viernes, 5 de septiembre de 2025

La Cábala y el Agartha (6ª parte)

6. Luz o el Agartha en la tradición judía

Los mitos, las leyendas y relatos precedentes se han ido trenzando revelando la presencia perenne del Centro del Mundo, Agartha o Luz, aún y su carácter muy oculto en la actualidad. No ha sido tanto el intento de localizarlo geográficamente lo que nos ha impelido a referirnos a él, aunque bien es cierto que han habido y quizás haya todavía lugares que simbolizan el punto de acceso directo al Agartha, sino que es el hallazgo intelectual el que interesa por encima de todo, o sea, reconocer que donde en verdad se aloja es en el interior de uno mismo. Hecho el descubrimiento, algunos pocos sentirán la imperiosa necesidad de llamar a su puerta.

¿Quién la abre? Si respondemos que es uno mismo quien llama y quien abre, ¿se com- prenderá en toda su extensión lo que esto significa sin caer en simplificaciones o en confusiones que tienden a rebajarlo todo a medidas autoimpuestas por el ego?

“¿Quién?” (¿Mi? en hebreo) es la más alta instancia del Ser, el auténtico Sí Mismo, la esencia una y única, indivisible, indestructible, invisible y en verdad incomprensible que reside en el centro de todo ser, en el Centro del Mundo. El habitante del Agartha que ha traspasado el umbral se entrega desde el primer momento a la conquista de ese núcleo, lo que conlleva una intensa preparación doctrinal; pero no nos estamos refiriendo al adoctrinamiento tal como se entiende hoy en día esta palabra, que le aniquila a uno la conciencia y lo convierte en un obediente de vaya usted a saber qué de mentiras, desviaciones, inversiones y ataduras, sino la recepción del alimento intelectual-espiritual que va liberando el alma de sus prisiones y la devuelve a su estado virginal: el de un libro abierto donde va escribiendo el Espíritu. Es una permanente asimilación de la Ciencia Sagrada en la soledad del estudio, apoyándose en la lectura de los textos sagrados y de los integrantes de la cadena áurea, en la práctica meditativa firmemente fundamentada en la respiración y en diferentes códigos simbólicos, tal el del Árbol de la Vida de la Cábala. De modo análogo, así relata Saint-Yves las dedicaciones de los habitantes del Agartha.

Aparte de lo que acabamos de ver, experiencias de todo tipo enseñan al alma a conocerse a sí misma, y a fortalecerse en toda la extensión de su substancia y de su divino Reino, mediante la Ciencia que lleva a la Sabiduría, mediante la Voluntad que proporciona la Virtud, mediante la Oración y la Unión íntima con Dios y todas sus Potencias que abren a quien les parece bien las puertas sucesivas de los Cielos y de sus Misterios angélicos.
El inefable Agente, el elemento sagrado que sirve de Carro al Eterno y a sus divinas Facultades, se llama Éter en todas nuestras lenguas, y
Akasha en sánscrito (1).


Para el cabalista, el Avir Qadmon es el Éter Primordial que se inspira y se devuelve en cada respiración. Cuando el iniciado se entrega a la meditación, se centra en el aspir y el expir por el que circula ese quinto elemento que tiene el inmenso poder de ir abriendo las puertas simbolizadas por cada una de las sefiroth del Árbol de la Vida. Son 10 puertas de luz, como decía Chiquitilla en el libro que escribió con ese mismo título Puertas de Luz. Son palabras que se cantan a modo de mantras, sin más intención que identificarse con su nombre-número. Se empieza por abajo, el Reino, el receptáculo de la Shekinah, la inmanencia divina que aspira ser devuelta a su fuente original, a la Corona suprema, Kether, esfera en la que refulge el Nombre impronunciable que contiene los misterios de los cuatro mundos sintetizados en sus cuatro letras. E inmediatamente, se recorre el camino inverso, descendente, que derrama toda la potencia del Uno-Kether hacia abajo conformando la jerarquía de los mundos, desde Atsiluth hasta Asiyah, pasando por Beriyah y Yetsirah. Aunque también se puede comenzar por arriba, bajar y subir, pero todo ello en un acto de concentración máxima, sin pretender nada más que la identificación con lo nombrado. Dentro del nombre-número de cada sefirah hay una profundidad insondable, el mismo Misterio revelándose a través de cada una de sus cualidades. Y cada atributo, que tiene una función específica, hila en su interior un tejido de analogías entre su nombre y el de su ángel o el de otros mensajeros, y con el de un planeta y un metal, un color y una figura, de manera que por ejemplo Malkhuth que es el Reino y la residencia de la divina inmanencia, la Shekinah, se relaciona directamente con el nombre Adonai, y éste con Berakah (Bendición) y también con Bar que es pozo en hebreo, puesto que es “un pozo de aguas vivas”, además de con Even o sea “piedra” y más particularmente con la “piedra de zafiro”, color que sintetiza a todos los efluvios celestes que coagulan en la Tierra, sefirah 10, la concreción material que abre su puerta a las sefiroth superiores, cuyas relaciones y correspondencias el cabalista explora, descubre y profundiza a fuerza de reiterar en el estudio y la invocación silenciosa, tal cual lo que realiza el habitante del Agartha:

Y en las horas solemnes de la oración, durante la celebración de los Misterios cósmicos, pese a que los hierogramas sagrados son murmurados con voz tenue bajo la inmensa cúpula subterránea, acontece en la superficie de la tierra y en los cielos un extraño fenómeno acústico.
Los viajeros y las caravanas que vagan a lo lejos, bajo la luz de la claridad de las estrellas, se detienen, y hombres y animales escuchan con ansiedad. Tienen la sensación de que la propia Tierra abre los labios para cantar. Y una inmensa armonía sin causa visible, flota efectivamente en el Espacio.
Se expande en espirales crecientes, conmueve suavemente con sus ondas la Atmósfera, y sube para desaparecer en los Cielos, como si fuera en pos de lo Inefable
(2).

(Continuará)

Notas:
1. Saint-Yves d’Alveydre. La misión de la India en Europa. Luis Cárcamo editor, Madrid, 1988.
2. Ibid.

Imagen:
1. Árbol de la Vida sefirótico, 1606. Boldeian Library, Oxford.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



miércoles, 20 de agosto de 2025

La Cábala y el Agartha (5ª parte)

5. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y aquí la leyenda pasa a describir los símbolos atesorados en este corazón del templo. Sobre el piso triangular se levanta un altar de mármol blanco en una de cuyas caras están representados los útiles de la masonería: la regla, el compás, la escuadra, el nivel, la paleta y el mallete; en otra cara, las figuras geométricas del triángulo, el cuadrado, la estrella de 5 puntas y el cubo. Sobre otro lateral las siguientes cifras: 27, 125, 343, 729 y 1331. En la cara posterior, la rama de acacia, y sobre el ara, una piedra de ágata de tres palmos que tiene escrito en su base, con letras de oro, “Adonai”. Los dos Magos adoraron este nombre de la deidad, pero el jefe les dice que en él no está depositada la idea de la Concepción Suprema, y que ha llegado el momento de transmitirles la última enseñanza que hará de ellos unos iniciados perfectos.


Entonces agarra con las dos manos la piedra de ágata, se vuelve hacia sus discípulos diciéndoles “Contemplad, la Concepción Suprema, aquí está. Estáis en el Centro de la Idea”.
Los discípulos deletrearon las letras
Iod,, Vau,y abrieron la boca para pronunciar el nombre, pero él les grita: “¡Silencio! Esta palabra inefable no debe salir de ningún labio”.
Seguidamente deposita la piedra de ágata sobre el altar, toma de su pecho la joya del Maestro Hiram y les muestra que tiene grabados los mismos signos.
“Aprended ahora –les dice– que no fue Salomón quien hizo excavar la bóveda de este hipogeo, ni quien hizo construir las ocho que la preceden, ni quien ha escondido la piedra ágata. La piedra fue colocada por Henoch, el primero de todos los iniciados, el iniciado iniciador, que no murió sino que sobrevive a través de todos sus hijos espirituales. Henoch vivió mucho antes que Salomón, antes del diluvio. No se sabe en que época fueron construidas las ocho primeras bóvedas ni ésta excavada en la roca viva”
(1).

