperadamente y de forma asombrosa, ese viaje sobre la piel de la tierra deviene un tránsito por las entretelas de la conciencia, o lo que es análogo, por el alma del mundo.

Y el mar, siempre el mar, en medio del cual emerge una isla. Un prototipo, presente en muchas tradiciones, de una tierra primigenia en la que se desarrolla lo que en el origen era pura potencia, y en la que sus habitantes tienen la oportunidad de conocerse más allá de su personalidad asumida o supuesta. Eso es lo que ha significado para nosotros recorrer estos lugares de Mallorca paso a paso: un viaje hacia adentro utilizando como soporte el espejo de lo que los ojos contemplan y de lo que los oídos escuchan en las leyendas, cuentos y músicas de otros tiempos, reunidos en un presente reiterado. Por lo que ésta es una obra inacabada, tanto para los que la hemos escrito como para los que la quieran tomar como compañera del viaje simbólico al que todos estamos invitados, pues la aventura sólo finaliza cuando se alcanza el origen del cual todo salió.


Imagen:
Un palmeral de Mallorca.

Colección Aleteo de Mercurio 9.
Mallorca. Una mirada simbólica.
Mireia Valls y Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2022.



lunes, 5 de diciembre de 2022

Mitos del cielo de otoño

4. Triángulo

Dice Manilio que el Triángulo debe su nombre a su parecido con el polígono de tres lados. Arato lo denomina Delta y destaca el brillo de sus tres estrellas así como que las longitudes de dos de los tres lados son muy semejantes.

Eratóstenes explica que se halla en una posición desde la que corona a Aries, pues al estar dicha constelación zodiacal compuesta por estrellas poco brillantes, el dios Hermes, “encargado de ubicar las diversas constelaciones”, la distinguió con un signo bien visible, “un triángulo, que es la letra inicial del nombre Δtóv” (= Zeus en genitivo). Según otra tradición, el Triángulo representa la figura de Egipto, “país al que el Nilo configuró en dicha forma; el río también ha procurado al país una gran estabilidad, una muy fácil siembra y una recolección de frutos muy favorable cada año”.

Higino añade que, según algunos, el Triángulo tiene la forma de Sicilia, “mientras que para otros, como los antiguos dividieron el mundo en tres partes, se han establecido tres ángulos”.


Imagen:
El Triángulo (Deltoton) coronando a la constelación de Aries. Petrus Apianus, Astronomicum Caesareum.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.



lunes, 21 de noviembre de 2022

Mitos del cielo de otoño

3. Aries

Como la constelación de la Popa en invierno, Aries nos remite a la gesta simbólica de la conquista del Vellocino de Oro protagonizada por Jasón y los Argonautas. Escribe Eratóstenes:

Fue el carnero que transportó a Frixo y a Hele. Se trataba de un animal inmortal, regalado a los dos niños por su madre, Nefele. Según narran tanto Ferécides como Hesíodo, su lana era de oro. Cuando los llevaba por los aires, dejó caer a Hele sobre la zona más estrecha del mar, que recibió de ella el nombre de Helesponto [hoy en día conocido como los Dardanelos, el estrecho que comunica el mar Egeo con el mar de Mármara], al tiempo que se le cayó uno de sus cuernos. El dios Poseidón salvó a la joven y se unió a ella, con la que tuvo un hijo llamado Peón. El carnero, por su parte, transportó a salvo a Frixo hasta el Ponto Euxino, a casa de Eetes, a quien regaló el vellocino de oro como recuerdo. El carnero ascendió así al cielo, y por eso es una constelación de brillo tenue.

Higino recoge una tradición que relaciona al dios Líber (el Dioniso itálico) con Aries. Se dice que el dios llegó con su ejército a un lugar de África lleno de arena y sin agua. Mientras deliberaban como proseguir la campaña se les apareció un carnero errante que echó a correr huyendo en busca de refugio. Unos soldados lo persiguieron hasta perderlo de vista pero encontraron lo que aún deseaban más, un oasis con una gran cantidad de agua para poder saciarse y recuperar las fuerzas. Corrieron a decírselo a Líber y éste condujo a todo su ejército hasta aquel enclave, en el cual resolvió erigir un templo a Júpiter Amón (Zeus) con una estatua hecha de cuernos de carnero. Líber “representó al carnero al lado de todas las demás constelaciones, de tal modo que, cuando el sol se detiene en este signo, todas las creaciones fortalece (hecho que ocurre en primavera), principalmente porque su huida fortaleció al ejército de Líber. Además, quiso que fuera el primero de los doce signos, porque se convirtió en el mejor guía de su ejército”.

Cornelius y Devereux explican que la figuración de Aries como un carnero se remonta a la astronomía mesopotámica del tercer milenio a.C., y que la constelación de Aries ha estado dedicada en distintos lugares a Atenea, a Zeus y al dios desconocido. El punto vernal estuvo situado en Aries durante los dos milenios anteriores a nuestra era.


Imagen:
Aries. Johann Leonhard Rost, Atlas Portatilis Coelestis. Nuremberg, 1780.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.



domingo, 6 de noviembre de 2022

Mitos del cielo de otoño

2. Acuario

Es una constelación que es difícil distinguir porque sus estrellas son muy débiles. La brillante Formalhaut de Piscis Australis es el mejor indicador para encontrarla –esta estrella recibe el caudal que el aguador vierte hacia el sur tras describir una gran curva sobre la eclíptica por el noroeste–.

