jueves, 20 de noviembre de 2025

El libro hebreo de Enoch (4 ª parte)

Las jerarquías angélicas y el orden del cosmos

Tras el impresionante relato de su transmutación, Metatron instruye a Rabí Ismael sobre los “grandes príncipes, los bellos, los venerados, los maravillosos, los honorables” regentes angélicos que junto a sus cohortes (1) rigen los cielos sobre los que se eleva la Merkaba, estados del Ser o planos intermediarios a caballo del grado de la existencia sobre el que se proyecta nuestra conciencia ordinaria y del mundo de los principios ontológicos. Son siete cielos —como siete son las sefiroth de construcción cósmica del Árbol de la Vida— y estos son sus gobernantes:

Michael, el gran príncipe, está asignado al séptimo firmamento, el superior, que se encuentra en Aravot.
Gabriel, príncipe del ejército, está asignado al sexto firmamento, que se encuentra en Makhon.
Chatquiel, príncipe del ejército, está asignado al quinto firmamento, que se encuentra en Ma’on.
Chahaqiel, príncipe del ejército, está asignado al cuarto firmamento, que se encuentra en Zevoul.
Baradiel, príncipe del ejército, está asignado al tercer firmamento, que se encuentra en Chehaqim.
Baraqiel, príncipe del ejército, está asignado al segundo firmamento, que se encuentra en la altura de Raqia.
Sidriel, príncipe del ejército, está asignado al primer firmamento, que se encuentra en Vilon, que se encuentra en Chamayim (2).

El nombre Vilon es un latinismo derivado de velum, “velo”, y Chamayim es “la región en la que el sol, la luna y las estrellas han sido puestas” (3), aunque el nombre que le atribuye el Génesis es propiamente raqia ha chamayim (4), “la extensión de los cielos”, el ámbito que separa la Tierra y las aguas inferiores de las aguas superiores y que por consiguiente vendría a abarcar el primer y el segundo firmamento mencionados por Metatron. Se trata, pues, de la bóveda celeste, de un gran telón esférico con un enorme grosor por el que discurren el Sol, la Luna, las constelaciones y todas las estrellas en general, astros y asterismos cuyos orbes se encuentran a cargo, respectivamente, de los príncipes Galgaliel, Ophaniel, Rahatiel y Kokhaviel junto a los ángeles que les acompañan (5).


Los ángeles de los siete firmamentos constituyen una jerarquía perfecta, puesto que cada cual “retira la corona de gloria de su cabeza y cae sobre su rostro” ante la visión del príncipe del firmamento inmediatamente superior. Y el príncipe del firmamento más alto se prosterna ante

72 príncipes celestes de los reinos correspondientes a las 70 lenguas que hay en el mundo (6). Llevan como tocados coronas reales, están revestidos con vestimentas reales, van recubiertos de ornamentos reales, montan caballos reales y tienen en las manos cetros reales. Cuando uno de ellos se desplaza en el firmamento, los servidores reales corren delante suyo con gran honor y gran pompa, a la manera como [los reyes] se desplazan en la tierra sobre carros, con caballeros y numerosos soldados, con gloria, grandeza, nobleza, aclamación y magnificencia (7).

