1. A Dioniso y sus ménades
Braman los montes, braman los valles,
¡Evohé, Evohé!, se oye clamar al tíaso.
Llega “el Libertador”, anunciado por sus ménades
que entre aulós y címbalos avanzan serpenteando
celebrando tu llegada entre vítores y alabanzas.
Te manifiestas glorioso desde el corazón de la Tierra,
evocando, Dimorfo, tu más sagrada estirpe
mientras escoltado por fieras avanza el ruidoso séquito
esgrimiendo los tirsos ornados de hiedra y parra.
Divina locura a la que invitan tus danzas,
que de puro entusiasmo contagian al orbe entero.
Acudimos sin demora a la cita tus iniciados
entonando exaltados ditirambos,
e integrados a tu séquito nos despojamos de ceñidores.
Confundidos entre tus ménades
se arquea sin control el cuerpo
describiendo extáticos giros
al perderse el vínculo que nos ata a los sentidos.
Del tirso penden los lazos que nos unen con lo divino
y se agitan como serpientes danzando en la algarabía.
Dios inmortal del vino que mana de los manantiales,
de él se embriaga el alma del mundo
para devolver a su Origen a las presas del olvido.
A lo lejos retumba el monte y silencioso queda el fértil valle
al acompasarse a tu corazón el mío.
Atrás quedan címbalos y flautas
cuando el Misterio te rapta y tu nombre borra por siempre
esfumándolo en la Nada.
Ya no importa quiénes fuimos;
se disuelven las ilusiones y renace lo verdadero,
y tendidos exhaustos sobre la fría hiedra
se abre nuestra mirada más allá de las estrellas.
De lo más negro de la noche del alma
surge el desgarrado clamor que libre te evoca,
Dioniso, Misterioso, invocando tu llegada.
¡Evohé!
¡Evohé, Evohé!, se oye clamar al tíaso.
Llega “el Libertador”, anunciado por sus ménades
que entre aulós y címbalos avanzan serpenteando
celebrando tu llegada entre vítores y alabanzas.
Te manifiestas glorioso desde el corazón de la Tierra,
evocando, Dimorfo, tu más sagrada estirpe
mientras escoltado por fieras avanza el ruidoso séquito
esgrimiendo los tirsos ornados de hiedra y parra.
Divina locura a la que invitan tus danzas,
que de puro entusiasmo contagian al orbe entero.
Acudimos sin demora a la cita tus iniciados
entonando exaltados ditirambos,
e integrados a tu séquito nos despojamos de ceñidores.
Confundidos entre tus ménades
se arquea sin control el cuerpo
describiendo extáticos giros
al perderse el vínculo que nos ata a los sentidos.
Del tirso penden los lazos que nos unen con lo divino
y se agitan como serpientes danzando en la algarabía.
Dios inmortal del vino que mana de los manantiales,
de él se embriaga el alma del mundo
para devolver a su Origen a las presas del olvido.
A lo lejos retumba el monte y silencioso queda el fértil valle
al acompasarse a tu corazón el mío.
Atrás quedan címbalos y flautas
cuando el Misterio te rapta y tu nombre borra por siempre
esfumándolo en la Nada.
Ya no importa quiénes fuimos;
se disuelven las ilusiones y renace lo verdadero,
y tendidos exhaustos sobre la fría hiedra
se abre nuestra mirada más allá de las estrellas.
De lo más negro de la noche del alma
surge el desgarrado clamor que libre te evoca,
Dioniso, Misterioso, invocando tu llegada.
¡Evohé!
Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Textos del Ateneo del Agartha.
Ilustraciones de Ana Contreras.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.
Himnos del Agartha.
Textos del Ateneo del Agartha.
Ilustraciones de Ana Contreras.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.
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