jueves, 20 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 10. La Magia en la época Isabelina

Respecto a lo dicho en la entrada anterior acerca de la espagiria, se habrá notado que la medicina a la que nos referimos, no es la que ofrece una supuesta seguridad y un bienestar físico y psíquico lo más estable y duradero posible. Por el contrario, la medicina que estos médicos espagíricos ejercen –común a los chamanes y brujos–, no excluye la enfermedad, antes bien se la considera “un signo psíquico de alteración que puede llevar al paciente a nuevas aperturas de su ser en el camino espiritual puesto que es la vía propuesta por determinadas deidades o espíritus que la promueven para fomentar la posibilidad de una recuperación” (1).

Para los pueblos arcaicos siempre hay una energía, un espíritu en cada cosa, ser, o fenómeno, que subyace a las simples apariencias, y que simboliza de forma directa, determinadas fuerzas presentes de manera constante en el concierto universal; y es en la interacción de esas sutiles vibraciones, representadas por el perenne acoplamiento del cielo y la tierra, a la que ningún humano puede substraerse, donde debe buscarse la causa momentánea del mal, ya sea éste una inundación, o un desarreglo fisiológico, los que no son tomados como perversos en sí mismos y rechazados con un criterio moral, sino como señales de la ira de determinados dioses, que deben ser calmados por el hombre a través del sacrificio y la auto participación en el orden cósmico, lo cual supone una aceptación de todas sus manifestaciones y potencialidades (2).

En El sueño de una noche de verano, Titania recrimina a Oberón que los desarreglos ocurridos en el mundo se deben a sus desavenencias conyugales, lo que coincide con otras cosmovisiones en las que los dioses no son buenos ni malos, sino aspectos de la Unidad que se manifiestan en distinto grado y cuyas relaciones, muchas veces tormentosas, generan desequilibrios y nuevos equilibrios referidos al hombre y al universo –microcosmos-macrocosmos–, sin perder de vista jamás las correspondencias entre uno y otro si es que se pretende la curación. O sea, lo que vienen a ser las operaciones transmutatorias y sus grados de realización, nacimientos y muertes, coagulaciones y disoluciones; un proceso de purificación sintetizado en la expresión hermética: “espiritualizar la materia y materializar el espíritu”.


(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Medicina”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.

Imagen:
1. J. D. Mylius. Anatomia Auri, detalle frontispicio, 1628. Niño de corazón llameante flanqueado por dos emblemas: el pelícano que da de comer a su prole con su sangre y el ave Fénix sobre lecho de fuego para renacer de sus cenizas.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



jueves, 6 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 9. La Magia en la época Isabelina

También la tragedia de Romeo y Julieta escenifica a su manera la paradoja de los opuestos complementarios: dos familias enfrentadas, dos enemigos de cuyas entrañas nacerán sendas criaturas destinadas a amarse en la adversidad, lo que las llevará a entregar la propia vida, muriendo con ello las diferencias entre ambas familias.

Del amor se dice que es la fuerza de atracción de los contrarios u opuestos, el centro de unión donde se concilian las energías verticales y horizontales, activas y pasivas del cosmos y del hombre, haciendo posible el equilibrio y la verdadera concordia (o “unión de los corazones”) universal, de ahí que los antiguos griegos vieran en él al hijo de Afrodita y Hermes, (al igual que su hermana la diosa Harmonía) de donde nace también el Hermafrodita, es decir el Rebis, el cual representa en el ser humano la unión perfecta y armoniosa de su naturaleza masculina y femenina, activa y pasiva, yang y yin. En efecto, es con el fuego del amor, y la sutil pasión que él genera, como se lleva a cabo la obra de la transmutación alquímica, porque ese fuego es el propio amor al Conocimiento y a la Sabiduría, y como decía Leonardo da Vinci: “El Amor es hijo del Conocimiento. El Amor es tanto más elevado cuanto el Conocimiento es más cierto”. A este amor, expresión del amor divino, es al que cantaban los trovadores medioevales, y el que Dante ve personificado en la figura de Beatriz (que simboliza a la Sabiduría), y ciertamente es el que invoca Salomón en El Cantar de los Cantares, en donde se trata precisamente de las “bodas”, “casamiento”, o unión del alma humana con el Espíritu. Asimismo, los humanistas y maestros herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor identificándolos con los misterios de la Muerte, que son, al fin y al cabo, los misterios de la iniciación, y explicaban que morir era ser amado por un dios, y viceversa, que amar era morir o ser muerto por un dios. En realidad se trata de un sacrificio (de un “acto sagrado”), pues no hay nacimiento a la realidad del Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o superación de las limitaciones propias de lo humano (1).


Jugando a conjugar los opuestos, Romeo se refiere al amor como una “cuerdísima locura, hiel que endulza y almíbar que amarga”; y Julieta no se queda atrás al considerar que su único amor nace de su único odio. Fray Lorenzo por su parte, mediador entre los amantes, nos enseña abiertamente que la ciencia de los venenos es la ciencia de los remedios –lo que en definitiva viene a ser la base de la medicina–, la misma que practica Paracelso, otro inclasificable cuya existencia está unida al Misterio y la paradoja. Pero mejor, sea él quien hable:

Nada está exento de veneno. Sólo la dosis hace que una cosa no sea venenosa. (...) Se puede hacer el mal a partir del bien. Lo contrario también es cierto. Nadie puede acusar una cosa sin conocer su transmutación y sin conocer los efectos de su disociación. Lo que es veneno puede ser transformado en no-veneno. (...) Considera la importancia de la separación y de la preparación. (...) Presta atención: en la elaboración de mis medicamentos tomo lo que me parece, pero siempre de tal suerte que el arcano del medicamento sea el opuesto a la enfermedad que combato. Observad detenidamente mi modo de operar: separo el arcano de lo que no lo es. Dosifico el arcano con exactitud (2).

La medicina que practican Fray Lorenzo y Paracelso, condensa las virtudes de las potencias celestes y terrestres que aplicadas convenientemente, disuelven la corrupción restituyendo el equilibrio original. En definitiva ejercen la Espagiria, término que significa “separar y reunir”, como procede en “las ciencias más secretas y más sublimes, que se cumplen por la Spagyria mediante el Fuego, que afecta a todas las cosas” (3), en palabras del gran Heinrich Khunrath, a quien no hemos incluido en el capítulo correspondiente al Teatro de la Memoria, pese a considerar que es el lugar propio de su Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. No obstante, se presenta aquí este extraordinario compendio mágico-teúrgico, para quien quiera ahondar en lo que se trata de insinuar al menos: la medicina como una rama del arte alquímica.

(Continuará)

Notas:
1. Federico González y col. Introducción a la Ciencia Sagrada. “El Amor”, Ed. Symbolos, Guatemala, 2003.
2. Paracelso. Las siete apologías. Ed. Indigo, Barcelona, 2001.
3. Heinrich Khunrath. Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. Ed. Tritemio, Madrid, 2016.

Imagen:
1. Leslie Howard y Norma Shearer en el set de Romeo y Julieta, dirigida por George Cukor, 1936.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.