Los 72 príncipes de las lenguas se inclinan ante los guardianes de la puerta que da acceso al primer palacio de Aravot, y los de los umbrales de los palacios más internos ante los custodios de la entrada al palacio siguiente. Esta jerarquía ascendente prosigue en el interior del séptimo palacio, un recinto que alberga, si así pudiese decirse, a lo más recóndito de lo que es el mundo de Atsiluth en la cábala sefirótica. Los guardianes de su puerta veneran a “cuatro príncipes gloriosos asignados a los cuatro campamentos de la Shekinah”, éstos a “Taga’ats, el príncipe grande y reverenciado”, Taga’ats a Atatiel, “el gran príncipe de los tres dedos”, Atatiel a Hamon, “el príncipe grande, temible, glorioso, espléndido, venerado, que hace temblar a todos los hijos de las alturas cuando llega el momento de decir ‘Santo’”, y Hamon a Tetrasiel YHVH, el primer ángel de una cadena de 17 príncipes que portan el nombre impronunciable de la deidad. Son estos, por orden ascendente, Tetrasiel YHVH, Atrouggiel YHVH, Na’arouriel YHVH, Sasnigel YHVH, Zazriel YHVH, Guevouratiel YHVH, Araphiel YHVH, Achroili YHVH, Galitsour YHVH (el “revelador del misterio”), Zakzachiel YHVH (el que “escribe los méritos de Israel sobre el Trono de gloria”), Anaphiel YHVH (“el que guarda las llaves de los palacios del firmamento de Aravot”) (8), Soter Achiel YHVH (el que “sirve ante el Rostro sobre los cuatro brazos del Río de Fuego, frente al Trono de gloria”), Choqed Hozi YHVH (el que “pesa todos los méritos sobre el plato de una balanza ante el Santo bendito sea”), Ze Penourai YHVH (el que “se enfurece contra el Río de Fuego y lo extingue en su Lugar”), Azgobhai YHVH (el que “ciñe con vestidos de vida y envuelve con mantos de vida a los justos del mundo en los tiempos futuros así como a los piadosos del mundo para que vivan en ellos una vida eterna”) y dos príncipes aún más altos, Sopheriel YHVH (“el que hace morir” e inscribe en el libro de los muertos a quien ha llegado la hora de perecer) y Chopheriel YHVH (“el que hace vivir” a quienes el Santo bendito sea quiere que vivan y los inscribe en el libro de los vivos) (9). Todas estas entidades angélicas, arquetipos emanados del pensamiento divino y aspectos del Uno de nombre impronunciable, conforman un enorme basamento sobre el que se asienta la Merkaba y todo lo que la rodea en la visión del profeta Ezequiel (10).

Metatron revela a Rabí Ismael que Rekaviel YHVH, “príncipe distinguido y honorable, espléndido y noble, prestigioso y venerable, valiente y poderoso, grande y magnífico, fuerte y suntuoso, maravilloso y exaltado, puro y querido, soberano, soberbio, imponente, antiguo, osado, tal que ninguno entre los príncipes es idéntico a él”, es el ángel que cuida de las ruedas del Carro. Estas son “ocho, dos en cada dirección” (11); cuatro vientos “las envuelven en un círculo”, cuatro ríos de fuego “fluyen y emergen de debajo de ellas” y cuatro nubes, “nubes de Fuego, nubes de Llama, nubes de Brasa, nubes de Azufre”, se alzan frente a ellas (12). Los cuatro seres vivientes, de cuatro caras y cuatro alas, apoyan sus pies sobre las ruedas y “cada viviente en particular es como la plenitud del mundo entero” (13). Estos seres están a cargo de otro ángel, Hayaliel YHVH, “príncipe noble y terrible, príncipe grande y temible, príncipe ante el cual todos los hijos de las alturas se estremecen, príncipe que es capaz de devorar al universo entero de un solo bocado” y “golpea a los [cuatro] vivientes con látigos de fuego. Los exalta cuando cantan alabanzas, laudes y júbilos, y los apremia a decir a continuación: ‘Santo, Santo, Santo, Bendita es la gloria de YHVH desde su Lugar’” (14). Los vivientes

portan el Trono de gloria cada uno con tres dedos, siendo la medida de la altura de cada dedo de 8.766.000 parasanges (15). Por debajo de los pies de los vivientes fluyen siete ríos de fuego; cada río tiene una anchura de 365.000 parasanges, su profundidad es de 248.000 miríadas de parasanges, y su longitud no tiene límite ni medida. Cada río revierte como una cúpula hacia los cuatro vientos del firmamento de Aravot y después cae y se vacía sobre Ma’on. Y de Ma’on sobre Zevoul, de Zevoul sobre Chehaquim, de Chehaquim sobre Raqia, de Raqia sobre Chamayim, y de Chamayim sobre la cabeza de los malvados de la Gehena, como se ha dicho: “He aquí el huracán de YHVH, la tempestad se desencadena, ella se descarga sobre la cabeza de los malvados” ( Jer 23, 19) (16).

