lunes, 6 de abril de 2020

Mitos del cielo de primavera

Centauro

Higino dice que “está representado como si tuviera los pies apoyados sobre el círculo antártico y su espalda en el círculo invernal” (trópico de Capricornio), y que “el denominado círculo lácteo separa las patas del Centauro del resto de su cuerpo”. Se trata, pues, de una constelación austral.

La astronomía grecolatina lo relaciona con el centauro Quirón, hijo de Crono y de la oceánide Fílira –hija ésta a su vez de los titanes Océano y Tetis– a la cual se unió adoptando la forma de un caballo. Su nombre deriva del griego xeir (queir), “mano”. Eratóstenes dice que Quirón superaba en justicia a todos los hombres. Vivía en una cueva en el monte Pelión y fue el preceptor de Asclepio y de Aquiles así como de Jasón y Acteón. Trabó amistad con Heracles y el héroe respetó su vida en la Centauromaquia. Heracles convivió con Quirón durante mucho tiempo y aceptaba gustoso todos los consejos y enseñanzas que éste le daba sobre las artes de la caza y la guerra, la música, la ética, el conocimiento de las plantas, la medicina y la cirugía, etc.

Cuenta el mito que Heracles, en su camino hacia el monte Erimanto en busca del jabalí al que debe dar caza en su cuarto trabajo, se hospeda en casa de Folo y pide vino de un tonel que era propiedad común de los centauros. Pese a las advertencias de su anfitrión, el héroe insiste y Folo ha de abrir la tinaja. Al sentir el olor, los centauros acuden armados de rocas y árboles. Heracles los rechaza con un tizón y luego los persigue con su arco y sus flechas. Los centauros se agazapan tras Quirón y una flecha lo hiere accidentalmente en la rodilla. Heracles corre a extraérsela y a aplicarle un remedio; pero las heridas de esas flechas no pueden cicatrizar y son, además de incurables, muy dolorosas. Según relata Apolodoro, Quirón, para poner fin a su agonía, intercambia su vida inmortal por la de Prometeo, al que libra de este modo de su condena. Es Heracles quien propone el trueque a Zeus, y el dios decide aceptarlo.




Según Eratóstenes, Zeus elevó a Quirón a los cielos por su piedad y allí se le ve sosteniendo con la mano derecha un pequeño animal sacrificial –algunos dicen que es un odre de vino–, y con la mano izquierda, un tirso.

Imagen:
El Centauro.
Detalle de la obra de Fernando Gallego El cielo de Salamanca.
Bóveda de la Biblioteca antigua de la Universidad de Salamanca, 1483-1492.

Colección Aleteo de Mercurio 7.
Mitos del cielo estrellado.
Marc García.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, Febrero, 2020.



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