Finalmente, los dos Magos descubren en el muro del hipogeo una última puerta escondida ornada con una vasija quebrada y le piden al Maestro que la abra; pero él se niega rotundamente diciendo que esconde un misterio terrible, un misterio de muerte. Enojados y creyendo que el gran Mago quiere reservarse para sí el secreto, comienzan a pronunciar todos los nombres que habían escuchado de su boca, pero todo es en vano; luego empiezan a decir cualquier cosa que les pasa por la cabeza, hasta que ya desistiendo uno exclama: “No podemos, a pesar de todo, continuar hacia el infinito”. Y al decir En Sof, la puerta se abrió violentamente, ambos cayeron al suelo y una especie de torbellino furioso apagó las luces de los candelabros. Con grandes esfuerzos lograron cerrarla entre los tres y en medio de la más absoluta oscuridad el jefe los impele a retornar por donde han venido, atravesando las nueve criptas y subiendo los cuatro tramos de escaleras sin ninguna luz, hasta que tras largas horas salieron a la superficie justamente a medianoche en punto. Sumidos en una profunda meditación y sin intercambiar palabra alguna se alejaron del templo a paso lento con sus camellos en dirección a Babilonia.

(Continuará)

Notas:
1. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998. Esta leyenda se vincula directamente con otra que también pertenece al grado 13 –el del Caballero del Arco Real–, sobre la que no podemos extendernos, pero sí dar la referencia de un libro que la explica: Le Chevalier de Royal-Arche. La légende d’Énoc, de Percy John Harvey. Ed. Cépanduès, Toulouse, 2018. Solamente destacaremos que en este largo relato, Henoch, que en este caso es el descendiente de Set, tiene una visión en la que se ve transportado a la cima de una gran montaña donde la deidad le revela el Tetragrama grabado en un pectoral de oro; luego se siente conducido bajo tierra, y atravesando 9 bóvedas dispuestas una encima de otra llega al fondo de la novena donde vuelve a ver la joya con las mismas letras del nombre impronunciable, irradiando luz. Tras la visión, el patriarca antediluviano, ante la inminente llegada del diluvio, encarga a su hijo Matusalén que excave nueve bóvedas superpuestas; él por su parte graba el Tetragrama en un triángulo de oro que encastra en una piedra ágata de la misma forma y lo deposita en el fondo de la novena cripta encima de un altar, sellando luego por orden divina cada una de las nueve bóvedas para salvaguardar tan preciado tesoro de la aguas. Tras el diluvio, no es hasta la época de Salomón que se produce el descubrimiento de tal templo subterráneo vertical y el hallazgo de la joya en la cripta más profunda, que será trasladada a la caverna subterránea que Salomón ha hecho construir debajo del Sancta Sanctorum del templo que él ha hecho levantar, pasando a denominarse ese espacio de cripta secreta a cripta sagrada.

Imagen:
1. Tetragrama.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



martes, 5 de agosto de 2025

La Cábala y el Agartha (4ª parte)

4. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y ahora nos referiremos a otra leyenda que se ubica justo en el templo que terminó de edificar Hiram y donde fatídicamente fue asesinado por tres compañeros que le querían arrebatar los secretos de la maestría por la fuerza. Enterraron su cadáver en las afueras de Jerusalén, pero nueve maestros salieron a buscarlo, lo hallaron y lo devolvieron a las entrañas del templo que había levantado. La muerte y resurrección de Hiram es el meollo central del rito del tercer grado masónico, pero lo que ahora aportaremos forma parte de ese legado que atesora la Masonería en sus Altos Grados, que no son sino desarrollos de lo contenido en el grado de maestro. Se dice que la Leyenda de los Tres Magos que han visitado la gran bóveda y descubierto el centro de la idea inspira toda la simbólica del grado 13 llamado del Arco Real del REAA. Jules Boucher la recogió íntegramente en su libro La Symbolique maçonnique, y es de destacar que la narración mama directamente de la Cábala y de su modelo cosmogónico, el Árbol de la Vida sefirótico, lo cual nos hace decir que:

La Cábala (tradición) como la Shekhinah siempre se está haciendo y no es letra muerta, pues está presente en el corazón del ser humano, en su alma, y por lo tanto en todas las cosas y tiempos y sería matarla —como el racionalismo ha hecho con Occidente—, si se la tratara como algo fijo e inflexible, o como un estudio meramente histórico y no como siempre viva, paradójica y cambiante como es la cosmogonía que describe, en vez de algo estático, como por otra parte lo demuestra su desarrollo en el tiempo. Es decir, una poética del espacio y la vida, perpetuamente actual, de donde deviene su inmenso poder transformador (1).

Siendo así, la visita de los tres protagonistas de la historia que expondremos a continuación se está produciendo en este mismo instante en que el cabalista o iniciado ha dramatizado en su alma su asesinato y su enterramiento en los cimientos del templo que previamente ha levantado y que tras saqueos y destrucciones posteriores, ahora se encuentra en estado ruinoso. Todo parece perdido, los secretos del oficio, los misterios de la iniciación, la doctrina de la Tradición Primordial y su centro sagrado, el Agartha...


Mas entonces Tres Magos, iniciados de Babilonia y miembros del Sacerdocio Universal, vienen en peregrinación para explorar las ruinas del antiguo Santuario (2). Comienzan a recorrer los restos del recinto y en el ángulo sur-este del templo descubren una excavación. Se trata de un pozo sobre el que se abalanza el mayor de los tres, que parece ser el jefe. Es mediodía en punto y un rayo de sol incide en lo más hondo de la excavación iluminando algo que emite potentes destellos; se trata sin duda de una joya sagrada. Los otros dos Magos se acercan y deciden que el que la ha descubierto descienda lentamente hasta el lugar de los brillos. Es la joya que Hiram llevaba colgada en el cuello en el momento que los asesinos le asestan los golpes mortales. Hiram, antes de perecer, se quitó la cadena de 70 cuentas y la lanzó en el pozo. La joya consiste en un Delta de un palmo del más puro de los metales en el que el maestro, perfecto iniciado, grabó el Nombre inefable.

Mientras el Mago va descendiendo constata que la pared del pozo está dividida en zonas o anillos de distintos colores y en nombre de 10. Llega al fondo, recoge la joya y descubre emocionado las letras grabadas del Nombre inefable, que reconoce, pues él es también un iniciado perfecto. Se la cuelga del cuello con las letras hacia adentro, tocando su corazón, tal como la llevaba Hiram. Luego mira a su alrededor y ve que en la muralla interna del pozo hay una abertura por la que puede penetrar. Se adentra en un corredor a tientas, tal es la oscuridad reinante, y con las manos palpa lo que parece ser una puerta de bronce. En este momento retrocede y pide a sus compañeros que lo suban a la superficie, los cuales nomás sacarlo de las profundidades ven la joya colgada en su cuello y comprenden que viene de experimentar una nueva consagración. Deciden entonces descender los tres, pues intuyen que tras la puerta de bronce se esconde un gran misterio. Prenden un fuego, encienden tres antorchas y tras atar las cuerdas para el descenso a dos piedras que tienen grabadas las palabras Jakin y Boaz, se deslizan hasta el fondo del pozo. Llegan ante la puerta de bronce y el Mago anciano observa que en el medio tiene un ornamento consistente en una corona real rodeada por un círculo compuesto de 22 puntos. “El Mago se absorbe en una meditación profunda, después pronuncia la palabra Malkhuth y de repente la puerta se abre”. Los exploradores se encuentran entonces con una escalera que se hunde más en el suelo; tras bajar 3 peldaños reposan sus pies sobre un rellano triangular en el que hay otra escalera que desciende 5 peldaños, luego sigue otra de 7 y finalmente una de 9. En total han bajado 24 escalones y han llegado frente a una segunda puerta, ornada igualmente con un círculo de 22 cuentas que envuelve el relieve de una piedra angular. Aquí el Mago pronuncia la palabra Yesod, y la puerta se abre. Entran en una sala abovedada y circular ornada con nueve nervaduras que partiendo del suelo se reúnen en el zenit de la cripta, y junto a una de ellas, el jefe de los Magos descubre otra puerta, decorada en esta ocasión con una luna resplandeciente rodeada de 22 puntos; aquí pronuncia la palabra Hod y la puerta se abre dando acceso a una segunda sala. Y así, sucesivamente, se van encontrando otras siete puertas más que se abren al son de las palabras Netsah, Tifereth, Gueburah, Hesed, Binah, Hokhmah y finalmente Kether. Los relieves que figuran en cada una de ellas son: un sol, una cabeza de león, una regla, una courbe molle et gracieuse, un ojo, un rollo de la ley y por último otra corona real.