Junto a los seres vivientes se hallan los querubines, “cuyas alas se elevan por encima de sus cabezas”. Dice Metatron de estas entidades angélicas:

La Shekinah está posada sobre su espalda, el esplendor de la gloria está sobre sus caras, un canto de alabanza está en su boca. Sus manos son sus alas, sus pies están cubiertos por sus alas, hay rayos resplandecientes sobre su cabeza. Los rodean piedras de zafiro, hay pilares de fuego sobre su cuadrado, hay columnas de fuego a su lado. Un zafiro aquí y un zafiro allá, bajo los zafiros brasas de retama. Un querubín aquí y un querubín allá, las alas de los querubines ciñen sus cráneos. Las despliegan para cantar con ellas un canto a Aquél que habita las nubes y para enaltecer con ellas la magnificencia del Rey de reyes (17).

Un ángel de YHVH se encarga de “despertar la forma de su bella prestancia, acrecentar la magnificencia de su eminencia, aumentar la superioridad de su belleza (...)” para “preparar una sede a Aquel que se sienta sobre los querubines”. Es Kerouviel YHVH, “príncipe imponente y maravilloso, valeroso y alabado con todo tipo de alabanzas”, “príncipe valiente lleno de fuerzas vivas, príncipe majestuoso y la majestad está con él, príncipe justo y la justicia está con él, príncipe santo y la santidad está con él. Príncipe glorificado por millares de ejércitos, príncipe exaltado por miríadas de soldados. Su ira hace temblar el universo, su cólera sacude los campamentos, el pavor que inspira hace que se tambaleen los cimientos, con su estruendo Aravot se estremece. Su estatura está llena de brasas, la altura de su envergadura es semejante a la altura de los siete firmamentos, la anchura de su envergadura es como la anchura de los siete firmamentos, la profundidad de su envergadura es como la de los siete firmamentos. La abertura de su boca arde como una antorcha, su lengua es un fuego devorador, sus párpados son como el esplendor del relámpago, sus ojos son como chispas resplandecientes, el aspecto de su cara es como un fuego ardiente. Hay una corona de santidad sobre su cabeza y el nombre maravilloso está grabado sobre ella; de ella salen relámpagos (...)”. Kerouviel YHVH insta a los querubines “con respeto e ímpetu a cumplir la voluntad de su Creador, a cada instante sin cesar ya que en la sumidad de su cabeza habita constantemente la gloria del gran Rey” que los preside (18).

Hay otros dos órdenes de ángeles por encima de los querubines: los ofanim (19) y, coronando la jerarquía angélica del Carro, los serafines. Metatron describe a los ofanim como seres cubiertos de ojos y alas que portan vestidos tachonados de zafiros (“72 piedras de zafiro a la derecha de cada uno de ellos (...). 72 piedras de zafiro a la izquierda de cada uno de ellos”) y ciñen coronas en las que hay engastadas 4 esmeraldas “cuyo brillo se extiende hacia las cuatro esquinas de Aravot de modo parejo al orbe del Sol, cuyo brillo irradia hacia los cuatro vientos del mundo. ¿Y por qué se llama [a esa piedra] esmeralda? Porque su resplandor es parecido al aspecto del relámpago” (20). Ophaniel YHVH es su ángel custodio, “un príncipe grande, terrible, valeroso, glorioso, imponente y venerable, antiguo e intrépido” que “les sirve y magnifica” para que puedan alabar a su Creador. Ophaniel YHVH tiene “cuatro caras en cada lado”, “cien alas en cada lado” y “8.766 ojos correspondientes al número de horas del año, 2.191 en cada lado. De cada par de ojos que hay en cada una de sus caras surgen relámpagos. De cada uno brotan antorchas que nadie puede mirar, ya que quien las mira se consume de inmediato. La altura de su talla es un viaje de 2.500 años, ningún ojo la puede ver. Y ninguna boca puede decir la fuerza de la firmeza de su poder salvo el Rey de reyes de reyes, el Santo bendito sea” (21).

