lunes, 20 de octubre de 2025

El libro hebreo de Enoch (2ª parte)

El ascenso del Rabi Ismael

El rabino Ismael ben Elisha ha-Kohen (“Ismael hijo de Eliseo el sacerdote”) vivió en Israel entre los siglos II y III d. C. y fue uno de los cuatro tanaim (1) a los que se atribuyen las distintas obras de la literatura de los Palacios (R. Ismael, R. Akiba, R. Nehounia ben ha-Qana y R. Eliezer el Grande).

Tras el breve epígrafe que encabeza el Libro hebreo de Enoch (2), Rabí Ismael inicia el extraordinario relato de su visión:

Cuando ascendí a las alturas para contemplar en mi visión al Carro, entré en seis palacios, uno dentro de otro, y cuando alcancé el umbral del séptimo palacio, me puse a orar ante el Santo bendito sea (3).

Rabí Ismael ruega al Altísimo ser aceptado en el cielo y el Santo bendito sea le envía a su servidor, el ángel Metatron, el cual le comunica que ha sido merecedor de la contemplación de la Merkaba. Ambos ingresan juntos en el séptimo palacio, y en el “campamento de la Shekinah” Rabí Ismael es presentado ante el Trono de gloria. Tal es el terror que la mirada radiante de los príncipes del Carro y los serafines infunde en el rabino que éste se desmaya. Metatron lo despierta y el Santo bendito sea le abre

los portales de la Shekinah, los portales de la sabiduría, los portales de la fuerza, los portales de la valentía, los portales de la palabra, los portales del canto, los portales de la Qedoucha (4), los portales de la melodía (5),

e ilumina su vista y su corazón (6). Rabí Ismael entona entonces un cántico ante el Trono de gloria y los vivientes que rodean al Trono responden con el Trisagion: “Santo, Santo, Santo, bendita es la gloria de YHVH desde su Lugar” (7). Otros seres angélicos, “las águilas del Carro, los ofanim de llama y los serafines de fuego devorador”, interrogan severamente a Metatron:

Jovenzuelo, ¿por qué has permitido a un hijo de mujer venir a contemplar el Carro? ¿De qué pueblo es, de qué tribu, qué valor tiene? (8).

Sus reservas se disipan cuando Metatron les contesta que el rabino es un sacerdote de la tribu de Leví y que desciende de Aarón. A continuación, Rabí Ismael pregunta a Metatron por su nombre y éste le dice:

Tengo setenta nombres, correspondientes a las setenta lenguas que hay en el mundo, y todos ellos se basan en el nombre del Rey de reyes de reyes, aunque mi Rey me llama Jovenzuelo (9).

Rabí Ismael vuelve a preguntar a Metatron por qué ostenta los setenta nombres del Creador y por qué, siendo superior en jerarquía a los demás príncipes y ángeles por tal motivo, le llaman Jovenzuelo en los cielos. Le responde Metatron:

Porque yo soy Enoch, hijo de Yered. Cuando los hijos de la generación del diluvio pecaron y pervirtieron sus obras, diciendo a Dios: “Aléjate de nosotros (...)”, el Santo bendito sea me elevó de entre ellos para ser en los altos cielos, ante los que vendrán al mundo, el testigo de cargo a fin de que no pudiesen decir: ¡El Compasivo es cruel! (...), y el Santo bendito sea me desposó en lo alto como príncipe y jefe entre los ángeles oficiantes (10).

Seguidamente, tres ángeles rebeldes, Uza, Aza y Azael, se acercan al Santo bendito sea para cuestionar a Metatron:

“Maestro del universo, ¿cuál es el valor de éste para subir a la altura de las alturas? ¿No es uno de los hijos de los hijos de aquellos que se ahogaron en las aguas del diluvio? ¿Qué vale en el firmamento?” (11). De nuevo el Santo bendito sea respondió. Les dijo: “¿Qué valéis vosotros mismos, vosotros que os inmiscuís en mis palabras? Yo deseo que éste, con preferencia a todos vosotros, sea príncipe y jefe por encima de vosotros en las alturas celestes”. En seguida se levantaron todos y vinieron a mi encuentro, luego se prosternaron ante mí y dijeron: “¡Feliz tú y felices tus padres, tu Creador te ha querido bien!” Y es porque soy un recién llegado y joven entre ellos en años, meses y días por lo que me han llamado Jovenzuelo (12).

En lo sucesivo y hasta el final del libro, Rabí Ismael va desgranando las enseñanzas que recibe de Metatron en su visión (casi todos los acápites que siguen comienzan con la frase “Rabí Ismael dijo: el ángel Metatron, el Príncipe de la Faz, me dijo”). Éste, antes de continuar con el relato de su transmutación, cuenta al rabino cómo la Shekinah abandonó la Tierra tras la expulsión de Adán y Eva del Paraíso terrestre:

Desde el día en que el Santo bendito sea expulsó al primer hombre del jardín del Edén, la Shekinah, residía sobre un querubín bajo el Árbol de la vida. Los ángeles oficiantes bendecían y acudían, descendiendo del cielo en grupos numerosos, en asambleas numerosas del firmamento, en campamentos numerosos de los cielos para hacer su voluntad a través del mundo entero. El primer hombre y su generación permanecían en el umbral del jardín del Edén para contemplar aquello que era una imagen de la apariencia radiante de la Shekinah, pues el resplandor de la Shekinah se extendía de un confín del mundo al otro y era 65.000 veces más luminoso que el disco solar (13). (...) Todos contemplaban el resplandor de la imagen de la Shekinah y nadie sufría daño alguno. Hasta la llegada al mundo de los hijos de la generación de Enosh, quien estaba a la cabeza de todos los servidores de culto extranjero que hay en el mundo (14). ¿Qué hacían los hijos de su generación? (...) Hacían ídolos a los cuatro vientos del mundo, los erigían en cada rincón del mundo sin excepción, ídolos de una medida de mil parasanges (15). Hacían descender al sol, la luna, las estrellas, las constelaciones, las detenían ante los ídolos, a su derecha y a su izquierda, para servirlos de la manera en que servían al Santo bendito sea (...). ¿Cómo es que tenían fuerza suficiente para poder hacerlos descender? En realidad, Uza, Aza y Azael les habían enseñado hechizos para que lograran hacerlos descender y utilizarlos (...).


