5. Luz o el Agartha en la tradición judía
Y aquí la leyenda pasa a describir los símbolos atesorados en este corazón del templo. Sobre el piso triangular se levanta un altar de mármol blanco en una de cuyas caras están representados los útiles de la masonería: la regla, el compás, la escuadra, el nivel, la paleta y el mallete; en otra cara, las figuras geométricas del triángulo, el cuadrado, la estrella de 5 puntas y el cubo. Sobre otro lateral las siguientes cifras: 27, 125, 343, 729 y 1331. En la cara posterior, la rama de acacia, y sobre el ara, una piedra de ágata de tres palmos que tiene escrito en su base, con letras de oro, “Adonai”. Los dos Magos adoraron este nombre de la deidad, pero el jefe les dice que en él no está depositada la idea de la Concepción Suprema, y que ha llegado el momento de transmitirles la última enseñanza que hará de ellos unos iniciados perfectos.
Entonces agarra con las dos manos la piedra de ágata, se vuelve hacia sus discípulos diciéndoles “Contemplad, la Concepción Suprema, aquí está. Estáis en el Centro de la Idea”.
Los discípulos deletrearon las letras Iod, Hé, Vau, Hé y abrieron la boca para pronunciar el nombre, pero él les grita: “¡Silencio! Esta palabra inefable no debe salir de ningún labio”.
Seguidamente deposita la piedra de ágata sobre el altar, toma de su pecho la joya del Maestro Hiram y les muestra que tiene grabados los mismos signos.
“Aprended ahora –les dice– que no fue Salomón quien hizo excavar la bóveda de este hipogeo, ni quien hizo construir las ocho que la preceden, ni quien ha escondido la piedra ágata. La piedra fue colocada por Henoch, el primero de todos los iniciados, el iniciado iniciador, que no murió sino que sobrevive a través de todos sus hijos espirituales. Henoch vivió mucho antes que Salomón, antes del diluvio. No se sabe en que época fueron construidas las ocho primeras bóvedas ni ésta excavada en la roca viva” (1).
Los discípulos deletrearon las letras Iod, Hé, Vau, Hé y abrieron la boca para pronunciar el nombre, pero él les grita: “¡Silencio! Esta palabra inefable no debe salir de ningún labio”.
Seguidamente deposita la piedra de ágata sobre el altar, toma de su pecho la joya del Maestro Hiram y les muestra que tiene grabados los mismos signos.
“Aprended ahora –les dice– que no fue Salomón quien hizo excavar la bóveda de este hipogeo, ni quien hizo construir las ocho que la preceden, ni quien ha escondido la piedra ágata. La piedra fue colocada por Henoch, el primero de todos los iniciados, el iniciado iniciador, que no murió sino que sobrevive a través de todos sus hijos espirituales. Henoch vivió mucho antes que Salomón, antes del diluvio. No se sabe en que época fueron construidas las ocho primeras bóvedas ni ésta excavada en la roca viva” (1).
Finalmente, los dos Magos descubren en el muro del hipogeo una última puerta escondida ornada con una vasija quebrada y le piden al Maestro que la abra; pero él se niega rotundamente diciendo que esconde un misterio terrible, un misterio de muerte. Enojados y creyendo que el gran Mago quiere reservarse para sí el secreto, comienzan a pronunciar todos los nombres que habían escuchado de su boca, pero todo es en vano; luego empiezan a decir cualquier cosa que les pasa por la cabeza, hasta que ya desistiendo uno exclama: “No podemos, a pesar de todo, continuar hacia el infinito”. Y al decir En Sof, la puerta se abrió violentamente, ambos cayeron al suelo y una especie de torbellino furioso apagó las luces de los candelabros. Con grandes esfuerzos lograron cerrarla entre los tres y en medio de la más absoluta oscuridad el jefe los impele a retornar por donde han venido, atravesando las nueve criptas y subiendo los cuatro tramos de escaleras sin ninguna luz, hasta que tras largas horas salieron a la superficie justamente a medianoche en punto. Sumidos en una profunda meditación y sin intercambiar palabra alguna se alejaron del templo a paso lento con sus camellos en dirección a Babilonia.
(Continuará)
Notas:
1. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998. Esta leyenda se vincula directamente con otra que también pertenece al grado 13 –el del Caballero del Arco Real–, sobre la que no podemos extendernos, pero sí dar la referencia de un libro que la explica: Le Chevalier de Royal-Arche. La légende d’Énoc, de Percy John Harvey. Ed. Cépanduès, Toulouse, 2018. Solamente destacaremos que en este largo relato, Henoch, que en este caso es el descendiente de Set, tiene una visión en la que se ve transportado a la cima de una gran montaña donde la deidad le revela el Tetragrama grabado en un pectoral de oro; luego se siente conducido bajo tierra, y atravesando 9 bóvedas dispuestas una encima de otra llega al fondo de la novena donde vuelve a ver la joya con las mismas letras del nombre impronunciable, irradiando luz. Tras la visión, el patriarca antediluviano, ante la inminente llegada del diluvio, encarga a su hijo Matusalén que excave nueve bóvedas superpuestas; él por su parte graba el Tetragrama en un triángulo de oro que encastra en una piedra ágata de la misma forma y lo deposita en el fondo de la novena cripta encima de un altar, sellando luego por orden divina cada una de las nueve bóvedas para salvaguardar tan preciado tesoro de la aguas. Tras el diluvio, no es hasta la época de Salomón que se produce el descubrimiento de tal templo subterráneo vertical y el hallazgo de la joya en la cripta más profunda, que será trasladada a la caverna subterránea que Salomón ha hecho construir debajo del Sancta Sanctorum del templo que él ha hecho levantar, pasando a denominarse ese espacio de cripta secreta a cripta sagrada.
1. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998. Esta leyenda se vincula directamente con otra que también pertenece al grado 13 –el del Caballero del Arco Real–, sobre la que no podemos extendernos, pero sí dar la referencia de un libro que la explica: Le Chevalier de Royal-Arche. La légende d’Énoc, de Percy John Harvey. Ed. Cépanduès, Toulouse, 2018. Solamente destacaremos que en este largo relato, Henoch, que en este caso es el descendiente de Set, tiene una visión en la que se ve transportado a la cima de una gran montaña donde la deidad le revela el Tetragrama grabado en un pectoral de oro; luego se siente conducido bajo tierra, y atravesando 9 bóvedas dispuestas una encima de otra llega al fondo de la novena donde vuelve a ver la joya con las mismas letras del nombre impronunciable, irradiando luz. Tras la visión, el patriarca antediluviano, ante la inminente llegada del diluvio, encarga a su hijo Matusalén que excave nueve bóvedas superpuestas; él por su parte graba el Tetragrama en un triángulo de oro que encastra en una piedra ágata de la misma forma y lo deposita en el fondo de la novena cripta encima de un altar, sellando luego por orden divina cada una de las nueve bóvedas para salvaguardar tan preciado tesoro de la aguas. Tras el diluvio, no es hasta la época de Salomón que se produce el descubrimiento de tal templo subterráneo vertical y el hallazgo de la joya en la cripta más profunda, que será trasladada a la caverna subterránea que Salomón ha hecho construir debajo del Sancta Sanctorum del templo que él ha hecho levantar, pasando a denominarse ese espacio de cripta secreta a cripta sagrada.
Imagen:
1. Tetragrama.
1. Tetragrama.
Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.
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