lunes, 20 de abril de 2020

Mitos del cielo de verano

El Delfin

El Delfín se encuentra justo en el ecuador celeste y por ello es visible desde cualquier parte del mundo excepto la Antártida. Dice Manilio que el Delfín es “orgullo del océano y del cielo y en ambos lugares venerado”. Según Eratóstenes,

se dice que está en el firmamento por el siguiente motivo: cuando Poseidón quiso tomar a Anfitrite por esposa, ella, recelosa, escapó hacia donde mora Atlas, buscando conservar su virginidad. Mientras estuvo escondida, Poseidón envió muchos emisarios, entre los cuales uno era un delfín. Tras largo errar por los confines de las islas de Atlas, da con ella, se lo comunica a Poseidón y la lleva ante él. Éste se casó con Anfitrite y en recompensa concedió al delfín todo tipo de honores en el mar, lo declaró sagrado y colocó su figura en el firmamento. Y cuantos buscan congraciarse con Poseidón lo representan con un delfín en su mano, asignándole gran fama de ser benévolo.

Anfitrite (etimológicamente “la que rodea el mundo”) era hija de Nereo, el anciano del mar, y de Dóride. Poseidón la había visto por primera vez cuando jugaba con las demás nereidas, sus hermanas, en las orillas de Naxos. Tras desposarse con el dios, Anfitrite se convirtió en reina de los mares y prohijó a Tritón, mitad hombre y mitad pez.

Higino transmite otras dos tradiciones acerca del Delfín, la primera de las cuales se relaciona con el dios Líber-Dioniso. Unos navegantes tirrenos acogen al dios aún niño para llevarlo a Naxos junto a sus acompañantes, y deseosos de hacerse con el botín urden desviarse de su rumbo. Dioniso, que lo sospecha, manda a sus compañeros cantar a coro una música que embelesa a los tirrenos y los mueve a bailar tan frenéticamente que se arrojan al mar, convirtiéndose en delfines. Fue el propio Dioniso quien colocó en el cielo la imagen de uno de ellos porque “quiso confiar a los hombres su proyecto”.




La segunda leyenda la menciona también Agustín de Hipona en La ciudad de Dios. Arión era un citarista de la ciudad de Lesbos que vivía en tiempos de los siete sabios de Grecia. En una ocasión volvía de Italia por mar con grandes riquezas que había conseguido y los marineros resolvieron acabar con él para quedarse con el tesoro. Lo prenden, y Arión les pide como última gracia poder cantar un rato al son de su cítara, a lo que los malvados acceden. Su música es tan suave que los delfines acuden de todas partes y rodean la nave. Arión invoca a los dioses, se lanza al mar con su cítara y cae sobre el lomo de uno de los cetáceos, el cual lo transporta hasta Ténaro, el cabo más meridional del Peloponeso. Se dice que aún en tiempos de Agustín se podía ver en este lugar una estatua con un delfín en recuerdo de Arión.

Cornelius dice que en la India se asociaba a la constelación con la marsopa y que se consideraba portadora de fortuna. Los árabes llamaban al asterismo “piedras preciosas” y, según el autor, daban el nombre de “Sarcófago de Job” al rombo formado por sus estrellas principales.

Imagen:
El Delfín.
Abd ar-Rahman as-Sufi, Liber locis stellarum fixarum.
Manuscrito de la Forschungsbibliotek Gotha, s. XV.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del Cielo Estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, Febrero, 2020.



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