Cornelius explica que los babilonios se figuraban el jarro de Acuario como una urna que se desborda y lo asociaban con su undécimo mes –nuestro enero-febrero–, al que llamaban “el curso de la lluvia”. Los egipcios veían en este asterismo la representación de Hapi, el dios del Nilo encargado de distribuir las aguas vitales del gran río.

Eratóstenes dice que Acuario recibe su nombre por el trabajo que realiza y que otros autores griegos afirman que se trata de Ganímedes, muchacho amado por Zeus y raptado por éste en forma de águila –hecho al que alude la constelación del Águila del cielo de verano– para que fuese su copero y sirviese también a los dioses, alcanzando “un tipo de inmortalidad hasta entonces desconocida entre los hombres”. El agua de Acuario, un río representado por más de treinta estrellas apenas visibles a simple vista, “se asemeja al néctar, que es la bebida de los dioses”.

Higino menciona que el filósofo Hegesias relacionaba a la constelación con Deucalión, rey de Tesalia, hijo de Prometeo y esposo de Pirra bajo cuyo reinado Zeus decidió poner fin a la edad de bronce con un gran diluvio. Deucalión y Pirra se refugiaron en un arca que aquél construyó por consejo de Prometeo en la que estuvieron navegando durante nueve días y nueve noches. Al término del diluvio volvieron a tierra firme y resolvieron consultar al oráculo de Delfos –entonces regentado por la diosa Temis– sobre cómo repoblar la tierra. El oráculo les respondió que debían arrojar los huesos de su madre por encima de su hombro. Deucalión y Pirra comprendieron que su madre era Gea, y los huesos, las rocas, por lo que se pusieron a tirar piedras a sus espaldas. Y éstas se iban convirtiendo en seres humanos, las lanzadas por Deucalión en hombres y las de Pirra en mujeres.

Cuenta también Higino que el comediógrafo ateniense Eubulo sostenía que Acuario representa al mítico rey Cécrope o Erecteo del Ática, nacido sobrenaturalmente con cabeza y torso de hombre y mitad inferior del cuerpo con forma de serpiente, el cual reinó sabiamente durante un largo tiempo sobre las gentes del Ática antes de que se diera a conocer el vino a los humanos, razón por la cual “se utilizaba agua en los sacrificios de los dioses”.


Imagen:
Acuario derramando el líquido de su vasija sobre la estrella Formalhaut de Piscis Australis. Zacharias Born-mann, Astra. Bratislava, 1596.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.



viernes, 21 de octubre de 2022

Mitos del cielo de otoño

1. Piscis Australis

Según Eratóstenes, este asterismo representa a un gran pez que remonta el chorro de agua que mana de Acuario. También se dice que al principio vivía en una laguna cerca de la antigua ciudad de Bámbice (la actual Manbij) en la que se veneraba a la diosa siria Atargatis –análoga a la griega Dérceto, hija de Afrodita–, diosa con forma de pez y con cabeza, brazos y pechos de mujer. Cierta noche la diosa cayó al agua de la laguna y este pez la salvó. Se cuenta además que los dos peces de la constelación de Piscis son nietos del gran pez austral.

Manilio explica que se trata del Pez Notio, el cual se llama así porque sale por la parte del viento Noto –también llamado Austro y Ábrego, o sea el viento del sur–, y que

junto a él fluyen los ríos sinuosos de estrellas dando enormes vueltas: Acuario junta sus aguas con las fuentes del otro río [el Eridano] uniéndose en el centro y mezclando sus estrellas.


Higino observa que el pez parece recibir con su boca el agua procedente de Acuario y que se cree que una vez salvó a Isis cuando ésta se encontraba en peligro, siendo la diosa quien colocó en su imagen y la de sus hijos en el cielo como agradecimiento. El autor añade que éste sería el motivo por el que “muchos sirios no comen peces y rinden culto a sus estatuas doradas, como si de dioses penates se trataran”.

Pisicis Australis, o Austrinus, está compuesta por estrellas débiles con la excepción de la blanca Formalhaut (de magnitud 1), situada sobre la boca del pez –eso es precisamente lo que significa su nombre de origen árabe–. Es la estrella más brillante del cielo de otoño y ha sido, tradicionalmente, una de las más importantes para la navegación. A nuestra latitud se la ve baja sobre el horizonte. Explica Cornelius que la condición de Formalhaut como estrella más brillante al sur de la eclíptica hizo que en la antigua cultura mesopotámica formase parte de las cuatro Estrellas Reales u “observadores celestiales”: Régulo de Leo, Aldebarán de Tauro, Antares de Escorpio y Formalhaut de Piscis Australis –vinculada por su mito a Acuario–. Estas cuatro estrellas y las constelaciones zodiacales con las que se relacionan (Leo, Tauro, Escorpio y Acuario) son los extremos de una cruz que divide a la bóveda celeste en cuatro cuadrantes. Además, cada uno de los signos zodiacales homónimos se vincula con un elemento de la alquimia (Leo con el fuego, Tauro con la tierra, Acuario con el aire y Escorpio con el agua).


Imágenes:
1. Piscis Australis. Johannes Regiomontanus, Kalendarius teütsch Maister Joannis Küngspergers. Augsburgo, 1512.
2. Pisicis Australis. Globo celeste de Gerardo Mercator. Lovaina, 1551.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.