En ese momento, los ángeles oficiantes conspiraron para formular una acusación ante el Santo bendito Sea. Dijeron ante él: “Maestro del universo, ¿qué tratos tienes con el hombre (...)? ¿Quién es este Enosh que es jefe de los idólatras? ¿Por qué has abandonado el cielo de los cielos de lo alto, morada de la gloria de tu nombre, y el Trono elevado y exaltado que está en las alturas de Aravot, y te has ido a habitar con los hijos del hombre que sirven a los ídolos y te consideran igual a un ídolo? Ahora que tú estás sobre la Tierra y el ídolo está en la Tierra, ¿qué valor tienes para los habitantes de la Tierra, servidores de un ídolo?”. Acto seguido, el Santo bendito sea retiró a su Shekinah de entre los hombres. En ese momento llegaron los ángeles oficiantes y las cohortes de ejércitos, los soldados de Aravot, millares de campamentos, miríadas de guerreros. Tomaron las trompetas y empuñaron los cuernos, rodearon a la Shekinah cantando y salmodiando y ella subió a las alturas celestes (...) (16).

(Continuará)

Notas:
1. Sabios exégetas pertenecientes al rabinato cuyas enseñanzas fueron compiladas en la Mishnah. Compuesta entre los siglos II y III, es considerada la primera gran colección escrita de tradiciones orales sobre la Torah y en ella se basan los comentarios posteriores del Talmud de Jerusalén y del de Babilonia. La traducción exacta de tanaim es “repetidores”, según apunta Mopsik en una nota de la introducción de su obra.
2. Es éste: “Enoch anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó” (Gn 5, 24). Mopsik comenta que con un encabezamiento así la obra queda situada “bajo la autoridad de una tradición reconocida al recordar su origen bíblico” y “tiende a hacer del conjunto del libro un largo comentario de este versículo, una especie de midrach”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 1, nota 1, ibid.
3. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 1, vv. 1-2, op. cit.
4. La Qedoucha o Trisagion (en griego, “tres veces santo”) es el himno más elevado de alabanza al Santo bendito sea. Su dicción unánime por los ángeles genera una vibración cósmica tan poderosa que “las columnas de los firmamentos y su base vacilan”, las “estrellas y constelaciones se alarman” y “el orbe del sol y el orbe de la luna se apartan precipitadamente de su circuito”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 38, v. 1, ibid.
5. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 1, vv. 11, ibid.
6. Estos dones son análogos a los que Poimandrés, el Noûs de la Soberaneidad Absoluta, brinda a Hermes Trismegisto en el primer tratado del Corpus Hermeticum: “una visión infinita” que se convierte en una “luz, serena y gozosa”, imagen de “la Inteligencia, tu Dios”.
7. La triple invocación del Trisagion evoca el ternario en que el Principio inmanifestado del Ser Universal se polariza, simbolizado unánimemente por las tres sefirot de Olam ha Atsiluth en el Árbol de la Vida cabalístico, la Trimûrti hindú o la tríada Tai-ki, Tien, Ti de la tradición extremo-oriental. El Sanctus de la plegaria eucarística cristiana vendría a ser un pálido reflejo exotérico del Trisagion. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 1, v. 12, ibid.
8. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 4, vv. 7-10, ibid.
9. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 3, v. 2, ibid.
10. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 4, vv. 2-5, ibid.
11. Es una objeción análoga a la que antes han planteado otros ángeles acerca de Rabí Ismael ante Metatron. Mopsik sugiere en una nota, acerca del aparente anacronismo que se desliza en este pasaje y en el anterior —pues Enoch es un patriarca antediluviano—, que se podría tratar de una simple cuestión redaccional del manuscrito. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 4, nota 13, ibid. Nosotros pensamos que la mención de que Enoch es “uno de los hijos de los hijos de aquellos que se ahogaron en las aguas del diluvio” podría aludir a un cataclismo anterior al diluvio de Noé que la Biblia no refiere pero sí las tradiciones mesopotámicas (ver p. ej. nuestro artículo Mesopotamia en el Manvántara en el número 58 de la Revista SYMBOLOS telemática.
https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/8.mesopotamia-en-el-manvantara/0.mesopota- mia-en-el-manvantara.htm).
12. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 4, vv. 7-10, ibid.
13. 65.000 es, en números redondos, la duración en años del ciclo completo de una humanidad en la doctrina hindú de los ciclos cósmicos. Curiosamente, el módulo 65 es también la cifra de base del cuadrado mágico de Marte, de 5 x 5 casillas.
14. Enosh es hijo de Set y antepasado de Enoch. La Biblia dice que Enosh “fue el primero en invocar el nombre de Yahveh” (Gn 4, 26).
15. Mopsik anota que un parasange es una medida de longitud de origen persa que equivale a unos 5.250 metros. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 5, nota 10, ibid.
16. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Cap. 5, vv. 1-13, ibid. En otras tradiciones se narra con mitos análogos cómo la deidad deja de habitar con la humanidad a partir de cierto instante en su ciclo descendente de existencia. El poeta griego Arato, por ejemplo, escribe que en la Edad de Oro —el estado paradisíaco de la vida humana—, la Justicia, diosa hija de Zeus y de Temis, “vivía en la tierra y venía abiertamente a presencia de los hombres, y no desdeñaba la compañía de los antiguos, hombres o mujeres; antes bien, se sentaba mezclándose con ellos aunque era inmortal”. En la Edad de Plata —análoga al estadio en que la humanidad aún puede contemplar la imagen de la Shekinah desde el umbral del Paraíso—, “todavía estaba presente (...); al atardecer descendía de los montes rumorosos, solitaria, y no se comunicaba con nadie con palabras amables, sino que cuando había cubierto de hombres inmensas colinas, los increpaba entonces censurando su perversidad, y decía que ya no vendría más a la presencia de quienes la llamaran”. Pero cuando nació “la raza de bronce, hombres aún más perversos que los anteriores, los primeros que forjaron las espadas criminales propias de asaltantes de caminos, los primeros que comieron la carne de los bueyes de labor”, entonces “la Justicia sintió aversión por el linaje de aquellos hombres y voló hacia el cielo”. Arato. Fenómenos. Trad. Esteban Calderón. Ed. Gredos, Madrid, 1993.

Imagen:
1. “Y Dios tomó a Enoch”. En: Gérard Hoet et al. Figures de la Bible. Ed. P. de Hondt, La Haya, 1728.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



martes, 7 de octubre de 2025

El libro hebreo de Enoch (1ª parte)

El hombre que lee y estudia, mediante su comprensión agudiza su Inteligencia y ésta se ilumina con el resplandor de la verdad de los textos mágicos y sagrados objeto de sus meditaciones. Por otra parte recrea esos textos y actualiza los elementos que contienen, los hace suyos y de este modo repite una acción ritual, la de estar y pertenecer, vivir, en suma, el eterno presente y haciéndolo vivo dar el alimento espiritual que él mismo ha recogido, uniéndose así a la cadena de los que han interpretado la doctrina metafísica y lo que ésta expresa en sí (1).