Los serafines son ángeles cuyas caras brillan como el Trono de gloria (22), “tanto que hasta los vivientes sagrados, los majestuosos ofanim y los querubines ilustres no pueden contemplarlos ya que, a quien los mira, sus ojos se ciegan por su gran resplandor” (23). Dice también Metatron:

¿Cuántos son los serafines? Cuatro, correspondientes a los cuatro vientos del mundo. ¿Y de cuántas alas disponen? De seis alas, correspondientes a los seis días del Génesis. ¿Cuántas caras tienen? Dieciséis caras, cuatro en cada dirección. La dimensión de los serafines y la altura de cada uno de ellos corresponde a los siete firmamentos. En cuanto a la dimensión de las alas, cada una es como una plenitud de firmamento, la dimensión de cada cara es como la cara del sol levante. (...)
¿Y por qué tienen el nombre de serafines? Porque queman los registros de Satán. Cada día se sienta Satán en compañía de Samael, el príncipe de Roma, y de Doubiel, el príncipe de Persia
(24); inscribe las iniquidades de Israel sobre los registros y confía a los serafines la misión de hacerlos llegar al Santo bendito sea para eliminar a Israel del mundo. Pero los serafines conocen los secretos del Santo bendito sea, saben que no quiere que caiga la nación de Israel. ¿Y qué hacen pues los serafines? Cada día toman los registros de las manos de Satán y los queman en el brasero ardiente que está frente al Trono elevado y exaltado para que no lleguen ante el Santo bendito sea cuando está sentado sobre el Trono del juicio y juzga al mundo entero según la verdad (25).

Seraphiel YHVH es el príncipe que vela por los serafines. Entidad extraordinariamente luminosa cuya “figura es como la de los ángeles y su cuerpo como el de las águilas”, está “llena de ojos como las estrellas de los cielos, que no tienen límite ni tienen número”. “La corona que está sobre su cabeza es como el resplandor del Trono de gloria”, y el nombre que ésta lleva es “Príncipe de la Paz”. Seraphiel YHVH “acompaña a los serafines día y noche y les enseña un canto, un salmo, un elogio, un viva y una ovación para que magnifiquen a su Rey con todos los tipos de alabanza y santificación” (26).


(Continuará)

