sábado, 6 de diciembre de 2025

El libro hebreo de Enoch (5 ª parte)

El tribunal y el juicio a la humanidad en el cielo de Aravot

Metatron enseña a Rabí Ismael que un “príncipe más exaltado que todos los príncipes, más maravilloso que todos los oficiantes” y que está por encima de todos los órdenes angélicos lleva “la cartera de los escritos en cuyo interior se halla el Libro de las memorias”, volumen en el que están consignados los hechos de la vida de todos los seres humanos. Es Dadveriel YHVH, el “príncipe de los archivos” cuyo nombre quiere decir “que de cada palabra que emana de él, sin excepción, se crea un ángel”. Dadveriel YHVH “identifica los sellos de la cartera, la abre y coge los libros que deposita en las manos del Santo bendito sea, y el Santo bendito sea los toma y los coloca en su presencia ante los escribas para que sean leídos en el gran Tribunal situado en la altura del firmamento de Aravot, ante la Familia de lo alto” (1). En un recinto frente al Trono de gloria, mirando al Santo bendito sea, se encuentran “cuatro grandes príncipes, llamados Vigilantes y Santos, más elevados, más glorificados, más temibles, más queridos, más fascinantes, más nobles, más grandes que todos los hijos de las alturas”. El esplendor del lugar en que se hallan “es parecido al del Trono de gloria” y el de su figura “se parece al resplandor de la Shekinah”, a tal punto que “ni los serafines, que son los más grandes de entre los hijos de las alturas, los pueden contemplar”. Son dos Vigilantes y dos Santos, y “cada uno de ellos posee setenta nombres correspondientes a las setenta lenguas que hay en el mundo (2) y que dependen del nombre del Santo bendito sea”. Éste “no hace nada en su mundo antes de dialogar con ellos, y a continuación actúa” (3).

Y prosigue Metatron:

Cada día sin excepción, cuando el Santo bendito sea está sentado sobre el Trono del juicio para juzgar al mundo entero y los libros de los vivos y los libros de los muertos están abiertos ante él, todos los hijos de las alturas permanecen erguidos en su presencia con terror, espanto, miedo, estremecimiento. Cuando el Santo bendito sea se sienta para juzgar sobre el Trono del juicio, su vestido es blanco como la nieve, la cabellera de su cabeza es como de pura lana, su manto es todo él como una luz radiante. Está completamente cubierto de justicia como si fuese una coraza. Los Vigilantes y los Santos están de pie ante él como los oficiales de justicia ante el juez. Debaten cada causa en particular y concluyen sobre el asunto que ha sido juzgado ante el Santo bendito sea tal como se ha dicho: “De un decreto de los Vigilantes procede esta sentencia y de una orden de los Santos esta decisión” (Dan 4, 14) (...) (4).
Cuando el gran Tribunal se sienta en la altura del firmamento de Aravot, ninguna criatura del mundo tiene la palabra a excepción de los grandes príncipes llamados YHVH por el nombre del Santo bendito sea. ¿Cuántos príncipes hay? Los setenta y dos príncipes de los reinos existentes en el mundo, sin contar el Príncipe del mundo (5) que habla en favor del mundo ante el Santo bendito sea cada día a la hora en que el libro que consigna todos los actos del mundo se abre (...) (6).

Acompañan también al Santo bendito sea en el juicio, a la derecha del Trono, la Justicia y los “ángeles de compasión”; a la izquierda, la Fidelidad y los “ángeles de paz”; y frente a él, la Verdad. Hay un escriba a los pies del Trono y un querubín por encima del sitial. Los “ángeles de destrucción” se levantan a la llamada del Altísimo y “los serafines de gloria rodean al Trono como muros, muros de relámpagos, los ofanim los envuelven como antorchas dispuestas en torno al Trono de gloria, y nubes de fuego y nubes de llamas las flanquean a derecha e izquierda” (7). Cuando el Santo bendito sea abre el libro, “mitad fuego, mitad llamas”,

[los ángeles de destrucción] se retiran de su presencia al instante para ejecutar el juicio sobre los malvados y la espada [de YHVH] es extraída de su vaina, espada cuyo resplandor irradia como el relámpago y se propaga de un extremo al otro del mundo, como se ha dicho: “Por el fuego YHVH entra en juicio, y por su espada contra toda carne” (Is 66, 16). Todos los habitantes del mundo se atemorizan y estremecen ante él cuando divisan su espada afilada como el relámpago [radiando] de un confín al otro del mundo y los rayos y las chispas que de ella brotan, tan numerosos como las estrellas del firmamento, como ha sido dicho: “Cuando habré afilado mi espada fulgurante” (Dt 32, 41) (8).

(Continuará)

Notas:
1. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 27, vv. 1-3, ibid.
2. Ver nota VI del texto correspondiente a la cuarta parte de esta serie de acápites. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, nota 11, ibid.
3. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 28, vv. 1-4; 29, 1-2, ibid.
4. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 28, vv. 5-8, ibid. En el Libro hebreo de Enoch no se habla de un juicio final único al término del ciclo de existencia de la humanidad presente sino de un juicio diario, permanente.
5. La identidad de este “Príncipe del mundo”, título que el cristianismo usa con un significado muy distinto al que aquí tiene, fue motivo de controversia en la literatura judaica del medioevo. El Zohar lo identifica con Metatron y esta asimilación, según observa Gershom Scholem, está avalada por las atribuciones que Metatron posee en el Libro hebreo de Enoch. Ver Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 30, nota 4, ibid.
6. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 30, v. 1-2, ibid.
7. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 31, v. 1; 33, vv. 1-3, ibid.
8. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 32, v. 1-2, vv. 1-3, ibid.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.