En Presencia Viva de la Cábala, Federico González y Mireia Valls explican que el Libro hebreo de Enoch es

un libro pseudo-epigráfico de la mística judía antigua perteneciente a la llamada “literatura de los Palacios” o Merkaba. Su datación es difícil y no hay unanimidad entre todos los investigadores contemporáneos que lo han estudiado (Scholem lo sitúa entre los siglos V-VI de nuestra era, aunque otros autores lo ven anterior, atribuyéndoselo al mítico rabí Ismael del siglo II), pero en cualquier caso su importancia e influencia ha sido enorme, no sólo en la Cábala desde sus orígenes hasta nuestros días, sino también en la literatura del exoterismo judío donde es citado abundantemente (2).

Acerca de la literatura de los Palacios, los autores recogen esta interesante nota de Charles Mopsik perteneciente a su versión francesa de la obra:

Se trata [la literatura de los Palacios] de un conjunto de textos, en hebreo o en arameo, datados entre los siglos IV al VIII, que relatan las visiones del Carro celeste (merkaba), de los cielos, de los ángeles y del Trono divino. La visión del capítulo I de Ezequiel es una de sus fuentes principales de inspiración (3). La literatura de los Palacios debe su nombre a las siete moradas que son el objeto de las ascensiones extáticas y de las visiones místicas. Los tratados, bastante cortos, que forman la esencia de este corpus tienen los siguientes títulos: Hekhalot Zutari (Pequeño Tratado de los Palacios); Hekhalot Rabbati (Gran Tratado de los Palacios); Sar Torah (El Príncipe de la Ley...); Re’uyot Yehezqel (Visiones de Ezequiel); Ma’asseh Merkaba (Escrito del Carro); Merkaba Rabba (Gran Tratado del Carro); Massekhet Hekhalot (Tratado de los Palacios); Chiur Qoma (Medida de la Talla); Seder Rabba di Berechit (Gran Orden del Principio); El libro hebreo de Enoch que es el objeto de la presente traducción y que con frecuencia se denomina Sefer Hekhalot (Libro de los Palacios). Menos convencionalmente, estos títulos están reemplazados por otras apelaciones del género “capítulos de Rabbí Ismael” (4).

Una denominación que en verdad se adecúa muy bien al Libro hebreo de Enoch por cuanto se compone de enseñanzas comunicadas por el legendario rabino —cada uno de los 48 capítulos de la obra comienza con la frase “Rabí Ismael dijo”—, las cuales ha recibido a su vez del ángel Metatron (5).

El contenido nuclear de estos textos antiguos de la tradición cabalística constituye lo que estudiosos como Gershom Scholem han resuelto bautizar como “misticismo de la Merkaba” (6). Por ciertas frases que éste deja ir aquí y allí en sus obras, da la impresión de que tiene algún prejuicio sobre el alcance de la cábala del Carro contraponiéndolo al de la cábala de Bereshit, como si la primera fuese una vía limitada o disminuida con respecto a la segunda y sus aperturas metafísicas. Nos lo sugieren, por ejemplo, estos pasajes de Grandes temas y personalidades de la Cábala:

La contemplación de los místicos de la Merkabah en el primer periodo de la mística judía, proporcionaba la clave, en su opinión, para un entendimiento correcto de los seres celestiales que aparecían en la carroza divina. Esta contemplación también podía realizarse a través de estadios preparatorios que llevaban a los que “descendían a la Merkabah” a percibir la visión y pasar de una cosa a otra sin ponerse en peligro por la audacia de su asalto al mundo superior. Incluso en este estadio, la visión de la Merkabah estaba asociada con la inmunización de los sentidos del místico frente a la absorción de impresiones externas y la concentración por medio de una visión interna. En la cábala, la concepción de las diez sefirot, que revelan la acción de lo divino y abarcan el mundo de la emanación, se sobreimpuso al mundo de la Merkabah. Esta contemplación de temas divinos no termina, según la cábala, donde acababa la visión de los místicos de la Merkabah, sino que es capaz de ascender a mayores alturas, que no son ya objeto de imágenes ni visiones (7).

O este otro de Las grandes tendencias de la mística judía:

Lo cierto es que el sentimiento espontáneo y verdadero del místico de la Merkaba no tiene nada que ver con el conocimiento de la inmanencia divina; el abismo infinito que existe entre el alma y Dios el Rey en Su trono no es franqueado ni aun en la cúspide del éxtasis místico (8).

No queremos extendernos en esta cuestión porque no es nuestro tema, pero sí decir que si se desnuda un texto como el Libro hebreo de Enoch de toda connotación tendente a lo devocional y religioso, lo que emerge es un impactante mandala de cielos, palacios y miríadas de miríadas de ángeles encabezado por el Santo bendito sea que, en su esencia, no es otra cosa que un modelo simbólico análogo al Árbol de la Vida sefirótico y que ofrece al cabalista, como el diagrama de las sefiroth, la posibilidad de acceder a la vivencia de los estados más elevados del Ser Universal —el mundo de Atsiluth en la cábala de Bereshit y las estancias más internas del cielo de Aravot en la cábala de la Merkaba—, e incluso entrever el ámbito incognoscible de En Sof más allá de los “955 firmamentos” (9, 10).


Las enseñanzas que Metatron transmite a Rabí Ismael sobre la organización del mundo celeste y las jerarquías angélicas integran propiamente la última parte del libro, del capítulo 17 en adelante (11). Los capítulos 1 a 3 narran la ascensión extática de Rabí Ismael a través de los cielos, su entrada en los palacios y su encuentro con Metatron; y los capítulos 3 a 16 relatan retrospectivamente la exaltación de Enoch y su transmutación en el Príncipe de la Faz. Y es que Metatron no es distinto de Enoch sino un estado superior de su ser, del mismo modo que los ángeles o la condición angélica en general no son otra cosa que “el paradigma de la condición humana restaurada en su perfección original” (12).

