Las jerarquías angélicas y el orden del cosmos
Tras el impresionante relato de su transmutación, Metatron instruye a Rabí Ismael sobre los “grandes príncipes, los bellos, los venerados, los maravillosos, los honorables” regentes angélicos que junto a sus cohortes (1) rigen los cielos sobre los que se eleva la Merkaba, estados del Ser o planos intermediarios a caballo del grado de la existencia sobre el que se proyecta nuestra conciencia ordinaria y del mundo de los principios ontológicos. Son siete cielos —como siete son las sefiroth de construcción cósmica del Árbol de la Vida— y estos son sus gobernantes:
Michael, el gran príncipe, está asignado al séptimo firmamento, el superior, que se encuentra en Aravot.
Gabriel, príncipe del ejército, está asignado al sexto firmamento, que se encuentra en Makhon.
Chatquiel, príncipe del ejército, está asignado al quinto firmamento, que se encuentra en Ma’on.
Chahaqiel, príncipe del ejército, está asignado al cuarto firmamento, que se encuentra en Zevoul.
Baradiel, príncipe del ejército, está asignado al tercer firmamento, que se encuentra en Chehaqim.
Baraqiel, príncipe del ejército, está asignado al segundo firmamento, que se encuentra en la altura de Raqia.
Sidriel, príncipe del ejército, está asignado al primer firmamento, que se encuentra en Vilon, que se encuentra en Chamayim (2).
Gabriel, príncipe del ejército, está asignado al sexto firmamento, que se encuentra en Makhon.
Chatquiel, príncipe del ejército, está asignado al quinto firmamento, que se encuentra en Ma’on.
Chahaqiel, príncipe del ejército, está asignado al cuarto firmamento, que se encuentra en Zevoul.
Baradiel, príncipe del ejército, está asignado al tercer firmamento, que se encuentra en Chehaqim.
Baraqiel, príncipe del ejército, está asignado al segundo firmamento, que se encuentra en la altura de Raqia.
Sidriel, príncipe del ejército, está asignado al primer firmamento, que se encuentra en Vilon, que se encuentra en Chamayim (2).
El nombre Vilon es un latinismo derivado de velum, “velo”, y Chamayim es “la región en la que el sol, la luna y las estrellas han sido puestas” (3), aunque el nombre que le atribuye el Génesis es propiamente raqia ha chamayim (4), “la extensión de los cielos”, el ámbito que separa la Tierra y las aguas inferiores de las aguas superiores y que por consiguiente vendría a abarcar el primer y el segundo firmamento mencionados por Metatron. Se trata, pues, de la bóveda celeste, de un gran telón esférico con un enorme grosor por el que discurren el Sol, la Luna, las constelaciones y todas las estrellas en general, astros y asterismos cuyos orbes se encuentran a cargo, respectivamente, de los príncipes Galgaliel, Ophaniel, Rahatiel y Kokhaviel junto a los ángeles que les acompañan (5).
Los ángeles de los siete firmamentos constituyen una jerarquía perfecta, puesto que cada cual “retira la corona de gloria de su cabeza y cae sobre su rostro” ante la visión del príncipe del firmamento inmediatamente superior. Y el príncipe del firmamento más alto se prosterna ante
72 príncipes celestes de los reinos correspondientes a las 70 lenguas que hay en el mundo (6). Llevan como tocados coronas reales, están revestidos con vestimentas reales, van recubiertos de ornamentos reales, montan caballos reales y tienen en las manos cetros reales. Cuando uno de ellos se desplaza en el firmamento, los servidores reales corren delante suyo con gran honor y gran pompa, a la manera como [los reyes] se desplazan en la tierra sobre carros, con caballeros y numerosos soldados, con gloria, grandeza, nobleza, aclamación y magnificencia (7).