Notas:
1. “Todos estos son príncipes de ejército de un firmamento, cada uno de ellos está acompañado de 496.000 miríadas de ángeles oficiantes”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 2, ibid. Mopsik observa que 496 es la suma del valor de las letras del alefato que componen la palabra Malkhuth, el Reino (ver ibid., nota 2 al capítulo citado).
2. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 3, ibid.
3. Ver la entrada “Shamayim” en la versión online de la Jewish Encyclopedia de 1906. Esta palabra deriva de shama, “el alto lugar”, y mayim o mayyim, “aguas”.
4. Biblia de Jerusalén, ibid.
5. Acompañan a Galgaliel 96 ángeles, 88 a Ophaniel, 72 a Rahatiel y “365.000 miríadas de ángeles oficiantes, grandes y honorables” a Kokhaviel, los que “hacen circular a las estrellas de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad en el firmamento del cielo”. Las longitudes de los recorridos diarios de las luminarias y las constelaciones son igualmente simbólicas: 365.000 parasanges la del Sol, 354.000 parasanges la de la Luna y 339.000 parasanges la de las constelaciones. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, vv. 4-7, ibid.
6. En otras versiones del Libro hebreo de Enoch se dice que las lenguas que se hablan en el mundo son 72. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, nota 11, ibid.
7. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 17, v. 8, ibid.
8. Anaphiel YHVH es además el príncipe a quien el Santo bendito sea encomienda el ascenso a los cielos y la custodia de Enoch-Metatron.
9. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 18, vv. 1-24, ibid.
10. Ver nota III del texto correspondiente a la primera parte de esta serie de acápites.
11. O sea cuatro ruedas ‘dobles’ que “parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra”. Biblia de Jerusalén. Ez 1, 16, op. cit.
12. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 19, vv. 1-5, ibid.
13. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 21, v. 1, ibid.
14. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 20, vv. 1-2, ibid.
15. Ver nota XV del texto correspondiente a la segunda parte de esta serie de acápites. El módulo 8.766 es el número exacto de horas de un año solar de 365,25 días.
16. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 33, vv. 4-5, ibid. El redactor del libro omite el cielo de Makhon en esta serie descendente de firmamentos por la que se vierten las cascadas de fuego. La Gehena es el infierno ardiente (según la entrada “Gehenna” de la Jewish Encyclopedia de 1906, originalmente se daba dicho nombre a un valle situado al sur de Jerusalén en el que se sacrificaban niños al dios Moloch conforme a las tradiciones antiguas de los pobladores del país de Canaan). Así, Metatron enseña que el fuego de la Gehena procede de lo alto.
17. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 22, vv. 13-15, ibid.
18. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 22, vv. 1-5, 16, ibid.
19. Mopsik explica que en la literatura de los Palacios, los ofanim son considerados entidades distintas a las ruedas que Ezequiel contempla en su visión y que en Ez 1, 15 se denominan con el mismo nombre. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, nota 7, ibid.
20. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, vv. 6-7, ibid.
21. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 25, vv. 1-5, ibid.
22. “Serafín” proviene de seraf, “arder”. Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, nota 13, ibid.
23. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, v. 11, ibid.
24. Roma y Persia son el emblema de las fuerzas que abolieron los símbolos de la autoridad espiritual y el poder temporal del pueblo judío, el templo de Jerusalén y la institución de la monarquía.
25. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, vv. 9-12, ibid.
26. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 26, vv. 3-8, ibid.

Imágenes:
1. “El concierto de los ángeles”, de Gaudenzio Ferrari, ca. 1535. Santuario de Santa Maria della Grazia, Saronno, Italia.
2. Ezequiel y la visión de la Merkaba. Grabado de Mateo Merian para su obra Icones Biblicae, Frankfurt, 1670.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



miércoles, 5 de noviembre de 2025

El libro hebreo de Enoch (3ª parte)

La exaltación de Enoch

Enoch sube a los cielos en un carro de fuego junto a la Shekinah por voluntad del Santo bendito sea (1) y obra del príncipe Anaphiel YHVH, entidad angélica a la que el Altísimo encarga su custodia. Asciende hasta el cielo de Aravot, la esfera superior, “sobre las alas de un viento de la Shekinah” y penetra en los siete palacios concéntricos en cuyo recinto interior se alza “el Trono de gloria de la Shekinah y su Carro” envuelto por las jerarquías angélicas (2). Allí, el Santo bendito sea le abre los “300.000 portales del discernimiento” así como los de la prudencia, la vida, la paz, la Shekinah, la valentía y la potencia, la fuerza, la gracia y la bondad, el amor, la Torah, las riquezas, la compasión, la humildad y el temor del cielo, le duplica tales dones y lo gratifica además con “1.365.000 bendiciones” de su mano (3). Metatron continúa su relato a Rabí Ismael:

Fui ampliado y alargado con la medida del ancho y el alto del mundo. Él [el Santo bendito sea] hizo poner sobre mí 72 alas, 36 alas a un costado y otras tantas al otro, y cada ala era como la plenitud del mundo. Fijó en mí 365.000 ojos, y cada ojo era como la gran luminaria. No dejó especie alguna de brillo, de esplendor, de prestancia, de belleza, de excelencia, de luces que pueda haber en el mundo sin fijar en mí (4).