(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Hermenéutica”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala. “La Cábala de Castilla”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006.
3. Dice el libro de Ezequiel: “El año treinta, el día cinco el cuarto mes, encontrándome yo entre los deportados, a orillas del río Kebar, se abrió el cielo y contemplé visiones divinas. El día cinco del mes —era el año quinto de la deportación del rey Joaquín— la palabra de Yahveh fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y allí fue sobre él la mano de Yahveh.
Yo miré: vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y la planta de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro. Sus alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que le cubrían el cuerpo; y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha. Entre los seres había algo como brasas incandescentes, con aspecto de antorchas, que se movía entre los seres; el fuego despedía un resplandor, y del fuego salían rayos. Y los seres iban y venían con el aspecto del relámpago.
Miré entonces a los seres y vi que había una rueda en el suelo, al lado de los seres de cuatro caras. El aspecto de las ruedas y su estructura era como el destello del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra. En su marcha avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha. Su circunferencia tenía gran altura, era imponente, y la circunferencia de las cuatro estaba llena de destellos todo alrededor. Cuando los seres avanzaban, avanzaban las ruedas junto a ellos, y cuando los seres se elevaban del suelo, se elevaban las ruedas. Donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. Cuando avanzaban ellos, avanzaban ellas, cuando ellos se paraban, se paraban ellas, y cuando ellos se elevaban del suelo, las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. Sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal, extendida por encima de sus cabezas, y bajo la bóveda sus alas estaban rectas, una paralela a la otra; cada uno tenía dos que le cubrían el cuerpo.
Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas, como la voz de Sadday; cuando marchaban, era un ruido atronador, como ruido de batalla; cuando se paraban, replegaban sus alas. Y se produjo un ruido.
Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había algo como una piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana. Vi luego como el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura, todo alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como fuego que producía un resplandor en torno, con el aspecto del arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria de Yahveh. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba”. Biblia de Jerusalén. Ez 1. Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1990.
4. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala. “La Cábala de Castilla”, op. cit. Este texto es una cita extraída de Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais, de Charles Mopsik. Ed. Verdier, Lagrasse, 1989.
5. En torno a esta alta entidad angélica, sugerimos la lectura de los acápites “Mitología Cabalística” y “Metatron” de la Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, de Federico González y cols. Revista SYMBOLOS no 25-26. Barcelona, 2003. https://www.introduccionalsimbolismo.com
6. Scholem usa esta denominación como sinónimo de ma’aseh Merkabah aunque en rigor su traducción es “acto”, “obra” o “hecho” de la Merkaba. El autor explica que en la Mishnah se alude con dicho nombre al primer capítulo del libro de Ezequiel y que el rabinato acabó empleándolo para referirse al conjunto de la literatura del Carro y los Palacios (ver referencia en la siguiente nota).
7. Gershom Scholem. Grandes temas y personalidades de la Cábala. Ed. Riopiedras, Barcelona, 1994.
8. Gershom Scholem. Las grandes tendencias de la mística judía. Ed. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1996.
9. Ver el capítulo 48 del Libro hebreo de Enoch. Mopsik cita en nota que “el número 955 proviene del valor numérico de la suma de las letras de la palabra ha-chamayim (‘el cielo’), ya que la mem final se cuenta como valiendo 600”. Este ámbito es, pues, el “cielo de los cielos” o el cielo más allá de los cielos, “el lugar de retiro de Dios y de su misterio impenetrable”. Charles Mopsik. Le Livre hébreu d’Hénoch ou Livre des Palais. Ed. Verdier, Lagrasse, 1989.
10. Dicho lo cual, no cabe duda de que la síntesis que la cábala ha prohijado entrecruzándose con el pitagorismo y el neoplatonismo —o sea, el hermetismo— en forma de un árbol geométrico de 10 esferas que sintetiza toda la cosmogonía es una verdadera bendición para quienes hemos nacido en Occidente.
11. Seguiremos en este trabajo la citada versión de Mopsik del Libro hebreo de Enoch, la cual se basa en el manuscrito hebreo de la obra que se encuentra depositado en la Biblioteca Apostólica del Vaticano. El autor lo coteja en ocasiones con otros manuscritos de la Biblioteca Bodleiana de Oxford, la Staatsbibliotek de Múnich y la Biblioteca Casanatense de Roma, de los que incluye algunos capítulos como apéndices.
12. Ibid. La adquisición de la condición angélica supone la conquista de un “cuerpo de luz” para el alma, de un “medio ‘plástico’ (por decirlo de alguna manera) que nos lleva al Ser”, y equivale a consumar, ya sea en vida o post mortem, el conocimiento del Sí con mayúsculas por la efectivización de la iniciación en los misterios. “Un Ángel es la realidad esencial de cualquier ser, o sea, su ‘siendo’ en su grado más elevado. ‘Tu Señor Divino y personal, es tu Ángel por el que Dios te habla de boca a oído’; es también el nombre propio y el ‘aroma’, la ‘melodía’ personal”. Citas de Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. “El alma” y “Angeología I”, op. cit.

Imagen:
1. Enoch (a la izquierda) y Elías (a la derecha). Detalle de un retablo de un icono del siglo XVII. Museo histórico de Sanok, Polonia.
2. Jerarquía angelical en torno a la linterna de la cúpula del baptisterio de San Juan, Florencia.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
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sábado, 20 de septiembre de 2025

La Cábala y el Agartha (7ª parte)

7. Luz o el Agartha en la tradición judía



En el Valle del Rey, cerca de Jerusalén, se produjo el misterioso encuentro de Melquisedec, el representante de la Tradición Primordial con Abraham. El sacerdote del Dios Altísimo (El Elion) y rey de Salem presentó pan y vino y bendijo al representante de la tradición judía. Muchos siglos después, Jesús, también llamado Emmanuel, es decir “Dios en mí o conmigo”, igualmente reparte pan y vino. El Elion y Emmanuel son palabras equivalentes; ambas tiene el mismo valor numérico, 197. Melquisedec y Emmanuel (1) son, pues, sacerdotes de la más alta instancia del Ser, representantes del Agartha y transmisores de esa influencia espiritual que se recibe en la caverna del corazón, leb en hebreo, palabra cuyo valor numérico es 32, o sea el de las 10 sefiroth y las 22 letras del alfabeto hebreo, número que es también el de los 22 senderos que unen las 10 esferas. El inmenso despliegue universal se concentra en el diagrama del Árbol de la Vida, con el que se desciende bajo tierra hasta el Centro de la Idea, oculta en el corazón del mundo, allí donde finalmente se desvelan los secretos contenidos en las cuatro letras del Tetragramaton. La palabra no está perdida, pero sí muy escondida.