Los 72 príncipes de las lenguas se inclinan ante los guardianes de la puerta que da acceso al primer palacio de Aravot, y los de los umbrales de los palacios más internos ante los custodios de la entrada al palacio siguiente. Esta jerarquía ascendente prosigue en el interior del séptimo palacio, un recinto que alberga, si así pudiese decirse, a lo más recóndito de lo que es el mundo de Atsiluth en la cábala sefirótica. Los guardianes de su puerta veneran a “cuatro príncipes gloriosos asignados a los cuatro campamentos de la Shekinah”, éstos a “Taga’ats, el príncipe grande y reverenciado”, Taga’ats a Atatiel, “el gran príncipe de los tres dedos”, Atatiel a Hamon, “el príncipe grande, temible, glorioso, espléndido, venerado, que hace temblar a todos los hijos de las alturas cuando llega el momento de decir ‘Santo’”, y Hamon a Tetrasiel YHVH, el primer ángel de una cadena de 17 príncipes que portan el nombre impronunciable de la deidad. Son estos, por orden ascendente, Tetrasiel YHVH, Atrouggiel YHVH, Na’arouriel YHVH, Sasnigel YHVH, Zazriel YHVH, Guevouratiel YHVH, Araphiel YHVH, Achroili YHVH, Galitsour YHVH (el “revelador del misterio”), Zakzachiel YHVH (el que “escribe los méritos de Israel sobre el Trono de gloria”), Anaphiel YHVH (“el que guarda las llaves de los palacios del firmamento de Aravot”) (8), Soter Achiel YHVH (el que “sirve ante el Rostro sobre los cuatro brazos del Río de Fuego, frente al Trono de gloria”), Choqed Hozi YHVH (el que “pesa todos los méritos sobre el plato de una balanza ante el Santo bendito sea”), Ze Penourai YHVH (el que “se enfurece contra el Río de Fuego y lo extingue en su Lugar”), Azgobhai YHVH (el que “ciñe con vestidos de vida y envuelve con mantos de vida a los justos del mundo en los tiempos futuros así como a los piadosos del mundo para que vivan en ellos una vida eterna”) y dos príncipes aún más altos, Sopheriel YHVH (“el que hace morir” e inscribe en el libro de los muertos a quien ha llegado la hora de perecer) y Chopheriel YHVH (“el que hace vivir” a quienes el Santo bendito sea quiere que vivan y los inscribe en el libro de los vivos) (9). Todas estas entidades angélicas, arquetipos emanados del pensamiento divino y aspectos del Uno de nombre impronunciable, conforman un enorme basamento sobre el que se asienta la Merkaba y todo lo que la rodea en la visión del profeta Ezequiel (10).
Metatron revela a Rabí Ismael que Rekaviel YHVH, “príncipe distinguido y honorable, espléndido y noble, prestigioso y venerable, valiente y poderoso, grande y magnífico, fuerte y suntuoso, maravilloso y exaltado, puro y querido, soberano, soberbio, imponente, antiguo, osado, tal que ninguno entre los príncipes es idéntico a él”, es el ángel que cuida de las ruedas del Carro. Estas son “ocho, dos en cada dirección” (11); cuatro vientos “las envuelven en un círculo”, cuatro ríos de fuego “fluyen y emergen de debajo de ellas” y cuatro nubes, “nubes de Fuego, nubes de Llama, nubes de Brasa, nubes de Azufre”, se alzan frente a ellas (12). Los cuatro seres vivientes, de cuatro caras y cuatro alas, apoyan sus pies sobre las ruedas y “cada viviente en particular es como la plenitud del mundo entero” (13). Estos seres están a cargo de otro ángel, Hayaliel YHVH, “príncipe noble y terrible, príncipe grande y temible, príncipe ante el cual todos los hijos de las alturas se estremecen, príncipe que es capaz de devorar al universo entero de un solo bocado” y “golpea a los [cuatro] vivientes con látigos de fuego. Los exalta cuando cantan alabanzas, laudes y júbilos, y los apremia a decir a continuación: ‘Santo, Santo, Santo, Bendita es la gloria de YHVH desde su Lugar’” (14).
