sábado, 13 de febrero de 2021

Fijar lo volátil

Mnemosyne es la diosa griega de la memoria, hija de Urano y Gea, madre de las Musas engendradas con Zeus a lo largo de nueve noches, la cual era la que insuflaba la anamnesis en los seres humanos. Invocarla es llamar a la Inteligencia Universal para que se haga en nosotros. Lo fijo debe primar sobre lo aéreo para dejar así grabado en el papel, en la tablilla de barro, o el rollo, y el libro, las enseñanzas para llegar al Conocimiento acuñadas por el dios revelador; el que burila debe cuajar las ideas y dioses que le preceden y sobre todo ser muy amigo de Platón que escribió lo siguiente: “Disposición del alma capaz de conservar la verdad que hay en ella” (Definiciones) (1).


Conocer es re-conocer, recordar. El camino del Conocimiento se hace mediante el recuerdo, palabra cuya etimología tiene que ver con “volver al corazón”, siendo el corazón para los Antiguos la sede de la Inteligencia y de la Intuición intelectual. Tanto para los egipcios como para los hebreos, se piensa con el corazón.

La palabra bl [Lev = corazón] hace alusión a los “treinta y dos” [senderos] que estaban escondidos y con cuya ayuda fue creado el mundo. [b + l = 2 + 30 = 32] (2).

Son los treinta y dos senderos de la Sabiduría, maravillosamente escondidos, que se encuentran en el corazón y sobre cada uno de estos senderos vela una forma particular, sobre la que se dice (Gn. 3:24): “... para guardar el camino del Árbol de la Vida” (3).

Notas:
1. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Memoria”,
2. Le Bahir, Livre de la clarté, 63.
3. Le Bahir, Livre de la clarté, 98.

Colección Aleteo de Mercurio 4.
En el Taller Hermético. Notas y bocetos alquímicos.
Ana Contreras.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2018.



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