Cuando penetraron en la novena cripta, se apercibieron que a diferencia de las otras estaba iluminada desde dentro por tres enormes candelabros de tres brazos. “Estas lámparas, que ardían desde hacía siglos, sin que la destrucción del reino de Judea, ni el arrasamiento de Jerusalén ni el derrumbe del templo pudieran extinguirlas, brillaban con un destello vivo, iluminando con una luz a la vez dulce e intensa todos los rincones y los detalles de la maravillosa arquitectura de esta cripta sin par esculpida en la roca viva” (3).

(Continuará)

Notas:
1. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala. “La Cábala Judeocristiana”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006.
2. Son los tres jefes del Agartha, los mismos que visitan a Jesús en la cueva-pesebre y lo reconocen como rey, sacerdote y profeta. Van a Belén, Bet-Lehem, la ciudad del pan, o sea que la piedra que Jacob erige en Betel para señalar a Luz se transforma ahora en pan. Y nos dice Guénon al respecto: “El Mahânga ofrece a Cristo el oro y lo saluda con el apelativo de rey; el Mahâtma le entrega incienso y lo saluda como sacerdote; por último, el Brahâtma le da mirra (bálsamo de incorruptibilidad, imagen de la âmrita) saludándolo como profeta o maestro espiritual por excelencia”. René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003. Nótese finalmente que los Tres Magos de esta leyenda vienen de Babilonia, y como acabamos de ver el linaje de Hiram se extiende por aquella región.
3. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998.

Imagen:
1. Los Reyes Magos. Mosaico de la Basílica de San Apolinar el Nuevo, siglo VI. Rávena, Italia.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



viernes, 25 de julio de 2025

La Cábala y el Agartha (3ª parte)

3. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y he aquí otra de las sorprendentes revelaciones de este relato que sigue las pistas del centro sagrado subterráneo, Luz o Agartha, a lo largo del devenir cíclico. Tubalcaín le explica a Hiram que ante la inminencia de una gran inundación, invocó al espíritu del fuego el cual fundió las piedras y las rocas y excavó larguísimas galerías subterráneas en las que pudieron refugiarse él y todos los suyos. Estas rutas subterráneas desembocaban en la llanura de Guizeh, y a fin de preservarlas del diluvio, dice Tubalcaín que reunió a la raza de los gigantes y conjuntamente erigieron una inmensa pirámide que habría de perdurar hasta el fin del mundo; la sellaron completamente con betún y el mismo Tubalcaín tapió la pequeña puerta el último día del mundo viejo, quedando a cubierto todo lo que debía ser resguardado para ser sacado de nuevo a luz al remitir las aguas. Es muy significativo que este templo-pirámide sea levantado en otro lugar muy importante desde el punto de vista de la geografía sagrada, Egipto, cuna de la Tradición Hermética, lugar donde de nuevo se hace evidente la conexión cielo-tierra-inframundo y donde se cobijaron, según esta leyenda, los “hijos de la Luz” esperando que pasase el gran diluvio. Cabe señalar que en su relato, Tubalcaín explica que muchos de sus compañeros se iban quedando en distintas localizaciones de las muchas galerías que excavaron, lo que da idea de la gran extensión de ese mundo subterráneo protector y protegido.

Además, esa misma pirámide será posteriormente la tumba de Tubalcaín, y según otras fuentes, lo es de Hermes (1), o sea un “libro pétreo” en cuya estructura se fijaron de modo críptico todos los saberes antediluvianos emanados de la Tradición Unánime, tanto astronómicos, como aritméticos, geométricos, constructivos, en definitiva cosmogónicos y metafísicos de los que esta entidad espiritual eterna llamada Eblis, Hermes, Caín, Henoch, Tubalcaín e Hiram es depositaria y transmisora a través de los tiempos. Tras el diluvio, el linaje de Tubalcaín se perpetúa en su hijo Kous, padre de Nemrod, el cual funda Babilonia... pero aquí nos detendremos pues ya hemos destacado lo que nos interesaba: los rastros del Agartha en la tradición hebrea y el nombre con el que se lo identifica, Luz; la ascendencia divina de sus habitantes y su función de guardianes y transmisores de la tradición, así como una cuestión final, que se anota tanto en esta leyenda, como en las informaciones aportadas por Saint-Yves y en la leyenda que explicaremos a continuación: el hecho de que la transmisión de la influencia espiritual del representante del Centro del Mundo a su sucesor se produce en una cripta bajo tierra.


Del relato de Saint-Yves, que como sabemos bebe de fuentes hindúes, extraemos este fragmento:

Pero este alto Sacerdote me parece aún más grande cuando, despojado de sus insignias, entra solo en la cripta sagrada donde yace su predecesor y lejos de la pompa ceremonial, de todo adorno, de todo metal, de toda joya, se ofrece al Ángel de la Muerte en la más absoluta humildad.
¡Terrible y extraño Misterio teúrgico!
Allí, sobre la tumba del Brâhatma anterior, hay un catafalco cuyas franjas indican el número de siglos y de Pontífices que se han sucedido.
A este ara fúnebre, sobre el que reposan ciertos aparatos de la Magia sagrada, sube lentamente el Brâhatma con los rezos y gestos de su antiguo ritual.
(...) A medida que el Brâhatma prosigue sus oraciones mágicas, el alma que invoca actúa desde lo alto de los cielos a través de siete láminas, o mejor siete conductos metálicos, que partiendo del cadáver embalsamado, se reúnen ante el Pontífice de los Magos en dos tubos verticales.
Uno es de oro, el otro de plata, y corresponden, el primero al Sol, a Cristo y al Arcángel Mikael, y el segundo a la Luna, a Mahoma y al Ángel Gabriel.
A medida que prosigue la invocación misteriosa del Brâhatma, las Potencias van apareciendo ante sus ojos.
Siente y escucha al alma a la que llama, ésta es atraída espiritualmente por sus invocaciones...
Entonces, en la Lengua universal de la que he hablado, se establece un diálogo teúrgico entre el Soberano Pontífice evocador, y los Ángeles que traen hasta él, desde lo alto de los cielos, las respuestas que se dan a sus preguntas.
Los signos sagrados dibujan en el aire las letras absolutas del Verbo.
Mientras que se desarrollan estos Misterios, mientras se escucha la Música de las Esferas Celestes, un fenómeno sorprendente, aunque de tipo semifísico sucede en la tumba.
Del cuerpo embalsamado sube lentamente hacia el Brâhatma que está orando, una especie de lava perfumada, en la que se pueden ver numerosos filamentos y arborescencias extrañas, semi-fluídicas y semi-tangibles.
Es la señal que indica que, desde el lejano antro que habita, el alma del Pontífice anterior, lanza, a través de la jerarquía de los Cielos y de sus Potencias celestes, los rayos concentrados de todos sus recuerdos, sobre la cripta sagrada donde reposa su cuerpo. (...)
Así es en el Agartha, así fue en las pirámides de Egipto, en Creta, en Tracia y hasta en el Templo druídico de Isis en el propio París, donde ahora se eleva Notre Dame, el Misterio supremo del Culto a los Antepasados. (...)
Incluso entre los altos iniciados hay muy pocos que sepan lo que acabo de contar sobre el Misterio de la Cripta fúnebre...
(2).