Los vivientes
portan el Trono de gloria cada uno con tres dedos, siendo la medida de la altura de cada dedo de 8.766.000 parasanges (15). Por debajo de los pies de los vivientes fluyen siete ríos de fuego; cada río tiene una anchura de 365.000 parasanges, su profundidad es de 248.000 miríadas de parasanges, y su longitud no tiene límite ni medida. Cada río revierte como una cúpula hacia los cuatro vientos del firmamento de Aravot y después cae y se vacía sobre Ma’on. Y de Ma’on sobre Zevoul, de Zevoul sobre Chehaquim, de Chehaquim sobre Raqia, de Raqia sobre Chamayim, y de Chamayim sobre la cabeza de los malvados de la Gehena, como se ha dicho: “He aquí el huracán de YHVH, la tempestad se desencadena, ella se descarga sobre la cabeza de los malvados” ( Jer 23, 19) (16).
Junto a los seres vivientes se hallan los querubines, “cuyas alas se elevan por encima de sus cabezas”. Dice Metatron de estas entidades angélicas:
La Shekinah está posada sobre su espalda, el esplendor de la gloria está sobre sus caras, un canto de alabanza está en su boca. Sus manos son sus alas, sus pies están cubiertos por sus alas, hay rayos resplandecientes sobre su cabeza. Los rodean piedras de zafiro, hay pilares de fuego sobre su cuadrado, hay columnas de fuego a su lado. Un zafiro aquí y un zafiro allá, bajo los zafiros brasas de retama. Un querubín aquí y un querubín allá, las alas de los querubines ciñen sus cráneos. Las despliegan para cantar con ellas un canto a Aquél que habita las nubes y para enaltecer con ellas la magnificencia del Rey de reyes (17).
Un ángel de YHVH se encarga de “despertar la forma de su bella prestancia, acrecentar la magnificencia de su eminencia, aumentar la superioridad de su belleza (...)” para “preparar una sede a Aquel que se sienta sobre los querubines”. Es Kerouviel YHVH, “príncipe imponente y maravilloso, valeroso y alabado con todo tipo de alabanzas”, “príncipe valiente lleno de fuerzas vivas, príncipe majestuoso y la majestad está con él, príncipe justo y la justicia está con él, príncipe santo y la santidad está con él. Príncipe glorificado por millares de ejércitos, príncipe exaltado por miríadas de soldados. Su ira hace temblar el universo, su cólera sacude los campamentos, el pavor que inspira hace que se tambaleen los cimientos, con su estruendo Aravot se estremece. Su estatura está llena de brasas, la altura de su envergadura es semejante a la altura de los siete firmamentos, la anchura de su envergadura es como la anchura de los siete firmamentos, la profundidad de su envergadura es como la de los siete firmamentos. La abertura de su boca arde como una antorcha, su lengua es un fuego devorador, sus párpados son como el esplendor del relámpago, sus ojos son como chispas resplandecientes, el aspecto de su cara es como un fuego ardiente. Hay una corona de santidad sobre su cabeza y el nombre maravilloso está grabado sobre ella; de ella salen relámpagos (...)”. Kerouviel YHVH insta a los querubines “con respeto e ímpetu a cumplir la voluntad de su Creador, a cada instante sin cesar ya que en la sumidad de su cabeza habita constantemente la gloria del gran Rey” que los preside (18).
