viernes, 26 de febrero de 2021

Revelaciones

En el principio, cuando apenas se le revela a un hombre, le da una señal. (...) Cuando por fin él está en términos cercanos con ella, le descubre su rostro y sostiene una conversación con él acerca de todos sus misterios secretos y todos los caminos secretos que han estado ocultos en su corazón desde tiempo inmemorial. Así un hombre se hace un verdadero adepto a la Torah, un “señor de la casa”, pues a él, ella le ha descubierto todos sus misterios sin guardar ni esconder uno solo. Ella le dice: ¿ves la señal, la pista, que te di en un principio? ¿Ves cuántos misterios encierro? Él entonces cae en la cuenta de que no se puede añadir una sola cosa a las palabras de la Torah, ni se le puede quitar tampoco ningún símbolo, ni una letra. Así deberían seguir los hombres a la Torah, con todas sus fuerzas, y convertirse en sus amantes, como hemos visto (1).


El símbolo vela y devela.
A Dios nadie le ha visto jamás (2).
Sin embargo, su Luz es inteligible.

Interrogado Tales sobre cuál es el más antiguo de los seres, respondió: Dios, pues es inengendrado. Interrogado Sócrates sobre qué es Dios, dijo: lo inmortal y eterno. Interrogado Hermes sobre qué es Dios, dijo: el creador del universo, un pensamiento sapientísimo y eterno (3).

Notas:
1. Zohar, Libro del Esplendor, citado por Federico González y Mireia Valls en Presencia Viva de la Cábala.
2. Biblia de Jerusalén, Juan I, 18.
3. Corpus Hermeticum, Extractos de Estobeo, XXVIII.

Colección Aleteo de Mercurio 4.
En el Taller Hermético. Notas y bocetos alquímicos.
Ana Contreras.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2018.



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