5. La Flecha
La Flecha es la tercera constelación más pequeña del firmamento, y al parecer los hebreos y los persas también la relacionaban con una saeta. Explica Eratóstenes en sus Catasterismos:
Ésta es la flecha de Apolo, con la que dicen que mató a los Cíclopes que habían fabricado el rayo de Zeus, todo ello por ayudar a Asclepio. Luego el dios Apolo la escondió en el país de los Hiperbóreos, donde se encuentra un templo de columnas. Se cuenta que más tarde la recuperó cuando Zeus le absolvió del asesinato y concluyó sus trabajos al servicio de Admeto (tema del que trata Eurípides en su Alcestis). Parece que entonces esta flecha ascendió al cielo llena de sazonados frutos. Heráclides del Ponto afirma en su tratado Sobre la Justicia que se trataba de una flecha descomunal. Desde entonces Apolo la colocó en el firmamento transformándola en estrella, para que sirviera de recuerdo de su combate.
Arato reseña, breve y misteriosamente, que “más adelante ha sido lanzada otra Flecha, sola, sin arco”.
Por su parte, Higinio explica que es una de las armas de Heracles con la que mató al águila que se comía el hígado de Prometeo. Los antiguos ofrecían grandes sacrificios a los dioses y consumían todas sus víctimas en las llamas sagradas. El ingenioso titán Prometeo, benefactor del género humano, había conseguido de Zeus que de cada víctima sólo una parte fuese ofrendada en el fuego y que la otra sirviese para el alimento de los hombres. Pero Prometeo había urdido una estratagema para conseguir un provecho aún mayor:
Primero, colocó en un altar sus hígados y juntó el resto de la carne de cada toro, recomponiéndolo en una sola pieza y cubriéndolo con una piel de buey. Los huesos los cubrió con el resto de la piel. Los colocó a la vista y le dio a Júpiter la posibilidad de elegir la parte que él quisiera. (...) Engañado por Prometeo al confiar que cada una de las partes era del toro, eligió para él la parte de los huesos.
Zeus lo descubrió y, enfurecido, arrebató a los mortales el fuego “para que el favor de Prometeo no prevaleciera sobre el poder de los dioses”. Mas Prometeo concibió cómo robar el fuego a los dioses y devolvérselo a los hombres:
Alejado de todo el mundo, llegó hasta el fuego de Júpiter, lo redujo y lo encerró en su vara. Gozoso parecía volar más que correr y blandía la vara, con el fin de que la emanación del humo, que estaba encerrado en esta angostura, no extinguiera la luz.
Zeus castigó por esta ofensa a los hombres entregándoles a Pandora, una mujer creada por Hefesto a imitación de las diosas y llena de dones divinos (el encanto de Afrodita, el conocimiento de las artes de la casa de Atenea, y la palabra, la curiosidad y la mentira de Hermes), y una jarra sellada de la que acabarán saliendo todas las desgracias de la Humanidad; y a Prometeo, encadenándolo en el Cáucaso y enviándole un águila que le devorara constantemente el hígado, el cual volvía a renacer por la noche.
Mucho tiempo después, Heracles salió en busca de las manzanas del jardín de las Hespérides sin conocer su paradero y llegó hasta Prometeo encadenado. Éste le aconsejó eficazmente y el héroe, agradecido tras su victoria, logró poner fin al tormento del titán. Higino relata de este modo cómo Prometeo llega a recuperar finalmente la libertad:
Mucho tiempo después, Heracles salió en busca de las manzanas del jardín de las Hespérides sin conocer su paradero y llegó hasta Prometeo encadenado. Éste le aconsejó eficazmente y el héroe, agradecido tras su victoria, logró poner fin al tormento del titán. Higino relata de este modo cómo Prometeo llega a recuperar finalmente la libertad:
Júpiter, seducido por la belleza física de Tetis, la solicitaba en matrimonio, pero sólo obtenía negativas de la temerosa jovencita. Por aquel entonces —dicen— las Parcas vaticinaron (...) que el que desposara a Tetis tendría un hijo que gozaría de mayor renombre que su padre. Prometeo (...) anunció a Júpiter lo que había oído. Éste, temeroso por lo que en circunstancias semejantes había hecho a su padre Saturno (...) abandonó la idea de tomar a Tetis por esposa y a Prometeo, por su buena acción, le expresó su merecido agradecimiento y lo liberó de las cadenas.
Imágenes:
1. La Flecha. Arato, Fenómenos. Versión traducida al latín por Marco Tulio Cicerón. Manuscrito Harley 2506, British Library, c. 1040.
2. La Flecha rodeada por las constelaciones del Delfín, el Águila y el Cisne. Athanasius Kircher, Ars magna lucis et umbrae. Roma, 1646.
1. La Flecha. Arato, Fenómenos. Versión traducida al latín por Marco Tulio Cicerón. Manuscrito Harley 2506, British Library, c. 1040.
2. La Flecha rodeada por las constelaciones del Delfín, el Águila y el Cisne. Athanasius Kircher, Ars magna lucis et umbrae. Roma, 1646.
Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2020.
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