miércoles, 20 de agosto de 2025

La Cábala y el Agartha (5ª parte)

5. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y aquí la leyenda pasa a describir los símbolos atesorados en este corazón del templo. Sobre el piso triangular se levanta un altar de mármol blanco en una de cuyas caras están representados los útiles de la masonería: la regla, el compás, la escuadra, el nivel, la paleta y el mallete; en otra cara, las figuras geométricas del triángulo, el cuadrado, la estrella de 5 puntas y el cubo. Sobre otro lateral las siguientes cifras: 27, 125, 343, 729 y 1331. En la cara posterior, la rama de acacia, y sobre el ara, una piedra de ágata de tres palmos que tiene escrito en su base, con letras de oro, “Adonai”. Los dos Magos adoraron este nombre de la deidad, pero el jefe les dice que en él no está depositada la idea de la Concepción Suprema, y que ha llegado el momento de transmitirles la última enseñanza que hará de ellos unos iniciados perfectos.


Entonces agarra con las dos manos la piedra de ágata, se vuelve hacia sus discípulos diciéndoles “Contemplad, la Concepción Suprema, aquí está. Estáis en el Centro de la Idea”.
Los discípulos deletrearon las letras
Iod,, Vau,y abrieron la boca para pronunciar el nombre, pero él les grita: “¡Silencio! Esta palabra inefable no debe salir de ningún labio”.
Seguidamente deposita la piedra de ágata sobre el altar, toma de su pecho la joya del Maestro Hiram y les muestra que tiene grabados los mismos signos.
“Aprended ahora –les dice– que no fue Salomón quien hizo excavar la bóveda de este hipogeo, ni quien hizo construir las ocho que la preceden, ni quien ha escondido la piedra ágata. La piedra fue colocada por Henoch, el primero de todos los iniciados, el iniciado iniciador, que no murió sino que sobrevive a través de todos sus hijos espirituales. Henoch vivió mucho antes que Salomón, antes del diluvio. No se sabe en que época fueron construidas las ocho primeras bóvedas ni ésta excavada en la roca viva”
(1).

Finalmente, los dos Magos descubren en el muro del hipogeo una última puerta escondida ornada con una vasija quebrada y le piden al Maestro que la abra; pero él se niega rotundamente diciendo que esconde un misterio terrible, un misterio de muerte. Enojados y creyendo que el gran Mago quiere reservarse para sí el secreto, comienzan a pronunciar todos los nombres que habían escuchado de su boca, pero todo es en vano; luego empiezan a decir cualquier cosa que les pasa por la cabeza, hasta que ya desistiendo uno exclama: “No podemos, a pesar de todo, continuar hacia el infinito”. Y al decir En Sof, la puerta se abrió violentamente, ambos cayeron al suelo y una especie de torbellino furioso apagó las luces de los candelabros. Con grandes esfuerzos lograron cerrarla entre los tres y en medio de la más absoluta oscuridad el jefe los impele a retornar por donde han venido, atravesando las nueve criptas y subiendo los cuatro tramos de escaleras sin ninguna luz, hasta que tras largas horas salieron a la superficie justamente a medianoche en punto. Sumidos en una profunda meditación y sin intercambiar palabra alguna se alejaron del templo a paso lento con sus camellos en dirección a Babilonia.

(Continuará)

Notas:
1. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998. Esta leyenda se vincula directamente con otra que también pertenece al grado 13 –el del Caballero del Arco Real–, sobre la que no podemos extendernos, pero sí dar la referencia de un libro que la explica: Le Chevalier de Royal-Arche. La légende d’Énoc, de Percy John Harvey. Ed. Cépanduès, Toulouse, 2018. Solamente destacaremos que en este largo relato, Henoch, que en este caso es el descendiente de Set, tiene una visión en la que se ve transportado a la cima de una gran montaña donde la deidad le revela el Tetragrama grabado en un pectoral de oro; luego se siente conducido bajo tierra, y atravesando 9 bóvedas dispuestas una encima de otra llega al fondo de la novena donde vuelve a ver la joya con las mismas letras del nombre impronunciable, irradiando luz. Tras la visión, el patriarca antediluviano, ante la inminente llegada del diluvio, encarga a su hijo Matusalén que excave nueve bóvedas superpuestas; él por su parte graba el Tetragrama en un triángulo de oro que encastra en una piedra ágata de la misma forma y lo deposita en el fondo de la novena cripta encima de un altar, sellando luego por orden divina cada una de las nueve bóvedas para salvaguardar tan preciado tesoro de la aguas. Tras el diluvio, no es hasta la época de Salomón que se produce el descubrimiento de tal templo subterráneo vertical y el hallazgo de la joya en la cripta más profunda, que será trasladada a la caverna subterránea que Salomón ha hecho construir debajo del Sancta Sanctorum del templo que él ha hecho levantar, pasando a denominarse ese espacio de cripta secreta a cripta sagrada.