Hay otros dos órdenes de ángeles por encima de los querubines: los ofanim (19) y, coronando la jerarquía angélica del Carro, los serafines. Metatron describe a los ofanim como seres cubiertos de ojos y alas que portan vestidos tachonados de zafiros (“72 piedras de zafiro a la derecha de cada uno de ellos (...). 72 piedras de zafiro a la izquierda de cada uno de ellos”) y ciñen coronas en las que hay engastadas 4 esmeraldas “cuyo brillo se extiende hacia las cuatro esquinas de Aravot de modo parejo al orbe del Sol, cuyo brillo irradia hacia los cuatro vientos del mundo. ¿Y por qué se llama [a esa piedra] esmeralda? Porque su resplandor es parecido al aspecto del relámpago” (20). Ophaniel YHVH es su ángel custodio, “un príncipe grande, terrible, valeroso, glorioso, imponente y venerable, antiguo e intrépido” que “les sirve y magnifica” para que puedan alabar a su Creador. Ophaniel YHVH tiene “cuatro caras en cada lado”, “cien alas en cada lado” y “8.766 ojos correspondientes al número de horas del año, 2.191 en cada lado. De cada par de ojos que hay en cada una de sus caras surgen relámpagos. De cada uno brotan antorchas que nadie puede mirar, ya que quien las mira se consume de inmediato. La altura de su talla es un viaje de 2.500 años, ningún ojo la puede ver. Y ninguna boca puede decir la fuerza de la firmeza de su poder salvo el Rey de reyes de reyes, el Santo bendito sea” (21).
Los serafines son ángeles cuyas caras brillan como el Trono de gloria (22), “tanto que hasta los vivientes sagrados, los majestuosos ofanim y los querubines ilustres no pueden contemplarlos ya que, a quien los mira, sus ojos se ciegan por su gran resplandor” (23). Dice también Metatron:
¿Cuántos son los serafines? Cuatro, correspondientes a los cuatro vientos del mundo. ¿Y de cuántas alas disponen? De seis alas, correspondientes a los seis días del Génesis. ¿Cuántas caras tienen? Dieciséis caras, cuatro en cada dirección. La dimensión de los serafines y la altura de cada uno de ellos corresponde a los siete firmamentos. En cuanto a la dimensión de las alas, cada una es como una plenitud de firmamento, la dimensión de cada cara es como la cara del sol levante. (...)
¿Y por qué tienen el nombre de serafines? Porque queman los registros de Satán. Cada día se sienta Satán en compañía de Samael, el príncipe de Roma, y de Doubiel, el príncipe de Persia (24); inscribe las iniquidades de Israel sobre los registros y confía a los serafines la misión de hacerlos llegar al Santo bendito sea para eliminar a Israel del mundo. Pero los serafines conocen los secretos del Santo bendito sea, saben que no quiere que caiga la nación de Israel. ¿Y qué hacen pues los serafines? Cada día toman los registros de las manos de Satán y los queman en el brasero ardiente que está frente al Trono elevado y exaltado para que no lleguen ante el Santo bendito sea cuando está sentado sobre el Trono del juicio y juzga al mundo entero según la verdad (25).
¿Y por qué tienen el nombre de serafines? Porque queman los registros de Satán. Cada día se sienta Satán en compañía de Samael, el príncipe de Roma, y de Doubiel, el príncipe de Persia (24); inscribe las iniquidades de Israel sobre los registros y confía a los serafines la misión de hacerlos llegar al Santo bendito sea para eliminar a Israel del mundo. Pero los serafines conocen los secretos del Santo bendito sea, saben que no quiere que caiga la nación de Israel. ¿Y qué hacen pues los serafines? Cada día toman los registros de las manos de Satán y los queman en el brasero ardiente que está frente al Trono elevado y exaltado para que no lleguen ante el Santo bendito sea cuando está sentado sobre el Trono del juicio y juzga al mundo entero según la verdad (25).
Seraphiel YHVH es el príncipe que vela por los serafines. Entidad extraordinariamente luminosa cuya “figura es como la de los ángeles y su cuerpo como el de las águilas”, está “llena de ojos como las estrellas de los cielos, que no tienen límite ni tienen número”. “La corona que está sobre su cabeza es como el resplandor del Trono de gloria”, y el nombre que ésta lleva es “Príncipe de la Paz”. Seraphiel YHVH “acompaña a los serafines día y noche y les enseña un canto, un salmo, un elogio, un viva y una ovación para que magnifiquen a su Rey con todos los tipos de alabanza y santificación” (26).