Esta transmisión de la influencia espiritual es también la que ha recibido Hiram directamente de Tubalcaín en su periplo subterráneo, donde ha ligado con la cadena de unión que pende del primer ancestro, el hijo del Ángel de la Luz, Caín. Y esa misma semilla de inmortalidad que Hiram porta en su interior le da la fuerza para completar su misión, la construcción del templo que le ha encomendado Salomón, y también para perpetuar su linaje, pues en la leyenda se sigue contando que quien tiene trato con la reina de Saba es Hiram y no Salomón, y que de su unión nacerá un vástago que dará origen a la secta de los Sabeos, unos de los guardianes de los saberes del Agartha a partir de entonces, aunque adentrarnos en esta investigación nos alejaría del cometido de estas meditaciones.

(Continuará)

Notas:
1. Ver de René Guénon el artículo “La Tumba de Hermes” publicado en “Ante el Fin de los Tiempos. Estudios sobre ciclología”: https://ciclologia.com/guenontumbadehermes.htm
2. Saint-Yves d’Alveydre. La misión de la India en Europa. Luis Cárcamo editor, Madrid, 1988.

Imagen:
1. William Blake. Henoch, 1806.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



lunes, 14 de julio de 2025

La Cábala y el Agartha (2ª parte)

2. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y así como Jacob identificó uno de estos puntos ligados directamente al Centro del Mundo y erigió un altar sobre la antigua ciudad de Luz, más adelante, cuando las doce tribus (1) se distribuyen la Tierra Santa, se asientan y se construye Jerusalén, también en esta ciudad se levantará un templo justo en el lugar donde se manifiesta nuevamente la conexión cielo, tierra e inframundo y donde hay, por tanto, otra de esas “puertas” que conducen a la oculta ciudad de Agartha-Luz.

En una antigua leyenda de aquellas que narraban los cuenta cuentos de los cafés de Constantinopla hasta bien entrado el siglo XIX, se guarda uno de los pasajes más misteriosos del descenso de un elegido a ese mundo subterráneo en el que se esconde Luz. Ya apuntábamos más arriba que es bien asombroso ver cómo ciertos elementos doctrinales de primer orden se transmiten a través de canales insospechados, fuera de la “ortodoxia oficial”, conteniendo, sin embargo, informaciones del todo fidedignas. El pasaje en cuestión está incorporado dentro del relato de la visita de la reina de Saba o Balkis al rey Salomón en Jerusalén con el fin de escrutarlo acerca de su sabiduría y para poder también contemplar el templo que ha hecho levantar a la deidad bajo la dirección del arquitecto Hiram, ser misterioso del que se desconoce su ascendencia y harto diestro en las artes constructivas y metalúrgicas al que traicionan unos obreros que quieren impedir el éxito de la empresa, justo en el momento clave de la construcción del mar de bronce, provocando una catástrofe que sume al maestro en una profunda desesperación. Es entonces cuando se le aparece la sombra gigantesca de uno de sus antepasados, Tubalcaín, diciéndole que ha venido para conducirlo nada más y nada menos que al “centro de la tierra”; una vez en su interior le comunica que allí “se eleva el palacio subterráneo de Henoch, nuestro padre, que el Egipto denomina Hermes y que en Arabia se honra con el nombre de Idris” (2). Desde luego que aquí le está empezando a revelar la genealogía suprahumana a la que ambos pertenecen, transmisión que culmina en el momento que le explica:

Tus pies pisan la gran piedra esmeralda que sirve de raíz y pivote a la montaña Kaf; has abordado el dominio de tus padres. Aquí reina sin división el linaje de Caín. Bajo estas fortalezas de granito, en medio de estas cavernas inaccesibles, hemos podido encontrar por fin la libertad (3).

Y tras guiarlo por los pasadizos subterráneos de ese santuario de fuego del que proviene el calor de la tierra y donde una legión de obreros repartidos por muchas regiones preparan todos los metales que se distribuyen por las venas del planeta, lo lleva al encuentro del primer ancestro, Caín, quien le transmitirá que en verdad no es hijo de Adán, sino de Eva fecundada por Eblis, “el Ángel de la Luz”, el cual desliza una de sus chispas de fuego divino en el seno de la mujer, dando ésta a luz a un ser divino y humano a la vez, y por tanto superior por esta ascendencia a los hijos del primer hombre, Adán, hecho sólo de barro. Y es justamente este linaje encabezado por el “hijo de la Luz”, Caín, el que será depositario de todos los conocimientos cosmogónicos y metafísicos que generosamente legará a la humanidad, la que sin embargo siempre lo rechazará, a él y a su descendencia por el mal comprendido “asesinato” de Abel (4).


Pero sigamos con ese viaje por las entrañas de la tierra en el que Hiram guiado por Tubalcaín se encuentra a continuación con el hijo de Caín, Henoch (5), el constructor de la primera ciudad, Henochia, y el transmisor de las artes y las ciencias, las leyes y la cultura a todos los hombres, labor que continuaron los de su linaje, hasta llegar a Lamek y sus cuatro hijos, uno de los cuales es justamente Tubalcaín, el forjador de todos los metales, conocedor de las artes de la transmutación alquímica tanto material como espiritual, el que ahora anima a su sucesor, Hiram, a completar la alta labor que tiene entre manos. Y ello lo hace activando el fuego del espíritu divino que anida en el centro de su ser, pues nada ni nadie puede destruir este linaje de procedencia suprahumana, que además sobrevive al diluvio cobijándose, no en el arca de Noé, sino bajo tierra.

(Continuará)

Notas:
1. Recordar que 12 es el número simbólico de los integrantes que conforman un centro sagrado secundario hecho a imagen y semejanza del centro supremo.
2. Gérard de Nerval. Voyage en Orient. Imprimerie Nationale de France, París, 1950. Destacar que Kaf o Qâf es el símbolo de la “montaña polar”, de la que nos dice René Guénon: “Por otra parte, según la tradición árabe, el Ruj o Fénix no se posa jamás en tierra en otro lugar que no sea la montaña de Qâf, o sea de la ‘montaña polar’; y de esta misma ‘montaña polar’, designada con otros nombres, proviene en las tradiciones hindú y persa el soma, que se identifica con el ámrta, o ‘ambrosía’, bebida o alimento de inmortalidad”. Ver el capítulo “La tierra del sol” de René Guénon en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1988. Por otra parte, señalar también que en el punto más bajo del eje que atraviesa la montaña polar figura una piedra esmeralda, la que se dice se desprendió de la frente del Ángel de la Luz y con la que los ángeles tallaron la copa que habría de contener el elixir de la inmortalidad. Además es la piedra que da nombre a la Tabla de Esmeralda, la síntesis de los principios doctrinales de la Tradición Hermética.
3. Gérard de Nerval. Voyage en Orient. Imprimerie Nationale de France, París, 1950.
4. Los cainitas son el prototipo de los iniciados, de aquéllos que reconocen su naturaleza divina y suprahumana y la posibilidad de reconquistar el estado edénico, y aún lo que está más allá de él, gracias al trabajo operativo sobre su alma. En este sentido, el asesinato de Abel significa el sacrificio de lo simplemente humano en pos de la plena restauración de la auténtica ascendencia divina.
5. En la Biblia aparecen varios Henoch, siendo dos los más importantes; el primero es éste del que venimos hablando en la leyenda, el hijo de Caín, constructor de la ciudad antediluviana. El otro es hijo de Yéred, o sea descendiente de Set (hijo de Adán y Eva), y del cual se dice que anduvo con Dios y que se lo llevó al cielo sin pasar por la muerte. Se le atribuye El libro hebreo de Henoch, un texto fundamental de la Cábala del Carro y de la Literatura de los Palacios. Ver la nota de Marc Garcia El Libro Hebreo de Enoch en el apartado de “Notas y Reseñas”. Pero en todo caso, aún y tratándose de dos personajes distintos, ambos encarnan una misma energía, depositada en su nombre, ya que con las mismas letras hebreas se designa a la educación, la enseñanza, la iniciación y la consagración, o sea todo lo relacionado con la transmisión que es lo que en verdad es la tradición.