Imagen:
1. Tetragrama.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



martes, 5 de agosto de 2025

La Cábala y el Agartha (4ª parte)

4. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y ahora nos referiremos a otra leyenda que se ubica justo en el templo que terminó de edificar Hiram y donde fatídicamente fue asesinado por tres compañeros que le querían arrebatar los secretos de la maestría por la fuerza. Enterraron su cadáver en las afueras de Jerusalén, pero nueve maestros salieron a buscarlo, lo hallaron y lo devolvieron a las entrañas del templo que había levantado. La muerte y resurrección de Hiram es el meollo central del rito del tercer grado masónico, pero lo que ahora aportaremos forma parte de ese legado que atesora la Masonería en sus Altos Grados, que no son sino desarrollos de lo contenido en el grado de maestro. Se dice que la Leyenda de los Tres Magos que han visitado la gran bóveda y descubierto el centro de la idea inspira toda la simbólica del grado 13 llamado del Arco Real del REAA. Jules Boucher la recogió íntegramente en su libro La Symbolique maçonnique, y es de destacar que la narración mama directamente de la Cábala y de su modelo cosmogónico, el Árbol de la Vida sefirótico, lo cual nos hace decir que:

La Cábala (tradición) como la Shekhinah siempre se está haciendo y no es letra muerta, pues está presente en el corazón del ser humano, en su alma, y por lo tanto en todas las cosas y tiempos y sería matarla —como el racionalismo ha hecho con Occidente—, si se la tratara como algo fijo e inflexible, o como un estudio meramente histórico y no como siempre viva, paradójica y cambiante como es la cosmogonía que describe, en vez de algo estático, como por otra parte lo demuestra su desarrollo en el tiempo. Es decir, una poética del espacio y la vida, perpetuamente actual, de donde deviene su inmenso poder transformador (1).

Siendo así, la visita de los tres protagonistas de la historia que expondremos a continuación se está produciendo en este mismo instante en que el cabalista o iniciado ha dramatizado en su alma su asesinato y su enterramiento en los cimientos del templo que previamente ha levantado y que tras saqueos y destrucciones posteriores, ahora se encuentra en estado ruinoso. Todo parece perdido, los secretos del oficio, los misterios de la iniciación, la doctrina de la Tradición Primordial y su centro sagrado, el Agartha...


Mas entonces Tres Magos, iniciados de Babilonia y miembros del Sacerdocio Universal, vienen en peregrinación para explorar las ruinas del antiguo Santuario (2). Comienzan a recorrer los restos del recinto y en el ángulo sur-este del templo descubren una excavación. Se trata de un pozo sobre el que se abalanza el mayor de los tres, que parece ser el jefe. Es mediodía en punto y un rayo de sol incide en lo más hondo de la excavación iluminando algo que emite potentes destellos; se trata sin duda de una joya sagrada. Los otros dos Magos se acercan y deciden que el que la ha descubierto descienda lentamente hasta el lugar de los brillos. Es la joya que Hiram llevaba colgada en el cuello en el momento que los asesinos le asestan los golpes mortales. Hiram, antes de perecer, se quitó la cadena de 70 cuentas y la lanzó en el pozo. La joya consiste en un Delta de un palmo del más puro de los metales en el que el maestro, perfecto iniciado, grabó el Nombre inefable.