El Santo bendito sea también le hace entrega de un sitial semejante al Trono de gloria de la Merkaba y dispone que Enoch-Metatron lo ocupe en el umbral del séptimo palacio, desde donde tendrá autoridad como príncipe sobre todos los ángeles del reino divino “a excepción de ocho grandes príncipes gloriosos y terribles llamados YHVH por el nombre de su Rey” (5). Después, el Altísimo le revela “todos los secretos de la Torah, todos los misterios de la sabiduría, todas las profundidades de la perfección y todos los pensamientos de los corazones de las criaturas”, así como todos los enigmas del mundo y todas “las disposiciones del Comienzo” (6); y tras recubrirlo con un vestido resplandeciente y un manto de gloria, le moldea “una corona real en la que engasta 49 piedras (7) tan luminosas como la luz del disco solar, cuyo brillo se expande por los cuatro vientos de Aravot, los siete firmamentos y los cuatro puntos cardinales”. Y sigue Metatron:

Él la depositó sobre mi cabeza y me denominó El pequeño YHVH en presencia de toda su familia de las alturas, como se ha dicho: “Mi nombre está en él” (Ex 23, 21) (8).

Luego el Santo bendito escribe “con su dedo como una pluma de fuego”, sobre la corona ceñida en su cabeza,

las letras por las cuales han sido creados el cielo y la tierra,
las letras por las cuales han sido creados los mares y los ríos,
las letras por las cuales han sido creadas las montañas y las colinas,
las letras por las cuales han sido creadas las estrellas y las constelaciones, los relámpagos, los vientos, los truenos, los sonidos del rayo, la nieve, el granizo, el huracán y la tempestad;
las letras por las cuales han sido creadas todas las cosas necesarias al mundo, todas las disposiciones del principio sin excepción
(9).
Cada letra nace, golpe sobre golpe, como una aparición de rayo, golpe sobre golpe como una aparición de llama de fuego, golpe sobre golpe como una aparición de la salida del sol, de la luna y de las estrellas (10).

La majestuosidad de Enoch-Metatron llega a ser tal que los “príncipes que conducen el mundo” se estremecen y caen de bruces aterrorizados ante su visión (11). Metatron explica a Rabí Ismael quiénes son estos regentes y cuál es su función:

Gabriel, el ángel del fuego;
Baradiel, el ángel del granizo;
Rouhiel, que se encarga del viento; (12).


Baraquiel, que se encarga de los relámpagos;
Zaamiel, que se encarga del torbellino;
Ziquiel, que se encarga de los cometas;
Zi’iel, que se encarga de los fríos escalofriantes;
Zaaphiel, que se encarga del huracán;
Raamiel, que se encarga del trueno;
Raachiel, que se encarga del terremoto;
Chalgiel, que se encarga de las nieves;
Matariel, que se encarga de la lluvia;
Chamachiel, que se encarga del día;
Liliael, que se encarga de la noche;
Galgaliel, que se encarga del disco solar;
Ophaniel, que se encarga de los ciclos de la luna;
Kokhaviel, que se encarga de las estrellas;
Rahatiel, que se encarga de las constelaciones (13).

La transmutación de Enoch en Metatron culmina con una angelomorfosis (14) que el Príncipe de la Faz narra de esta manera:

Desde que el Santo bendito sea me tomó a su cargo para servir al Trono de gloria, las ruedas del Carro y todos los deseos de la Shekinah, mi carne se transformó en llamas. Mis nervios en fuego abrasador. Mis huesos en brasas de retama. La luz de mis párpados en el esplendor de los relámpagos. Las órbitas de mis ojos en antorchas de fuego. Los cabellos de mi cabeza en llamas chispeantes. Todos mis miembros en alas de fuego ardiente. La masa de mi cuerpo en fuego resplandeciente. A mi diestra, aquellos que esculpen las llamas de fuego. A mi izquierda, una antorcha que arde. En torno a mí eclosionaba el viento de tempestad y la tormenta, y ante mí y detrás de mí, el estruendo de temblores de tierra continuos (15).