Imagen:
1. Tubalcaín en la leyenda de Hiram, dibujo de Pierre Méjanel.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



jueves, 19 de junio de 2025

La Cábala y el Agartha (1ª parte)

1. Luz o el Agartha en la tradición judía


El nombre que recibe el Agartha en la tradición judía es Luz. En Gen XXVIII 10-22 se relata el sueño de Jacob donde vio una escalera apoyada justo en la piedra que se había colocado como cabezal. La cima de la escalera tocaba los cielos y por ella subían y bajaban los ángeles. Al despertar exclamó:

“¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!” Y asustado dijo: “¡Que temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!” Levantóse Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz (1).

Tiempo después, Jacob volvió a pasar por ese lugar:

Jacob llegó a Luz, que está en territorio cananeo –es Betel– junto con todo el pueblo que le acompañaba, y edificó allí un altar, llamando al lugar El Betel porque allí mismo se le había aparecido Dios cuando huía de su hermano (2).

Además de referirse a esta ciudad oculta muy antigua, como veremos antediluviana y directamente vinculada con Henochia –la primera ciudad levantada por Henoch, el hijo de Caín–, la etimología de luz en hebreo significa dos cosas más al mismo tiempo; por un lado tiene el sentido de “almendra” y por extensión de “almendro”, designando tanto al árbol como al fruto o al hueso del fruto que por su dureza simboliza lo inviolable que protege el germen albergado en su interior; por otra parte, también se refiere a una partícula ósea indestructible alojada en la base de la columna vertebral y de la que se dice que “contiene los elementos virtuales necesarios para la restauración del ser” o para obrar la resurrección del cuerpo al final del ciclo de la presente humanidad gracias al influjo de “la rosa celestial, revivificadora de las resecas osamentas” (3); o sea que dicha partícula indestructible alberga el “núcleo de inmortalidad” de igual modo que la ciudad Luz es la “morada de la inmortalidad”, es decir, de la esencia de la Tradición, de su doctrina perenne emanada de la Tradición Primordial. En todos los casos se está refiriendo a la Verdad eterna ahora oculta, escondida, ya sea bajo tierra, o en el interior del cuerpo humano, o si nos referimos a la almendra, dentro de su hueso. Además, R. Guénon nos revela lo siguiente, según unas informaciones extraídas de la Enciclopedia Judaica que religan las simbólicas que acabamos de mencionar:

Cerca de Luz existe, se dice, cierto almendro (también llamado luz en hebreo) en cuya base se encuentra un hueco desde el cual se accede a un subterráneo; y tal subterráneo conduce a esa misma y completamente oculta ciudad (4).

Pero, ¿hay que tomarse al pie de la letra la localización de Luz según los pocos pasajes de la Biblia que la citan o es más bien el sentido simbólico el que interesa escrutar principalmente? ¿Y cómo es que poco o nada más se explica de Luz en las fuentes oficiales siendo entonces necesario recurrir a otros canales más escondidos para seguirle la pista? Pero veamos el tercer momento en el que la Biblia la menciona:

También la casa de José subió a Betel: Yahveh estuvo con ella. La casa de José hizo una exploración por Betel. Antes la ciudad se llamaba Luz. Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: “Indícanos la entrada de la ciudad y te lo agradeceremos”. Él les enseñó la entrada de la ciudad: la pasaron a cuchillo, y dejaron libre a aquel hombre con toda su familia. El hombre se fue al país de los hititas y construyó una ciudad, a la que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha (5).

Extraños son los senderos por los que la Tradición Primordial y el centro sagrado que la conserva en el Kali Yuga –el Agartha o Luz para la Cábala– se perpetúan en el tiempo y se exteriorizan en diversas localizaciones, siendo sin embargo idéntica su simbólica. No deja de sorprender que en este caso recién citado sea el propio traidor de Luz el único que se salve de la masacre, y que justamente él y su familia refunden la ciudad en otro lugar, aunque también puede verse en este personaje a un integrante del Agartha custodio de la tradición que no se la guarda para sí, sino que la revela a quien se la pide. En todo caso, ya se trate de uno u otro, el gesto que realizan es el de levantar un mundo nuevo conforme a los lineamientos emanados del Principio Supremo legislador del Agartha –el Rey del Mundo o el Manu según ya hemos visto–, lo que da idea, ante todo, de que el Agartha es ubicuo, siendo sus manifestaciones aquí y allí los símbolos de la idea del Centro del Mundo alojado en verdad más allá de las coordenadas espacio-temporales, en el u-topos. De ahí su presencia eterna, reconocible y accesible para toda la humanidad –cual la montaña, en el inicio del ciclo cósmico– o bien oculto en lo más recóndito de la caverna al final de los tiempos, donde muy pocos llegan a identificarse con él pero en todo caso, siempre ubicado sobre el mismo eje que atraviesa la montaña polar.

(Continuará)

Notas:
1. Betel en hebreo significa la “Casa de Dios” y el texto nos dice también que es la puerta del cielo. Si atendemos a la etimología de cielo en diversas lenguas, en todas ellas significa “‘lo que cubre’ o ‘lo que esconde’, pero también ‘lo que está escondido’, y este último sentido es doble: se trata de lo que se esconde a los sentidos, el ámbito suprasensible; y es también, en los períodos de ocultación o de oscurecimiento, la tradición que deja de manifestarse de manera exterior y abierta, transformándose entonces el ‘mundo celestial’ en ‘mundo subterráneo’”. René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003.
2. Biblia de Jerusalén. Gen XXXV, 6-7. Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.
3. René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003.
4. Ibid.
5. Biblia de Jerusalén. Ju I, 22-26, op. cit.

Imagen:
1. Bartolomé Esteban Murillo. El Sueño de Jacob, 1660-1665, Museo del Hermitage, San Petersburgo.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



viernes, 6 de junio de 2025

5. Himnos Cabalísticos

A Luzbel

Al brillante, al de la luz más pura,
al que luce el tercer ojo diamantino
conocedor del sentido de eternidad;
el que se sacrifica y abandona el estado de unidad
atraído por la fuerza de la gravedad,
arrastrando tras de sí una multitud de ángeles.
A ti, Luzbel, entono este himno.
Tú que acarreas la pesada carga de un ciclo completo,
y en tu caída derramas chispas en los cuatro mundos,
manteniendo vivo el recuerdo del paraíso.
Tú que promueves las uniones de toda tu milicia
con las bellas hijas de los hombres,
asegurando así los maridajes del cielo y de la tierra,
y haciendo que una gota de luz se geste en cada vientre.

Tú que has descendido hasta el polo inverso del universo adoptando el nombre de Sandonfón,
muéstrate ahora con la plenitud de tu esplendor a tus iniciados,
fulmina todos sus errores y desviaciones,
y al resucitarlos de la muerte que los mata,
deposita en sus manos la copa que contiene el elixir de larga vida.
Tallada por los ángeles de la esmeralda desprendida de tu frente,
ha viajado a través del tiempo cayendo poco a poco en el olvido
hasta quedar oculta, casi perdida...

Pero no, no, no,
triple negación de todo lo que te niega.
El sagrado cáliz contiene todavía la esencia de la doctrina intacta.
Cantamos bien alto que hemos oído la voz de una sabiduría imperecedera,
que nos han transmitido una enseñanza indestructible,
que nos han instruido con libros veraces,
y guiados por esta luz, que es tu luz,
vamos remontando cumbres hasta la fuente original.
Tu nombre, Luzbel, contiene la partícula indestructible
que alojada en la raíz de la columna, resucitará en el último instante
a todos los seres devolviéndolos al punto inmutable, origen del universo.

¡Haz que nos mantengamos firmes en la realización de lo que somos!
Otórganos el don de la clarividencia
y acepta nuestro gesto de entrega y lucha para que al cerrar este ciclo cósmico
no quede ni una sola semilla por retornar a la matriz.
Que una vez restituido tu tercer ojo,
cese todo trabajo y movimiento y el brillo de tu esplendor
abra una estrecha brecha hacia la más que luminosa Oscuridad de la esencia.