(Continuará)
Notas:
1. “Todos estos son príncipes de ejército de un firmamento, cada uno de ellos está acompañado de 496.000 miríadas de ángeles oficiantes”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 2, ibid. Mopsik observa que 496 es la suma del valor de las letras del alefato que componen la palabra Malkhuth, el Reino (ver ibid., nota 2 al capítulo citado).
2. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 3, ibid.
3. Ver la entrada “Shamayim” en la versión online de la Jewish Encyclopedia de 1906. Esta palabra deriva de shama, “el alto lugar”, y mayim o mayyim, “aguas”.
4. Biblia de Jerusalén, ibid.
5. Acompañan a Galgaliel 96 ángeles, 88 a Ophaniel, 72 a Rahatiel y “365.000 miríadas de ángeles oficiantes, grandes y honorables” a Kokhaviel, los que “hacen circular a las estrellas de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad en el firmamento del cielo”. Las longitudes de los recorridos diarios de las luminarias y las constelaciones son igualmente simbólicas: 365.000 parasanges la del Sol, 354.000 parasanges la de la Luna y 339.000 parasanges la de las constelaciones. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, vv. 4-7, ibid.
6. En otras versiones del Libro hebreo de Enoch se dice que las lenguas que se hablan en el mundo son 72. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, nota 11, ibid.
7. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 8, ibid.
8. Anaphiel YHVH es además el príncipe a quien el Santo bendito sea encomienda el ascenso a los cielos y la custodia de Enoch-Metatron.
9. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 18, vv. 1-24, ibid.
10. Ver nota III del texto correspondiente a la primera parte de esta serie de acápites.
11. O sea cuatro ruedas ‘dobles’ que “parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra”. Biblia de Jerusalén. Ez 1, 16, op. cit.
12. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 19, vv. 1-5, ibid.
13. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 21, v. 1, ibid.
14. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 20, vv. 1-2, ibid.
15. Ver nota XV del texto correspondiente a la segunda parte de esta serie de acápites. El módulo 8.766 es el número exacto de horas de un año solar de 365,25 días.
16. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 33, vv. 4-5, ibid. El redactor del libro omite el cielo de Makhon en esta serie descendente de firmamentos por la que se vierten las cascadas de fuego. La Gehena es el infierno ardiente (según la entrada “Gehenna” de la Jewish Encyclopedia de 1906, originalmente se daba dicho nombre a un valle situado al sur de Jerusalén en el que se sacrificaban niños al dios Moloch conforme a las tradiciones antiguas de los pobladores del país de Canaan). Así, Metatron enseña que el fuego de la Gehena procede de lo alto.
17. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 22, vv. 13-15, ibid.
18. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 22, vv. 1-5, 16, ibid.
19. Mopsik explica que en la literatura de los Palacios, los ofanim son considerados entidades distintas a las ruedas que Ezequiel contempla en su visión y que en Ez 1, 15 se denominan con el mismo nombre. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, nota 7, ibid.
20. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, vv. 6-7, ibid.
21. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, vv. 1-5, ibid.
22. “Serafín” proviene de seraf, “arder”. Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, nota 13, ibid.
23. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, v. 11, ibid.
24. Roma y Persia son el emblema de las fuerzas que abolieron los símbolos de la autoridad espiritual y el poder temporal del pueblo judío, el templo de Jerusalén y la institución de la monarquía.
25. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, vv. 9-12, ibid.
26. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, vv. 3-8, ibid.
1. “Todos estos son príncipes de ejército de un firmamento, cada uno de ellos está acompañado de 496.000 miríadas de ángeles oficiantes”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 2, ibid. Mopsik observa que 496 es la suma del valor de las letras del alefato que componen la palabra Malkhuth, el Reino (ver ibid., nota 2 al capítulo citado).
2. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 3, ibid.
3. Ver la entrada “Shamayim” en la versión online de la Jewish Encyclopedia de 1906. Esta palabra deriva de shama, “el alto lugar”, y mayim o mayyim, “aguas”.
4. Biblia de Jerusalén, ibid.
5. Acompañan a Galgaliel 96 ángeles, 88 a Ophaniel, 72 a Rahatiel y “365.000 miríadas de ángeles oficiantes, grandes y honorables” a Kokhaviel, los que “hacen circular a las estrellas de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad en el firmamento del cielo”. Las longitudes de los recorridos diarios de las luminarias y las constelaciones son igualmente simbólicas: 365.000 parasanges la del Sol, 354.000 parasanges la de la Luna y 339.000 parasanges la de las constelaciones. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, vv. 4-7, ibid.
6. En otras versiones del Libro hebreo de Enoch se dice que las lenguas que se hablan en el mundo son 72. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, nota 11, ibid.
7. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 8, ibid.
8. Anaphiel YHVH es además el príncipe a quien el Santo bendito sea encomienda el ascenso a los cielos y la custodia de Enoch-Metatron.
9. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 18, vv. 1-24, ibid.
10. Ver nota III del texto correspondiente a la primera parte de esta serie de acápites.
11. O sea cuatro ruedas ‘dobles’ que “parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra”. Biblia de Jerusalén. Ez 1, 16, op. cit.
12. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 19, vv. 1-5, ibid.
13. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 21, v. 1, ibid.
14. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 20, vv. 1-2, ibid.
15. Ver nota XV del texto correspondiente a la segunda parte de esta serie de acápites. El módulo 8.766 es el número exacto de horas de un año solar de 365,25 días.
16. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 33, vv. 4-5, ibid. El redactor del libro omite el cielo de Makhon en esta serie descendente de firmamentos por la que se vierten las cascadas de fuego. La Gehena es el infierno ardiente (según la entrada “Gehenna” de la Jewish Encyclopedia de 1906, originalmente se daba dicho nombre a un valle situado al sur de Jerusalén en el que se sacrificaban niños al dios Moloch conforme a las tradiciones antiguas de los pobladores del país de Canaan). Así, Metatron enseña que el fuego de la Gehena procede de lo alto.
17. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 22, vv. 13-15, ibid.
18. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 22, vv. 1-5, 16, ibid.
19. Mopsik explica que en la literatura de los Palacios, los ofanim son considerados entidades distintas a las ruedas que Ezequiel contempla en su visión y que en Ez 1, 15 se denominan con el mismo nombre. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, nota 7, ibid.
20. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, vv. 6-7, ibid.
21. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, vv. 1-5, ibid.
22. “Serafín” proviene de seraf, “arder”. Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, nota 13, ibid.
23. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, v. 11, ibid.
24. Roma y Persia son el emblema de las fuerzas que abolieron los símbolos de la autoridad espiritual y el poder temporal del pueblo judío, el templo de Jerusalén y la institución de la monarquía.
25. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, vv. 9-12, ibid.
26. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, vv. 3-8, ibid.
Imágenes:
1. “El concierto de los ángeles”, de Gaudenzio Ferrari, ca. 1535. Santuario de Santa Maria della Grazia, Saronno, Italia.
2. Ezequiel y la visión de la Merkaba. Grabado de Mateo Merian para su obra Icones Biblicae, Frankfurt, 1670.
1. “El concierto de los ángeles”, de Gaudenzio Ferrari, ca. 1535. Santuario de Santa Maria della Grazia, Saronno, Italia.
2. Ezequiel y la visión de la Merkaba. Grabado de Mateo Merian para su obra Icones Biblicae, Frankfurt, 1670.
Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.


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