De modo que Metatron alcanza una gloria sin parangón en las alturas, si bien el relato de su entronización termina de una manera paradójica. Leemos en el capítulo 16 del Libro hebreo de Enoch:

Rabí Ismael dijo: el ángel Metatron, el Príncipe de la Faz, brillo del cielo más alto, me dijo:
Al principio, yo estaba sentado sobre un gran trono en el umbral del séptimo palacio y yo juzgaba a todos los hijos de las alturas, el linaje del Lugar, por la autoridad del Santo bendito sea. Yo distribuía grandeza y realeza, rango y dominación, esplendor y alabanza, diadema, corona y gloria a todos los príncipes de los reinos cuando ocupaba un escaño en la corte de lo alto. Los príncipes de los reinos permanecían junto a mí, a mi derecha y a mi izquierda, por la autoridad del Santo bendito sea. Cuando
Aher (16) vino para contemplar la visión del Carro y puso sus ojos sobre mí, fue presa del miedo y tembló en mi presencia. Su alma se apresuraba frenéticamente para apartarlo de mí, a causa del temor, el terror y la veneración que yo le inspiraba. Cuando me vio sentado sobre un trono como un rey, a los ángeles oficiantes de pie a mis costados como servidores y a todos los príncipes de los reinos ceñidos con coronas a mi alrededor, abrió la boca y dijo: “Sí, hay dos poderes en el cielo”. Al momento, un Eco de la Voz surgió de delante de la Shekinah diciendo “Volved, hijos apóstatas” (Jer 3, 22), con la excepción de Aher (17). En este instante apareció Anaphiel YHVH, el príncipe glorificado, reverenciado, querido, alucinante, terrorífico, venerado, con una misión del Santo bendito sea y me golpeó con sesenta látigos de fuego. Luego me hizo poner en pie (18).

Sobre el “destronamiento” de Metatron ejecutado por su ángel custodio han corrido ríos de tinta en el judaísmo y en la academia. Hay autores que consideran que se trata de una interpolación posterior a la redacción original del manuscrito del Libro hebreo de Enoch que tiende a rebajar el rango de Metatron —rango problemático, como hemos visto, para los ángeles pero también para un sector no menor del rabinato— al de un ‘ángel de a pie’. Pero en los capítulos sucesivos, Metatron vuelve a aparecer como Príncipe de la Faz y guía de Rabí Ismael en su visita a las aulas más altas del cosmos (19); y si ello es así es porque la intervención de Anaphiel YHVH no tiene por objeto quitar los galones a Metatron sino algo mucho más elevado: expresar simbólicamente con ese gesto que la deidad es Una y única, y que Metatron y los demás ángeles no son más que aspectos polarizados de ésta como lo son también los dioses de los panteones de las diversas tradiciones del mundo. Lo que los látigos de fuego de Anaphiel YHVH golpean es el espejo de nuestra mente en el que aparece una imagen dual e ilusoria de la Unidad.

(Continuará)