Imagen:
1. Luzbel.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



martes, 20 de mayo de 2025

4. Himnos Cabalísticos

A la Shekinah

Te invoco y actualizas en mí tu recuerdo,
inmanencia de lo Absoluto,
águila que me raptas hacia lo más alto
infundiéndome la memoria del Uno.

Se diría que te es indiferente mi gesto,
tal tu generosidad sin par.
Pues te entregas a cada momento
aunque ya ha tiempo
que tu puerta está sin golpear
por éste, sumido como está
en un módico tedio
del que no alcanza a zafar.
(¡tantos años!)

En nuestro trato,
tu tercio es dar
(y a fe mía que siempre das)
y mis dos terceras partes, acoger y retornar.
Y como en nuestra empresa
las cosas van por unanimidad,
si un accionista no concurre a la asamblea,
¿qué obra se podría operar?

Pero me has llamado por mi nombre.
Te oí ayer en mi sueño
(¿eras tú, verdad?)
y me despertaste.
Te he buscado en el bosque
donde tu presencia solía intuir.
Y mira tú por dónde
es hoy aquí,
en este otro lugar sin acondicionamiento,
que te descubro sentada ante mi asiento.
Y aquí me tienes,
diciendo:
¡Shekinah!
Tu nombre que también es mi nombre,
porque soy lo que tu eres,
amante que vienes a mi encuentro.





Imagen:
1. Nombre Divino: Shekinah.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



lunes, 5 de mayo de 2025

3. Himnos Cabalísticos

A Metatron

He buscado y rebuscado el origen de tu nombre,
y en ningún lugar lo he encontrado.
¿Será por tu proximidad al Dios Desconocido?
No se sabe de dónde viene,
no procede de esta o aquella tradición,
sin embargo todas te conocen
y proclaman tu preeminencia en el empíreo.
Los que no se adscriben a ningún bando lo pronuncian en secreto,
Metatron,
los de espíritu libre, viajeros de pisada firme y vuelo vertical.

Eres rayo, luz fulminante y fecundante,
fuerza que penetra todos los estados por su centro,
potencia activa del Principio.
Príncipe de la Faz –sólo una letra te separa de la Paz–,
eres el jefe de todas las jerarquías celestes,
el testimonio de la Verdad,
el que no deja ningún espacio a la dualidad
y canta sin desmayo la Gloria del Innombrable.

En soledad te invoco, una y otra vez,
Metatron, Metatron, Metatron,
desenmascara el error y la estúpida ignorancia,
mantén a raya a los feroces enemigos,
doblega sin esfuerzo al Adversario.
Derrama el rocío del cielo
y resucita de las cenizas a tus iniciados,
azúzalos con tu sacudida eléctrica,
levántalos del tedio, del miedo, la pereza o la soberbia
y arráncalos de este fastidioso fango.

Joven, eres el más joven,
el intrépido habitante de la cúspide de la montaña cósmica
coronado con las letras generatrices de todo lo nombrable.
Pequeño YHVH, así recibes a los que te encarnan,
les dices: “Eres el brillo de mi rayo”,
y de este modo, ¡oh maravilla!,
se opera el milagro de una sola cosa
entre el conocedor y lo conocido por el rito del conocimiento.

Dispuesta está la Shekinah a recibir permanentemente tu influjo,
y preñada de tu savia,
no deja ni un instante de alumbrar espacios vírgenes.
Ahora esperamos tu retorno,
Metatron,
ya sea bajo el ropaje de Enoch, Elías o Jesús,
o con el de aquél o aquélla que has raptado
y sabe que no media distancia alguna entre “tú y el otro”.

Misterioso, poderoso, rotundo,
ilumina esta asamblea reunida en el centro subterráneo,
y aspira su aliento para devolverlo al Origen.
¡Que tu nombre perdure hasta el fin de los tiempos,
y sea el que insufle renovada vida al eón que se avecina!





Imagen:
1. Nombre Divino: Metatron.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



jueves, 24 de abril de 2025

2. Himnos Cabalísticos

A Shaddai y otros nombres del Innombrable

Son tantos los nombres con que se te canta, deidad Innombrable, que comenzaremos por deletrear las cuatro letras del Tetragramaton, iod, he, vau, he, de las que emanan los cuatro planos simultáneos de tu Ser. Sin ser judíos, o tal vez siéndolo, reconocemos el alcance de estas grafías tan acordes con la sagrada Tetraktys, símbolo de la hermandad entre las distintas ramas de la Tradición a la que pertenecemos, la Hermética, la emanada del Verbo que se ha encarnado haciéndose hombre, Ieoshuah; en nuestra lengua, Jesús.

Señor, Mi Señor, Adonai, con esta invocación que no indica posesión sino una profunda filiación contigo, se abre la puerta (delet) a mi auténtico Yo (Ani). Y ahora, ¿qué rumbo tomar, qué dirección en este universo invisible concebido en el pensamiento de Yah?

El, Elohim, Eloha, triple cantinela creacional que ubica los cuatro arcángeles en las esquinas del mundo, Gabriel, Rafael, Miguel y Uriel. ¿Quién como tú? Si tú eres mi fuerza, mi medicina y mi luz. Y así me balanceo entre los dos interrogantes –Mi (¿Quién?) y Mah (¿Qué?)– que son las fronteras de la caja-cubo cósmica, donde tu espíritu ruaj va trazando senderos invisibles con las letras-llamas dando vida a nefesh y neshamah.

¡Haim, eres la fuente de la vida en toda su extensión! Inspiro tu aliento que introduce en mis adentros el nombre de las 10 sefiroth y un Árbol invisible se va iluminando en mi conciencia. ¡Soy el que Soy!, pero no lo veo inscrito en la zarza ardiendo, sino en el centro del corazón, albergue de la más alta intuición. ¡La Unidad (Ejad) que lo abarca todo y es una con Ahavah, el Amor! Hasta que con la exhalación todo se va descomponiendo y desaparece el Árbol que soy, y me sumerjo en un caos amorfo, que vuelve a ordenarse cuando tu divina inmanencia, la Shekinah, se abre al rayo fecundo de Metatron.

Ángel de la Faz, preséntame a tu par, al misterioso Shaddai, el Todopoderoso, oculto al igual que tú en la cifra 314. Tú que todo lo puedes, Tú que todo lo incluyes, Tú que eres umbral y catapulta hacia El Elion, el Dios Altísimo de Melkitsedeq, descorre el velo que esconde tu rostro. En la intimidad de un espacio sin coordenadas, de un tiempo sin minutos ni segundos, he aquí que descubro que yo soy tú, sin más, sin testigo ni aval. Con temor ante tamaña grandeza y por no caer en la soberbia –siempre al acecho, pues el ego se crece con un pestañeo–, vuelvo a concentrarme en lo más pequeño, en la letra seminal, en la iod con la que concluye tu nombre, Shaddai y se inicia el Tetragramaton.

Más no diré, pues es imposible hablar de la simultaneidad que abraza el siendo de todos los ángeles, por eso concluyo este himno y alabanza repitiendo tu Nombre, Hashem, y recordando la paradoja que, “Tu nombre es silencio, no el silencio audible de la belleza, ni siquiera la música perfecta de las esferas. Tu nombre es No” (1), Lo, Nada, Ain, En Sof, Sin Fin.




Nota:
1. Federico González. En el vientre de la ballena. Textos alquímicos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2024.

Imagen:
1. Nombre divino: Shaddai.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



lunes, 7 de abril de 2025

1. Himnos Cabalísticos

Al Árbol de la Vida

Comienzo por cantar al jardinero que sembró al voleo las semillas del Árbol cósmico. Canto su ímpetu, su amor, su destreza en el arte de modelar y dar forma a las ideas, repitiendo sus nombres y el orden de la emanación, un día tras otro, sin descanso, sin enmienda, a golpe de verso y conjugando rigor y gracia mientras se fuma un puro sentado en la butaca del centro.

Canto al corazón arado que recibe la simiente y la deja germinar desde la más recóndita oscuridad cada vez que recuerda los nombres de las 10 esferas que al mismo tiempo son, como se sabe, numeraciones sagradas.

