martes, 5 de marzo de 2019

La conquista de la libertad

La lanzadera sube y baja. Su descenso, como hemos visto, señala el camino de la manifestación, la encarnación, la humanización y toda su organización que da nacimiento a una cultura. Cuando el ser humano aplica las leyes cosmogónicas a su vida y quehaceres, todo deviene un rito y un soporte de conocimiento. En este sentido, hay otro mito significativo que tiene como protagonistas a Atenea y Aracne. (...)


Pero cuando lo humano se mide con lo suprahumano, por soberbia, estupidez o ignorancia, tiene las de perder. Lo suprahumano no es un “derecho” que el hombre pueda reclamar, ni mucho menos comprar o exigir. Es cierto que lo supranatural habita en el ser humano, lo conforma, pero tomar conciencia de ello y conocer esos estados de conciencia superiores, universales y arquetípicos, implica desapegarse de concepciones limitadas y erróneas que tienen un común denominador: el punto de vista de una dualidad irresoluble. Se trata, pues, de acallar la razón y reconocer su limitación, de dejar de acreditar en la psicología (y el ego individual), de no confundir lo suprahumano con todas las variantes de lo fenomenológico: la parapsicología, la telepatía y cualquier magia de intenciones posesivas, etc. O sea, nacer a una nueva concepción. (...)
Hay que sacrificar lo humano (y no caer en la literalidad del asunto) para experimentar lo suprahumano y ni que hablar de lo supracósmico. Muerta Aracne, se perpetúa su enseñanza en la araña, animal que teje telas en círculos concéntricos entorno a un centro inmutable e invisible, con un hilo que fabrica y sale de sí misma, y que le permite realizar un recorrido axial, pues tan pronto la vemos descender como ascender rápidamente hasta el techo, tal cual el viaje del alma, que al entrar en el cosmos, cae y cae hasta su encarnación, y de ahí inicia el camino contracorriente a la conquista de su libertad, que la llevará, si es valiente, generosa, paciente y sabia, a rasgar la clave de bóveda, produciéndose el despertar en su auténtica morada, como expresa la leyenda de La Bella Durmiente del bosque; ya que es posible ver al alma como sumida en un sueño, el de la existencia, a la que se precipita cuando la joven princesa se pincha con el huso, abismándose cada vez más en el olvido... del que sólo despierta cuando Amor la besa. Así recupera la memoria del Origen y la posibilidad de salir de los estrechos límites del Universo. Por lo que se trata de redireccionar la visión, o como apunta Federico González en la Carta al Lector del nº 31-32 de la revista SYMBOLOS, de realizar un viaje contracorriente:

O sea, que habiendo puesto nuestra Voluntad (libre albedrío) al servicio de la Providencia —interviniendo en ello la fe— accedemos a un Destino que ha sido nuestra Necesidad. Pero una vez que comprendemos ese Destino, es cuando se traduce en términos de Voluntad —a ese Destino— y éste es capaz de llevarnos nuevamente a su fuente inspiradora, es decir a la Providencia Divina —que lo es todo—, y ser absorbidos por su Inteligencia, en íntimo contacto con su Sabiduría. Esta inversión nos daría una pauta, tal vez sorprendente para quienes consideran la historia sólo desde un punto de vista lineal y de desarrollo indefinido. Es decir, que pudiéramos estar condicionados por nuestro futuro, tanto como por el pasado. Igualmente esta actitud capaz de liberarnos de la pesada carga de una concepción falsa podría ser liminar en cuanto a una nueva visión de lo simultáneo.


Cuaderno Aleteo de Mercurio 2.
Las Diosas se Revelan.
Mireia Valls con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Editado por Libros del Innombrable, mayo, 2017.

Imágenes:
1. Atenea y Aracne. Jacobo Tintoretto, Galería Uffizi, Florencia.
2. Atenea corre y descorre el manto celeste, vela y desvela la realidad metafísica. Luca Giordano, Palazzo Medici Riccardi, Florencia.

Nota:
Y por ahora, llegamos a término de nuestro recorrido de la mano de las tejedoras del universo para dar un salto prodigioso, hacia la bóveda celeste y hamaquearnos entre el No Ser y El Ser.



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