(Fin)

Notas:
1. De Melquisedeq se dice: “Sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de sus días ni fin de su vida, asemejándose en eso al Hijo de Dios, será para siempre sacerdote” (Heb VII, 1-3). La palabra Emmanuel se puede ver como Em= conmigo o en mí; Manu= el legislador primordial y universal; El= Dios.

Imagen:
1. Peter Paul Rubens. El encuentro de Abraham y Melquisedec. Óleo sobre tabla, ca. 1626. Museum of Fine Arts, Houston.

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Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



viernes, 5 de septiembre de 2025

La Cábala y el Agartha (6ª parte)

6. Luz o el Agartha en la tradición judía

Los mitos, las leyendas y relatos precedentes se han ido trenzando revelando la presencia perenne del Centro del Mundo, Agartha o Luz, aún y su carácter muy oculto en la actualidad. No ha sido tanto el intento de localizarlo geográficamente lo que nos ha impelido a referirnos a él, aunque bien es cierto que han habido y quizás haya todavía lugares que simbolizan el punto de acceso directo al Agartha, sino que es el hallazgo intelectual el que interesa por encima de todo, o sea, reconocer que donde en verdad se aloja es en el interior de uno mismo. Hecho el descubrimiento, algunos pocos sentirán la imperiosa necesidad de llamar a su puerta.

¿Quién la abre? Si respondemos que es uno mismo quien llama y quien abre, ¿se com- prenderá en toda su extensión lo que esto significa sin caer en simplificaciones o en confusiones que tienden a rebajarlo todo a medidas autoimpuestas por el ego?

“¿Quién?” (¿Mi? en hebreo) es la más alta instancia del Ser, el auténtico Sí Mismo, la esencia una y única, indivisible, indestructible, invisible y en verdad incomprensible que reside en el centro de todo ser, en el Centro del Mundo. El habitante del Agartha que ha traspasado el umbral se entrega desde el primer momento a la conquista de ese núcleo, lo que conlleva una intensa preparación doctrinal; pero no nos estamos refiriendo al adoctrinamiento tal como se entiende hoy en día esta palabra, que le aniquila a uno la conciencia y lo convierte en un obediente de vaya usted a saber qué de mentiras, desviaciones, inversiones y ataduras, sino la recepción del alimento intelectual-espiritual que va liberando el alma de sus prisiones y la devuelve a su estado virginal: el de un libro abierto donde va escribiendo el Espíritu. Es una permanente asimilación de la Ciencia Sagrada en la soledad del estudio, apoyándose en la lectura de los textos sagrados y de los integrantes de la cadena áurea, en la práctica meditativa firmemente fundamentada en la respiración y en diferentes códigos simbólicos, tal el del Árbol de la Vida de la Cábala. De modo análogo, así relata Saint-Yves las dedicaciones de los habitantes del Agartha.

Aparte de lo que acabamos de ver, experiencias de todo tipo enseñan al alma a conocerse a sí misma, y a fortalecerse en toda la extensión de su substancia y de su divino Reino, mediante la Ciencia que lleva a la Sabiduría, mediante la Voluntad que proporciona la Virtud, mediante la Oración y la Unión íntima con Dios y todas sus Potencias que abren a quien les parece bien las puertas sucesivas de los Cielos y de sus Misterios angélicos.
El inefable Agente, el elemento sagrado que sirve de Carro al Eterno y a sus divinas Facultades, se llama Éter en todas nuestras lenguas, y
Akasha en sánscrito (1).


Para el cabalista, el Avir Qadmon es el Éter Primordial que se inspira y se devuelve en cada respiración. Cuando el iniciado se entrega a la meditación, se centra en el aspir y el expir por el que circula ese quinto elemento que tiene el inmenso poder de ir abriendo las puertas simbolizadas por cada una de las sefiroth del Árbol de la Vida. Son 10 puertas de luz, como decía Chiquitilla en el libro que escribió con ese mismo título Puertas de Luz. Son palabras que se cantan a modo de mantras, sin más intención que identificarse con su nombre-número. Se empieza por abajo, el Reino, el receptáculo de la Shekinah, la inmanencia divina que aspira ser devuelta a su fuente original, a la Corona suprema, Kether, esfera en la que refulge el Nombre impronunciable que contiene los misterios de los cuatro mundos sintetizados en sus cuatro letras. E inmediatamente, se recorre el camino inverso, descendente, que derrama toda la potencia del Uno-Kether hacia abajo conformando la jerarquía de los mundos, desde Atsiluth hasta Asiyah, pasando por Beriyah y Yetsirah. Aunque también se puede comenzar por arriba, bajar y subir, pero todo ello en un acto de concentración máxima, sin pretender nada más que la identificación con lo nombrado. Dentro del nombre-número de cada sefirah hay una profundidad insondable, el mismo Misterio revelándose a través de cada una de sus cualidades. Y cada atributo, que tiene una función específica, hila en su interior un tejido de analogías entre su nombre y el de su ángel o el de otros mensajeros, y con el de un planeta y un metal, un color y una figura, de manera que por ejemplo Malkhuth que es el Reino y la residencia de la divina inmanencia, la Shekinah, se relaciona directamente con el nombre Adonai, y éste con Berakah (Bendición) y también con Bar que es pozo en hebreo, puesto que es “un pozo de aguas vivas”, además de con Even o sea “piedra” y más particularmente con la “piedra de zafiro”, color que sintetiza a todos los efluvios celestes que coagulan en la Tierra, sefirah 10, la concreción material que abre su puerta a las sefiroth superiores, cuyas relaciones y correspondencias el cabalista explora, descubre y profundiza a fuerza de reiterar en el estudio y la invocación silenciosa, tal cual lo que realiza el habitante del Agartha:

Y en las horas solemnes de la oración, durante la celebración de los Misterios cósmicos, pese a que los hierogramas sagrados son murmurados con voz tenue bajo la inmensa cúpula subterránea, acontece en la superficie de la tierra y en los cielos un extraño fenómeno acústico.
Los viajeros y las caravanas que vagan a lo lejos, bajo la luz de la claridad de las estrellas, se detienen, y hombres y animales escuchan con ansiedad. Tienen la sensación de que la propia Tierra abre los labios para cantar. Y una inmensa armonía sin causa visible, flota efectivamente en el Espacio.
Se expande en espirales crecientes, conmueve suavemente con sus ondas la Atmósfera, y sube para desaparecer en los Cielos, como si fuera en pos de lo Inefable
(2).

