¿Quiénes son estas misteriosas mujeres a las que la antigüedad tanto veneró, y que hoy ni se las recuerda, o a lo sumo se las tiene por una leyenda, cuando no por unas locas dementes?
Cristina de Pizán las pondera de este modo en uno de sus libros:
Entre las mujeres de muy alta dignidad, figuran en primer lugar las sabias sibilas que, según los autores de mayor autoridad eran diez. Escúchame bien, querida Cristina, ¿ha existido jamás un solo profeta a quien Dios haya concedido el honor de la revelación y haya querido tanto como a esas nobles damas que estoy evocando? Les confirió tales dones de profecía que lo que decían no sólo parecía anticipar el futuro sino narrar acontecimientos pasados, conocidos ya, porque sus escritos resultaban tan claros e inteligibles como una crónica. Anunciaron incluso la llegada de Cristo de forma más clara y detallada que los textos de los profetas. Las llamaron “sibilas”, lo que significa: “la que conoce el pensamiento divino”, porque tan milagroso era su don de profecía que sólo podía provenir del espíritu divino; “sibila” se refiere, por lo tanto, a un oficio y no a un nombre propio. Nacieron en diversos países del mundo y en épocas distintas, pero todas vieron hechos extraordinarios que habían de acontecer más tarde, como el nacimiento de Cristo, al que hemos aludido ya. Sin embargo, todas eran paganas y ninguna perteneció a la religión judía.
Llamaron a la primera sibila, que venía de Persia, Pérsica y a la segunda, que era libia, se la llamó Líbica. La tercera recibió el nombre de Délfica, por haber nacido en el templo de Apolo en Delfos. Profetizó la destrucción de Troya y Ovidio le dedicó unos versos. Nació en Italia la cuarta, llamada Cimeriana. Erífila se llamaba la quinta, originaria de Babilonia. Ella anunció a los griegos que habían acudido para consultarla que habían de destruir Troya e Ilión, su ciudadela, y que Homero dejaría sobre tales hechos un relato muy fantasioso. Le cambiaron el nombre por el de Eritrea porque así se llamaba la isla donde vivía y allí se descubrieron sus libros. La sexta se llamó Samiana, por ser de la isla de Samos. Nacida en Italia, en Cumas, provincia de Campania, la séptima llevaba el nombre de Cumeana. Helespontina, por el Helesponto, la llanura de Troya, era la octava, que vivió en la época de Ciro y del famoso autor Solón. En Frigia nació la novena, la sibila Frigiana, que profetizó claramente la llegada de un falso profeta o anticristo. A la décima, Tiburtina, le daban también el nombre de Albunia y fue muy venerada por sus oráculos porque anunció la venida de Cristo (1).
Nota:
1. Cristina de Pizán, La Ciudad de las Damas.
1. Cristina de Pizán, La Ciudad de las Damas.
Imagen:
Giovani Guercino, Sibila Pérsica. Pinacoteca Capitolina, Roma.
Giovani Guercino, Sibila Pérsica. Pinacoteca Capitolina, Roma.
Colección Aleteo de Mercurio 2.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, Mayo, 2017.
Las diosas se revelan.
Mireia Valls,
con la colaboración de Lucrecia Herrera.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, Mayo, 2017.
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