Canto al uno, al dos y al tres, triángulo primordial cuya cúspide es Kether, la corona del cosmos, el Uno sin par. De ti brotan todas las potencias sin que tú salgas jamás de tu mismidad. ¡Que toda la conciencia se concentre en este punto! Y veremos pasar mundos, días y años, abriendo y cerrando ciclos mientras el universo se levanta y se destruye apoyado en las siete sefiroth de construcción, cuyos nombres incanto desde Malkhuth hasta Hesed, para entregar el alma a sus más altas instancias más allá del abismo, Tehom.

Canto a la Inteligencia, Binah, que alumbra todos los mundos y se encierra en el regazo de la Sabiduría, del semillero cósmico, Hokhmah; equidistantes diosas que se equilibran en Daat. ¡Venga a nosotros el Conocimiento! Que se abra el tercer ojo hacia el punto más elevado del cielo, liberándonos así del peso de cada esfera hasta alcanzar las raíces implantadas allende la Corona, en el En Sof insondable.

Árbol de Luz que das la vida, que la recreas con el residuo, reshimu, de la divinidad más oculta. ¡Que por tu intermedio todos los que nos hacemos uno con tu tronco, tus ramas, frutos y raíces, ardamos en tus cenizas, devolviendo tu núcleo indestructible, Luz, a su origen increado! Y a medida que recorremos los 32 senderos de Sabiduría nos vamos fundiendo, sin confusión, en el secreto del Misterio absoluto.





Imagen:
1. Árbol de la Vida Sefirótico.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



miércoles, 26 de marzo de 2025

Los diez primeros himnos

Con este decálogo comienzan los cantos. Diez y no nueve, diez y no once, como las 10 esferas del Árbol de la Vida, como las 10 numeraciones de la Sagrada Tetraktys. Esto es así porque es arquetípico. Desde el Agartha, invisible como el centro de la rueda, se salvaguarda esta enseñanza intemporal y se disparan las flechas hacia todo el contorno del círculo.

A los Iniciados del Crepúsculo

Ser testigo y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.
Loados sean los dioses, potencias divinas que lo manifiestan:
desde Egipto, pasando por Grecia y Roma, Alejandría y las potencias de la Gnosis;
las tradiciones del libro y la Cábala, la historia sagrada de Occidente; las tradiciones orientales y precolombinas,
pues todas ellas expresan lo sagrado a través del tiempo.

Por eso, mediante las labores de Saturno,
el iniciado se empeña en encontrar claves simbólicas,
llaves que abren las puertas de la Obra divina:
a la que el alquimista se suma con gran paciencia y tesón,
así, cuando comprende su esencia,
queda maravillado de los prodigios de la Naturaleza.

Y entonces,
entonces abre su alma al vuelo del espíritu.
Y todo ello por querer conocerlo todo sin saber nada de nada,
pues la ignorancia es el suelo que pisamos a diario en nuestro quehacer sacro.
En hora tardía,
como si de un anunciado ocaso se tratara,
alzamos nuestra mirada al Cielo y con los pies en la tierra,
recordamos la Dignidad del hombre proferida por Pico:

“Te he puesto en el centro del mundo
para que más cómodamente observes cuanto en él existe.
No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal,
con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo,
te informases y plasmases en la obra que prefirieses.
Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias,
podrás regenerarte, según tu ánimo,
en las realidades superiores que son divinas”
(1).

Sabedores de que Eros es la fuerza que cohesiona toda la creación, a este dios “pícaro y sinvergüenza” pues, nos encomendaremos; no en vano reúne las energías de Marte y Venus en cópula celestial, en la perpetua conjugación de contrarios.

Rastrearemos, pues, en nuestro quehacer cotidiano,
el simbolismo derramado por los iniciados de la cadena Áurea:
recorreremos el laberinto,
viviremos el mito,
seremos peregrinos y actores,
subiremos y bajaremos del Cielo a la Tierra,
cuales seres pneumáticos encarnando la Cosmogonía,
e, inspirados por las meditaciones cabalísticas,
buscaremos la salida del Cosmos,
vieja prebenda otorgada por el Creador al Hombre Verdadero:
la Libertad por el Conocimiento.

Con el Recuerdo del Ahora siempre presente,
a través de la Historia Sagrada de Occidente,
estamos atentos y, de forma consciente,
siempre empeñados en el cultivo de la voz sagrada,
cada vez menos escuchada,
cada vez menos comprendida, y hasta negada.
Pues vivimos el tiempo de una humanidad cada vez más alejada
de los dioses que habitan el alma del hombre y del mundo.
Y entonces, su recuerdo se tiñe de olvido.
Sean pues las siete cuerdas de la lira de Orfeo,
las siete vibraciones que la melodía de las esferas danza,
las siete cifras de construcción cósmica y el sintético sello de Salomón.
Ahora que el carro de Helios se muestra en toda su majestad cíclica, cantamos:

¡Evohé Bacantes!

De Tracia a Eleusis: ¡Fastos en honor a Dioniso!
Pues el logos divino que emana de Apolo,
alumbra los ciclos y vive en el alma del iniciado.
Somos avatar,
y nos permitimos persistir en nuestra entrega anónima
para ser testigos y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.





Nota:
1. Pico de la Mirándola. Discurso sobre la Dignidad del Hombre.

Imagen:
1. Miguel Ángel. Dioniso, Baco. 1497, Palacio Bargello, Florencia, Italia.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



viernes, 7 de marzo de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 11. La Magia en la época Isabelina

Cerramos el capítulo con un par de referencias más al interesado que desee seguir tirando del hilo en todo este entramado de ideas, apenas una partícula de la punta del iceberg: El mercader de Venecia es una obra que gira en torno a la Ley y la Justicia y su penetración más allá de las apariencias. Se trata de principios emanados del Amor que constituyen la idea de Equidad, de ahí la balanza como uno de sus principales atributos, cuyo fiel nivelado simboliza el eje que atraviesa y religa los mundos o planos que figuran otros tantos grados o estados del Ser Universal. El equilibrio al que nos referimos, supone pues, el punto de cognición de todos esos estados simultáneamente, es decir la conciencia de Unidad.

En otro orden de cosas, la obra Cuento de Invierno representa quizá con más nitidez lo que ya se expuso con anterioridad acerca del traidor, en este caso figurado por la enconada ofuscación que hace mella en el rey de Sicilia, cuyas decisiones le traerán enormes calamidades que no obstante serán revertidas de acuerdo a lo que la profecía de Apolo indica: si lo perdido no se encuentra, el monarca vivirá sin heredero. Y ya que hablamos de oráculos, conviene no perder de vista jamás que el vaticinio en realidad, –nos referimos al auténtico y no a las copias adulteradas que se ofrecen a diario–, más que anticipar lo que se ha de cumplir en el tiempo sucesivo y lineal, enuncia lo que ya es un hecho.

Desde el comienzo se debe advertir que el espacio-tiempo oracular es completamente otro que el que reconocen, de ordinario, los sentidos. El tiempo oracular es siempre presente: lo que le ocurrirá al consultante ya le sucedió, y desde luego eso está pasando en el ahora, siempre perpetuo, y por eso constantemente actual.
Edipo ya está asesinando y cometiendo incesto cuando el oráculo se lo dice. Y entonces la importancia del drama o la comedia pasa a ser secundaria pues se le atribuye su justo valor, y los crímenes y la ceguera de Edipo sólo son efectos, prontuarios psicológicos, o crónicas policiales, cuando no son tomados en su auténtico ser, es decir como paradigmas que se proyectan en el destino de los hombres. La ciencia oracular es sagrada porque tiempo y espacio se conjugan en la simultaneidad del presente.
Por otra parte, el espacio ordinario es global, por él circulan indefinidas anécdotas y se interconectan miríadas de circuitos tan diferentes e individualizados entre sí como perfectamente vanos. Pero el espacio oracular se fija, inmovilizándose, y el tiempo, abolida su dimensión sucesiva, refleja un hecho, fenómeno, o cosa, lo focaliza y lo convierte en símbolo, en gesto o signo visible de la realidad metafísica y la revelación, especialmente si se considera que todo está en todo
(1).