(Continuará)

Notas:
1. Saint-Yves d’Alveydre. La misión de la India en Europa. Luis Cárcamo editor, Madrid, 1988.
2. Ibid.

Imagen:
1. Árbol de la Vida sefirótico, 1606. Boldeian Library, Oxford.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



miércoles, 20 de agosto de 2025

La Cábala y el Agartha (5ª parte)

5. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y aquí la leyenda pasa a describir los símbolos atesorados en este corazón del templo. Sobre el piso triangular se levanta un altar de mármol blanco en una de cuyas caras están representados los útiles de la masonería: la regla, el compás, la escuadra, el nivel, la paleta y el mallete; en otra cara, las figuras geométricas del triángulo, el cuadrado, la estrella de 5 puntas y el cubo. Sobre otro lateral las siguientes cifras: 27, 125, 343, 729 y 1331. En la cara posterior, la rama de acacia, y sobre el ara, una piedra de ágata de tres palmos que tiene escrito en su base, con letras de oro, “Adonai”. Los dos Magos adoraron este nombre de la deidad, pero el jefe les dice que en él no está depositada la idea de la Concepción Suprema, y que ha llegado el momento de transmitirles la última enseñanza que hará de ellos unos iniciados perfectos.


Entonces agarra con las dos manos la piedra de ágata, se vuelve hacia sus discípulos diciéndoles “Contemplad, la Concepción Suprema, aquí está. Estáis en el Centro de la Idea”.
Los discípulos deletrearon las letras
Iod,, Vau,y abrieron la boca para pronunciar el nombre, pero él les grita: “¡Silencio! Esta palabra inefable no debe salir de ningún labio”.
Seguidamente deposita la piedra de ágata sobre el altar, toma de su pecho la joya del Maestro Hiram y les muestra que tiene grabados los mismos signos.
“Aprended ahora –les dice– que no fue Salomón quien hizo excavar la bóveda de este hipogeo, ni quien hizo construir las ocho que la preceden, ni quien ha escondido la piedra ágata. La piedra fue colocada por Henoch, el primero de todos los iniciados, el iniciado iniciador, que no murió sino que sobrevive a través de todos sus hijos espirituales. Henoch vivió mucho antes que Salomón, antes del diluvio. No se sabe en que época fueron construidas las ocho primeras bóvedas ni ésta excavada en la roca viva”
(1).

Finalmente, los dos Magos descubren en el muro del hipogeo una última puerta escondida ornada con una vasija quebrada y le piden al Maestro que la abra; pero él se niega rotundamente diciendo que esconde un misterio terrible, un misterio de muerte. Enojados y creyendo que el gran Mago quiere reservarse para sí el secreto, comienzan a pronunciar todos los nombres que habían escuchado de su boca, pero todo es en vano; luego empiezan a decir cualquier cosa que les pasa por la cabeza, hasta que ya desistiendo uno exclama: “No podemos, a pesar de todo, continuar hacia el infinito”. Y al decir En Sof, la puerta se abrió violentamente, ambos cayeron al suelo y una especie de torbellino furioso apagó las luces de los candelabros. Con grandes esfuerzos lograron cerrarla entre los tres y en medio de la más absoluta oscuridad el jefe los impele a retornar por donde han venido, atravesando las nueve criptas y subiendo los cuatro tramos de escaleras sin ninguna luz, hasta que tras largas horas salieron a la superficie justamente a medianoche en punto. Sumidos en una profunda meditación y sin intercambiar palabra alguna se alejaron del templo a paso lento con sus camellos en dirección a Babilonia.

(Continuará)

Notas:
1. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998. Esta leyenda se vincula directamente con otra que también pertenece al grado 13 –el del Caballero del Arco Real–, sobre la que no podemos extendernos, pero sí dar la referencia de un libro que la explica: Le Chevalier de Royal-Arche. La légende d’Énoc, de Percy John Harvey. Ed. Cépanduès, Toulouse, 2018. Solamente destacaremos que en este largo relato, Henoch, que en este caso es el descendiente de Set, tiene una visión en la que se ve transportado a la cima de una gran montaña donde la deidad le revela el Tetragrama grabado en un pectoral de oro; luego se siente conducido bajo tierra, y atravesando 9 bóvedas dispuestas una encima de otra llega al fondo de la novena donde vuelve a ver la joya con las mismas letras del nombre impronunciable, irradiando luz. Tras la visión, el patriarca antediluviano, ante la inminente llegada del diluvio, encarga a su hijo Matusalén que excave nueve bóvedas superpuestas; él por su parte graba el Tetragrama en un triángulo de oro que encastra en una piedra ágata de la misma forma y lo deposita en el fondo de la novena cripta encima de un altar, sellando luego por orden divina cada una de las nueve bóvedas para salvaguardar tan preciado tesoro de la aguas. Tras el diluvio, no es hasta la época de Salomón que se produce el descubrimiento de tal templo subterráneo vertical y el hallazgo de la joya en la cripta más profunda, que será trasladada a la caverna subterránea que Salomón ha hecho construir debajo del Sancta Sanctorum del templo que él ha hecho levantar, pasando a denominarse ese espacio de cripta secreta a cripta sagrada.

Imagen:
1. Tetragrama.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



martes, 5 de agosto de 2025

La Cábala y el Agartha (4ª parte)

4. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y ahora nos referiremos a otra leyenda que se ubica justo en el templo que terminó de edificar Hiram y donde fatídicamente fue asesinado por tres compañeros que le querían arrebatar los secretos de la maestría por la fuerza. Enterraron su cadáver en las afueras de Jerusalén, pero nueve maestros salieron a buscarlo, lo hallaron y lo devolvieron a las entrañas del templo que había levantado. La muerte y resurrección de Hiram es el meollo central del rito del tercer grado masónico, pero lo que ahora aportaremos forma parte de ese legado que atesora la Masonería en sus Altos Grados, que no son sino desarrollos de lo contenido en el grado de maestro. Se dice que la Leyenda de los Tres Magos que han visitado la gran bóveda y descubierto el centro de la idea inspira toda la simbólica del grado 13 llamado del Arco Real del REAA. Jules Boucher la recogió íntegramente en su libro La Symbolique maçonnique, y es de destacar que la narración mama directamente de la Cábala y de su modelo cosmogónico, el Árbol de la Vida sefirótico, lo cual nos hace decir que:

La Cábala (tradición) como la Shekhinah siempre se está haciendo y no es letra muerta, pues está presente en el corazón del ser humano, en su alma, y por lo tanto en todas las cosas y tiempos y sería matarla —como el racionalismo ha hecho con Occidente—, si se la tratara como algo fijo e inflexible, o como un estudio meramente histórico y no como siempre viva, paradójica y cambiante como es la cosmogonía que describe, en vez de algo estático, como por otra parte lo demuestra su desarrollo en el tiempo. Es decir, una poética del espacio y la vida, perpetuamente actual, de donde deviene su inmenso poder transformador (1).