Mientras el Mago va descendiendo constata que la pared del pozo está dividida en zonas o anillos de distintos colores y en nombre de 10. Llega al fondo, recoge la joya y descubre emocionado las letras grabadas del Nombre inefable, que reconoce, pues él es también un iniciado perfecto. Se la cuelga del cuello con las letras hacia adentro, tocando su corazón, tal como la llevaba Hiram. Luego mira a su alrededor y ve que en la muralla interna del pozo hay una abertura por la que puede penetrar. Se adentra en un corredor a tientas, tal es la oscuridad reinante, y con las manos palpa lo que parece ser una puerta de bronce. En este momento retrocede y pide a sus compañeros que lo suban a la superficie, los cuales nomás sacarlo de las profundidades ven la joya colgada en su cuello y comprenden que viene de experimentar una nueva consagración. Deciden entonces descender los tres, pues intuyen que tras la puerta de bronce se esconde un gran misterio. Prenden un fuego, encienden tres antorchas y tras atar las cuerdas para el descenso a dos piedras que tienen grabadas las palabras Jakin y Boaz, se deslizan hasta el fondo del pozo. Llegan ante la puerta de bronce y el Mago anciano observa que en el medio tiene un ornamento consistente en una corona real rodeada por un círculo compuesto de 22 puntos. “El Mago se absorbe en una meditación profunda, después pronuncia la palabra Malkhuth y de repente la puerta se abre”. Los exploradores se encuentran entonces con una escalera que se hunde más en el suelo; tras bajar 3 peldaños reposan sus pies sobre un rellano triangular en el que hay otra escalera que desciende 5 peldaños, luego sigue otra de 7 y finalmente una de 9. En total han bajado 24 escalones y han llegado frente a una segunda puerta, ornada igualmente con un círculo de 22 cuentas que envuelve el relieve de una piedra angular. Aquí el Mago pronuncia la palabra Yesod, y la puerta se abre. Entran en una sala abovedada y circular ornada con nueve nervaduras que partiendo del suelo se reúnen en el zenit de la cripta, y junto a una de ellas, el jefe de los Magos descubre otra puerta, decorada en esta ocasión con una luna resplandeciente rodeada de 22 puntos; aquí pronuncia la palabra Hod y la puerta se abre dando acceso a una segunda sala. Y así, sucesivamente, se van encontrando otras siete puertas más que se abren al son de las palabras Netsah, Tifereth, Gueburah, Hesed, Binah, Hokhmah y finalmente Kether. Los relieves que figuran en cada una de ellas son: un sol, una cabeza de león, una regla, una courbe molle et gracieuse, un ojo, un rollo de la ley y por último otra corona real.

Cuando penetraron en la novena cripta, se apercibieron que a diferencia de las otras estaba iluminada desde dentro por tres enormes candelabros de tres brazos. “Estas lámparas, que ardían desde hacía siglos, sin que la destrucción del reino de Judea, ni el arrasamiento de Jerusalén ni el derrumbe del templo pudieran extinguirlas, brillaban con un destello vivo, iluminando con una luz a la vez dulce e intensa todos los rincones y los detalles de la maravillosa arquitectura de esta cripta sin par esculpida en la roca viva” (3).

(Continuará)

Notas:
1. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala. “La Cábala Judeocristiana”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006.
2. Son los tres jefes del Agartha, los mismos que visitan a Jesús en la cueva-pesebre y lo reconocen como rey, sacerdote y profeta. Van a Belén, Bet-Lehem, la ciudad del pan, o sea que la piedra que Jacob erige en Betel para señalar a Luz se transforma ahora en pan. Y nos dice Guénon al respecto: “El Mahânga ofrece a Cristo el oro y lo saluda con el apelativo de rey; el Mahâtma le entrega incienso y lo saluda como sacerdote; por último, el Brahâtma le da mirra (bálsamo de incorruptibilidad, imagen de la âmrita) saludándolo como profeta o maestro espiritual por excelencia”. René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003. Nótese finalmente que los Tres Magos de esta leyenda vienen de Babilonia, y como acabamos de ver el linaje de Hiram se extiende por aquella región.
3. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998.

Imagen:
1. Los Reyes Magos. Mosaico de la Basílica de San Apolinar el Nuevo, siglo VI. Rávena, Italia.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.