Notas:
1. Como anteriormente los ángeles rebeldes Uza, Aza y Azael, “los vivientes sagrados, los ofanim, los serafines, los querubines, las ruedas del carro y los oficiantes de fuego devorador”, al percibir el olor de Enoch “a una distancia de 365.000 parasanges”, objetan la voluntad del Santo bendito sea: “¿Qué es este olor del hijo de una mujer? ¿Y qué es el sabor de una gota blanca para subir a las alturas celestes y ponerse a servir en medio de aquellos que esculpen la llama?”. El Santo bendito sea les responde: “Oficiales, ejércitos, querubines, ofanim, serafines míos, que esto no os enoje porque todos los hijos de hombre han renegado de mí y de mi gran reino, se han marchado y han adorado a los ídolos. Por eso he retirado a mi Shekinah de entre ellos y la he hecho subir a las alturas. En cuanto a aquél que he elevado en medio de ellos, es el más precioso de todos, pesa tanto como todos vosotros en fidelidad, justicia y acción virtuosa. Este que yo he tomado es la retribución de todas mis penas en los cielos”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 6, vv. 2-3, ibid.
2. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 7, v. 1, ibid.
3. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 8, vv. 1-2 y cap. 9, vv. 1-2, ibid. En el Libro hebreo de Enoch aparecen muchas magnitudes simbólicas como esta de las 1.365.000 bendiciones cuyo significado no es siempre claro. Ocurre además que los valores numéricos varían de un manuscrito de la obra a otro.
4. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 9, vv. 3-5, ibid. Los módulos de 36, 72 (doble de 36) y 365 simbolizan que Enoch-Metatron adquiere unas dimensiones de alcance cósmico, por lo que toda la manifestación está penetrada de su presencia.
5. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 10, v. 3, ibid. Anaphiel YHVH es uno de ellos.
6. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 11, v. 1, ibid. Mopsik anota que las “disposiciones del Comienzo” son “las estructuras de la Naturaleza establecidas después de la Creación o cosmogonía primera”. Ibid, nota 3 al capítulo 11.
7. El número 49, que es igual a 7x7, evoca “las siete semanas de años” tras las que se declaraba el jubileo en Israel, el año de la libertad en que todos sus habitantes recuperaban sus tierras y regresaban con su familia quedando eximidos de las labores agrícolas (ver Lv 25, 8-22). El jubileo es un símbolo de los instantes de enderezamiento del ciclo descendente de la humanidad, en los que la caída se detiene transitoriamente.
8. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 12, vv. 1-5, ibid.
9. Ver nota VI de este mismo acápite.
10. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 13, vv. 1-2. Fragmento citado en Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala, ibid.
11. La convulsión alcanza a todas las jerarquías angélicas del cosmos. Metatron dice que incluso Samael, “príncipe de los acusadores que es más grande que todos los príncipes de los reinos que están en las alturas, me temió y se estremeció ante mí”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 14, v. 2, ibid. Esta precedencia de Samael se debe a que es un aspecto invertido de Metatron. Ver Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. “Metatron”, ibid.
12. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 14, v. 4, ibid.
13. Ibid.
14. Es el término con el que Mopsik designa a la apoteosis de la transmutación de Enoch.
15. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 15, vv. 1-2, ibid.
16. Aher significa “el Otro” y es el sobrenombre con el que la tradición hebrea conoce a Elisha ben Abuyah, rabino nacido en Palestina en la segunda mitad del siglo I d. C. La Haguigá dice es uno de los cuatro rabís que lograron entrar en el Paraíso, y cuenta: “Cuatro sabios entraron al paraíso: Ben ‘Azzai, Ben Zoma, Aher y Akiba. Ben ‘Azzai miró y murió; Ben Zoma se volvió loco; Aher destruyó las plantas; sólo Akiba salió ileso”. Cita de la edición online de la Jewish Enciclopedia de 1906. Al margen de las interpretaciones en un sentido u otro que este acto mítico de Aher ha suscitado en la literatura rabínica, ejecutar la destrucción de las plantas del jardín del Paraíso significa, desde el punto de vista simbólico, colaborar activamente en la abolición de la Edad de Oro autoexiliándose de ella, algo que más adelante impedirá que Aher regrese a la compañía del Altísimo. Como ya hemos dicho más arriba, Rabí Akiba es uno de los tanaim a los que se atribuyen las obras de la literatura de los Palacios.
17. Ver nota anterior en este mismo acápite.
18. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 16, vv. 1-5, ibid.
19. Ciertamente, de aquí en adelante se opera un cambio en la función de Metatron, quien pasa de ser un vigilante y administrador de la justicia divina en el umbral del séptimo palacio a un psicopompo, oficio en el que lo vamos a ver acceder libremente con Rabí Ismael a todos los niveles de la Merkaba, incluso a la visión de la Mano de Dios. Dicho esto, no nos parece acertado el comentario de Mopsik de que esta “modificación sobrevenida en la organización del mundo angélico a raíz de las ascensiones extáticas de los místicos de la Merkaba” pueda tener un propósito utilitario como evitar a éstos “que en lo sucesivo se equivoquen como en el caso del maestro precitado [Aher]”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 16, nota 9, ibid.

Imagen:
1. El arcángel Gabriel. Icono del siglo XIII. Monasterio de Santa Catalina, Egipto.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.