Siendo así, la visita de los tres protagonistas de la historia que expondremos a continuación se está produciendo en este mismo instante en que el cabalista o iniciado ha dramatizado en su alma su asesinato y su enterramiento en los cimientos del templo que previamente ha levantado y que tras saqueos y destrucciones posteriores, ahora se encuentra en estado ruinoso. Todo parece perdido, los secretos del oficio, los misterios de la iniciación, la doctrina de la Tradición Primordial y su centro sagrado, el Agartha...


Mas entonces Tres Magos, iniciados de Babilonia y miembros del Sacerdocio Universal, vienen en peregrinación para explorar las ruinas del antiguo Santuario (2). Comienzan a recorrer los restos del recinto y en el ángulo sur-este del templo descubren una excavación. Se trata de un pozo sobre el que se abalanza el mayor de los tres, que parece ser el jefe. Es mediodía en punto y un rayo de sol incide en lo más hondo de la excavación iluminando algo que emite potentes destellos; se trata sin duda de una joya sagrada. Los otros dos Magos se acercan y deciden que el que la ha descubierto descienda lentamente hasta el lugar de los brillos. Es la joya que Hiram llevaba colgada en el cuello en el momento que los asesinos le asestan los golpes mortales. Hiram, antes de perecer, se quitó la cadena de 70 cuentas y la lanzó en el pozo. La joya consiste en un Delta de un palmo del más puro de los metales en el que el maestro, perfecto iniciado, grabó el Nombre inefable.

Mientras el Mago va descendiendo constata que la pared del pozo está dividida en zonas o anillos de distintos colores y en nombre de 10. Llega al fondo, recoge la joya y descubre emocionado las letras grabadas del Nombre inefable, que reconoce, pues él es también un iniciado perfecto. Se la cuelga del cuello con las letras hacia adentro, tocando su corazón, tal como la llevaba Hiram. Luego mira a su alrededor y ve que en la muralla interna del pozo hay una abertura por la que puede penetrar. Se adentra en un corredor a tientas, tal es la oscuridad reinante, y con las manos palpa lo que parece ser una puerta de bronce. En este momento retrocede y pide a sus compañeros que lo suban a la superficie, los cuales nomás sacarlo de las profundidades ven la joya colgada en su cuello y comprenden que viene de experimentar una nueva consagración. Deciden entonces descender los tres, pues intuyen que tras la puerta de bronce se esconde un gran misterio. Prenden un fuego, encienden tres antorchas y tras atar las cuerdas para el descenso a dos piedras que tienen grabadas las palabras Jakin y Boaz, se deslizan hasta el fondo del pozo. Llegan ante la puerta de bronce y el Mago anciano observa que en el medio tiene un ornamento consistente en una corona real rodeada por un círculo compuesto de 22 puntos. “El Mago se absorbe en una meditación profunda, después pronuncia la palabra Malkhuth y de repente la puerta se abre”. Los exploradores se encuentran entonces con una escalera que se hunde más en el suelo; tras bajar 3 peldaños reposan sus pies sobre un rellano triangular en el que hay otra escalera que desciende 5 peldaños, luego sigue otra de 7 y finalmente una de 9. En total han bajado 24 escalones y han llegado frente a una segunda puerta, ornada igualmente con un círculo de 22 cuentas que envuelve el relieve de una piedra angular. Aquí el Mago pronuncia la palabra Yesod, y la puerta se abre. Entran en una sala abovedada y circular ornada con nueve nervaduras que partiendo del suelo se reúnen en el zenit de la cripta, y junto a una de ellas, el jefe de los Magos descubre otra puerta, decorada en esta ocasión con una luna resplandeciente rodeada de 22 puntos; aquí pronuncia la palabra Hod y la puerta se abre dando acceso a una segunda sala. Y así, sucesivamente, se van encontrando otras siete puertas más que se abren al son de las palabras Netsah, Tifereth, Gueburah, Hesed, Binah, Hokhmah y finalmente Kether. Los relieves que figuran en cada una de ellas son: un sol, una cabeza de león, una regla, una courbe molle et gracieuse, un ojo, un rollo de la ley y por último otra corona real.

Cuando penetraron en la novena cripta, se apercibieron que a diferencia de las otras estaba iluminada desde dentro por tres enormes candelabros de tres brazos. “Estas lámparas, que ardían desde hacía siglos, sin que la destrucción del reino de Judea, ni el arrasamiento de Jerusalén ni el derrumbe del templo pudieran extinguirlas, brillaban con un destello vivo, iluminando con una luz a la vez dulce e intensa todos los rincones y los detalles de la maravillosa arquitectura de esta cripta sin par esculpida en la roca viva” (3).

(Continuará)

Notas:
1. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala. “La Cábala Judeocristiana”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006.
2. Son los tres jefes del Agartha, los mismos que visitan a Jesús en la cueva-pesebre y lo reconocen como rey, sacerdote y profeta. Van a Belén, Bet-Lehem, la ciudad del pan, o sea que la piedra que Jacob erige en Betel para señalar a Luz se transforma ahora en pan. Y nos dice Guénon al respecto: “El Mahânga ofrece a Cristo el oro y lo saluda con el apelativo de rey; el Mahâtma le entrega incienso y lo saluda como sacerdote; por último, el Brahâtma le da mirra (bálsamo de incorruptibilidad, imagen de la âmrita) saludándolo como profeta o maestro espiritual por excelencia”. René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003. Nótese finalmente que los Tres Magos de esta leyenda vienen de Babilonia, y como acabamos de ver el linaje de Hiram se extiende por aquella región.
3. Jules Boucher. La Symbolique Maçonnique. Editions Dervy-Libres, París, 1998.