El ejemplo de Edipo se puede aplicar a otras obras y personajes, como es el caso claramente reconocible de Macbeth, y los vaticinios que le hacen las brujas de acuerdo a los designios de Hécate, que lo precipitarán a la muerte.


Un último apunte con respecto a Cuento de Invierno, que debería interesar a los buscadores de lo oculto: Frances Yates en sus investigaciones acerca de la Filosofía oculta en el Renacimiento, explica que los acontecimientos del último acto recuerdan al pasaje de las estatuas vivificadas del Asclepio hermético, que por cierto es equiparable al mito hebreo del Golem, una figura creada por el hombre que cobra vida mediante Magia.

Nota:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Arte”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

Imágenes:
1. Alexandre-Marie Colin. Las tres brujas de Macbeth, 1827.
2. Fotograma de Macbeth, detalle. Dirigida y protagonizada por Orson Welles, 1948.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



jueves, 20 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 10. La Magia en la época Isabelina

Respecto a lo dicho en la entrada anterior acerca de la espagiria, se habrá notado que la medicina a la que nos referimos, no es la que ofrece una supuesta seguridad y un bienestar físico y psíquico lo más estable y duradero posible. Por el contrario, la medicina que estos médicos espagíricos ejercen –común a los chamanes y brujos–, no excluye la enfermedad, antes bien se la considera “un signo psíquico de alteración que puede llevar al paciente a nuevas aperturas de su ser en el camino espiritual puesto que es la vía propuesta por determinadas deidades o espíritus que la promueven para fomentar la posibilidad de una recuperación” (1).

Para los pueblos arcaicos siempre hay una energía, un espíritu en cada cosa, ser, o fenómeno, que subyace a las simples apariencias, y que simboliza de forma directa, determinadas fuerzas presentes de manera constante en el concierto universal; y es en la interacción de esas sutiles vibraciones, representadas por el perenne acoplamiento del cielo y la tierra, a la que ningún humano puede substraerse, donde debe buscarse la causa momentánea del mal, ya sea éste una inundación, o un desarreglo fisiológico, los que no son tomados como perversos en sí mismos y rechazados con un criterio moral, sino como señales de la ira de determinados dioses, que deben ser calmados por el hombre a través del sacrificio y la auto participación en el orden cósmico, lo cual supone una aceptación de todas sus manifestaciones y potencialidades (2).

En El sueño de una noche de verano, Titania recrimina a Oberón que los desarreglos ocurridos en el mundo se deben a sus desavenencias conyugales, lo que coincide con otras cosmovisiones en las que los dioses no son buenos ni malos, sino aspectos de la Unidad que se manifiestan en distinto grado y cuyas relaciones, muchas veces tormentosas, generan desequilibrios y nuevos equilibrios referidos al hombre y al universo –microcosmos-macrocosmos–, sin perder de vista jamás las correspondencias entre uno y otro si es que se pretende la curación. O sea, lo que vienen a ser las operaciones transmutatorias y sus grados de realización, nacimientos y muertes, coagulaciones y disoluciones; un proceso de purificación sintetizado en la expresión hermética: “espiritualizar la materia y materializar el espíritu”.


(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Medicina”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.

Imagen:
1. J. D. Mylius. Anatomia Auri, detalle frontispicio, 1628. Niño de corazón llameante flanqueado por dos emblemas: el pelícano que da de comer a su prole con su sangre y el ave Fénix sobre lecho de fuego para renacer de sus cenizas.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



jueves, 6 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 9. La Magia en la época Isabelina

También la tragedia de Romeo y Julieta escenifica a su manera la paradoja de los opuestos complementarios: dos familias enfrentadas, dos enemigos de cuyas entrañas nacerán sendas criaturas destinadas a amarse en la adversidad, lo que las llevará a entregar la propia vida, muriendo con ello las diferencias entre ambas familias.

Del amor se dice que es la fuerza de atracción de los contrarios u opuestos, el centro de unión donde se concilian las energías verticales y horizontales, activas y pasivas del cosmos y del hombre, haciendo posible el equilibrio y la verdadera concordia (o “unión de los corazones”) universal, de ahí que los antiguos griegos vieran en él al hijo de Afrodita y Hermes, (al igual que su hermana la diosa Harmonía) de donde nace también el Hermafrodita, es decir el Rebis, el cual representa en el ser humano la unión perfecta y armoniosa de su naturaleza masculina y femenina, activa y pasiva, yang y yin. En efecto, es con el fuego del amor, y la sutil pasión que él genera, como se lleva a cabo la obra de la transmutación alquímica, porque ese fuego es el propio amor al Conocimiento y a la Sabiduría, y como decía Leonardo da Vinci: “El Amor es hijo del Conocimiento. El Amor es tanto más elevado cuanto el Conocimiento es más cierto”. A este amor, expresión del amor divino, es al que cantaban los trovadores medioevales, y el que Dante ve personificado en la figura de Beatriz (que simboliza a la Sabiduría), y ciertamente es el que invoca Salomón en El Cantar de los Cantares, en donde se trata precisamente de las “bodas”, “casamiento”, o unión del alma humana con el Espíritu. Asimismo, los humanistas y maestros herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor identificándolos con los misterios de la Muerte, que son, al fin y al cabo, los misterios de la iniciación, y explicaban que morir era ser amado por un dios, y viceversa, que amar era morir o ser muerto por un dios. En realidad se trata de un sacrificio (de un “acto sagrado”), pues no hay nacimiento a la realidad del Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o superación de las limitaciones propias de lo humano (1).


Jugando a conjugar los opuestos, Romeo se refiere al amor como una “cuerdísima locura, hiel que endulza y almíbar que amarga”; y Julieta no se queda atrás al considerar que su único amor nace de su único odio. Fray Lorenzo por su parte, mediador entre los amantes, nos enseña abiertamente que la ciencia de los venenos es la ciencia de los remedios –lo que en definitiva viene a ser la base de la medicina–, la misma que practica Paracelso, otro inclasificable cuya existencia está unida al Misterio y la paradoja. Pero mejor, sea él quien hable:

Nada está exento de veneno. Sólo la dosis hace que una cosa no sea venenosa. (...) Se puede hacer el mal a partir del bien. Lo contrario también es cierto. Nadie puede acusar una cosa sin conocer su transmutación y sin conocer los efectos de su disociación. Lo que es veneno puede ser transformado en no-veneno. (...) Considera la importancia de la separación y de la preparación. (...) Presta atención: en la elaboración de mis medicamentos tomo lo que me parece, pero siempre de tal suerte que el arcano del medicamento sea el opuesto a la enfermedad que combato. Observad detenidamente mi modo de operar: separo el arcano de lo que no lo es. Dosifico el arcano con exactitud (2).

La medicina que practican Fray Lorenzo y Paracelso, condensa las virtudes de las potencias celestes y terrestres que aplicadas convenientemente, disuelven la corrupción restituyendo el equilibrio original. En definitiva ejercen la Espagiria, término que significa “separar y reunir”, como procede en “las ciencias más secretas y más sublimes, que se cumplen por la Spagyria mediante el Fuego, que afecta a todas las cosas” (3), en palabras del gran Heinrich Khunrath, a quien no hemos incluido en el capítulo correspondiente al Teatro de la Memoria, pese a considerar que es el lugar propio de su Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. No obstante, se presenta aquí este extraordinario compendio mágico-teúrgico, para quien quiera ahondar en lo que se trata de insinuar al menos: la medicina como una rama del arte alquímica.

(Continuará)

Notas:
1. Federico González y col. Introducción a la Ciencia Sagrada. “El Amor”, Ed. Symbolos, Guatemala, 2003.
2. Paracelso. Las siete apologías. Ed. Indigo, Barcelona, 2001.
3. Heinrich Khunrath. Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. Ed. Tritemio, Madrid, 2016.

Imagen:
1. Leslie Howard y Norma Shearer en el set de Romeo y Julieta, dirigida por George Cukor, 1936.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.