Imagen:
1. Los Reyes Magos. Mosaico de la Basílica de San Apolinar el Nuevo, siglo VI. Rávena, Italia.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



viernes, 25 de julio de 2025

La Cábala y el Agartha (3ª parte)

3. Luz o el Agartha en la tradición judía

Y he aquí otra de las sorprendentes revelaciones de este relato que sigue las pistas del centro sagrado subterráneo, Luz o Agartha, a lo largo del devenir cíclico. Tubalcaín le explica a Hiram que ante la inminencia de una gran inundación, invocó al espíritu del fuego el cual fundió las piedras y las rocas y excavó larguísimas galerías subterráneas en las que pudieron refugiarse él y todos los suyos. Estas rutas subterráneas desembocaban en la llanura de Guizeh, y a fin de preservarlas del diluvio, dice Tubalcaín que reunió a la raza de los gigantes y conjuntamente erigieron una inmensa pirámide que habría de perdurar hasta el fin del mundo; la sellaron completamente con betún y el mismo Tubalcaín tapió la pequeña puerta el último día del mundo viejo, quedando a cubierto todo lo que debía ser resguardado para ser sacado de nuevo a luz al remitir las aguas. Es muy significativo que este templo-pirámide sea levantado en otro lugar muy importante desde el punto de vista de la geografía sagrada, Egipto, cuna de la Tradición Hermética, lugar donde de nuevo se hace evidente la conexión cielo-tierra-inframundo y donde se cobijaron, según esta leyenda, los “hijos de la Luz” esperando que pasase el gran diluvio. Cabe señalar que en su relato, Tubalcaín explica que muchos de sus compañeros se iban quedando en distintas localizaciones de las muchas galerías que excavaron, lo que da idea de la gran extensión de ese mundo subterráneo protector y protegido.

Además, esa misma pirámide será posteriormente la tumba de Tubalcaín, y según otras fuentes, lo es de Hermes (1), o sea un “libro pétreo” en cuya estructura se fijaron de modo críptico todos los saberes antediluvianos emanados de la Tradición Unánime, tanto astronómicos, como aritméticos, geométricos, constructivos, en definitiva cosmogónicos y metafísicos de los que esta entidad espiritual eterna llamada Eblis, Hermes, Caín, Henoch, Tubalcaín e Hiram es depositaria y transmisora a través de los tiempos. Tras el diluvio, el linaje de Tubalcaín se perpetúa en su hijo Kous, padre de Nemrod, el cual funda Babilonia... pero aquí nos detendremos pues ya hemos destacado lo que nos interesaba: los rastros del Agartha en la tradición hebrea y el nombre con el que se lo identifica, Luz; la ascendencia divina de sus habitantes y su función de guardianes y transmisores de la tradición, así como una cuestión final, que se anota tanto en esta leyenda, como en las informaciones aportadas por Saint-Yves y en la leyenda que explicaremos a continuación: el hecho de que la transmisión de la influencia espiritual del representante del Centro del Mundo a su sucesor se produce en una cripta bajo tierra.


Del relato de Saint-Yves, que como sabemos bebe de fuentes hindúes, extraemos este fragmento:

Pero este alto Sacerdote me parece aún más grande cuando, despojado de sus insignias, entra solo en la cripta sagrada donde yace su predecesor y lejos de la pompa ceremonial, de todo adorno, de todo metal, de toda joya, se ofrece al Ángel de la Muerte en la más absoluta humildad.
¡Terrible y extraño Misterio teúrgico!
Allí, sobre la tumba del Brâhatma anterior, hay un catafalco cuyas franjas indican el número de siglos y de Pontífices que se han sucedido.
A este ara fúnebre, sobre el que reposan ciertos aparatos de la Magia sagrada, sube lentamente el Brâhatma con los rezos y gestos de su antiguo ritual.
(...) A medida que el Brâhatma prosigue sus oraciones mágicas, el alma que invoca actúa desde lo alto de los cielos a través de siete láminas, o mejor siete conductos metálicos, que partiendo del cadáver embalsamado, se reúnen ante el Pontífice de los Magos en dos tubos verticales.
Uno es de oro, el otro de plata, y corresponden, el primero al Sol, a Cristo y al Arcángel Mikael, y el segundo a la Luna, a Mahoma y al Ángel Gabriel.
A medida que prosigue la invocación misteriosa del Brâhatma, las Potencias van apareciendo ante sus ojos.
Siente y escucha al alma a la que llama, ésta es atraída espiritualmente por sus invocaciones...
Entonces, en la Lengua universal de la que he hablado, se establece un diálogo teúrgico entre el Soberano Pontífice evocador, y los Ángeles que traen hasta él, desde lo alto de los cielos, las respuestas que se dan a sus preguntas.
Los signos sagrados dibujan en el aire las letras absolutas del Verbo.
Mientras que se desarrollan estos Misterios, mientras se escucha la Música de las Esferas Celestes, un fenómeno sorprendente, aunque de tipo semifísico sucede en la tumba.
Del cuerpo embalsamado sube lentamente hacia el Brâhatma que está orando, una especie de lava perfumada, en la que se pueden ver numerosos filamentos y arborescencias extrañas, semi-fluídicas y semi-tangibles.
Es la señal que indica que, desde el lejano antro que habita, el alma del Pontífice anterior, lanza, a través de la jerarquía de los Cielos y de sus Potencias celestes, los rayos concentrados de todos sus recuerdos, sobre la cripta sagrada donde reposa su cuerpo. (...)
Así es en el Agartha, así fue en las pirámides de Egipto, en Creta, en Tracia y hasta en el Templo druídico de Isis en el propio París, donde ahora se eleva Notre Dame, el Misterio supremo del Culto a los Antepasados. (...)
Incluso entre los altos iniciados hay muy pocos que sepan lo que acabo de contar sobre el Misterio de la Cripta fúnebre...
(2).

Esta transmisión de la influencia espiritual es también la que ha recibido Hiram directamente de Tubalcaín en su periplo subterráneo, donde ha ligado con la cadena de unión que pende del primer ancestro, el hijo del Ángel de la Luz, Caín. Y esa misma semilla de inmortalidad que Hiram porta en su interior le da la fuerza para completar su misión, la construcción del templo que le ha encomendado Salomón, y también para perpetuar su linaje, pues en la leyenda se sigue contando que quien tiene trato con la reina de Saba es Hiram y no Salomón, y que de su unión nacerá un vástago que dará origen a la secta de los Sabeos, unos de los guardianes de los saberes del Agartha a partir de entonces, aunque adentrarnos en esta investigación nos alejaría del cometido de estas meditaciones.

(Continuará)

Notas:
1. Ver de René Guénon el artículo “La Tumba de Hermes” publicado en “Ante el Fin de los Tiempos. Estudios sobre ciclología”: https://ciclologia.com/guenontumbadehermes.htm
2. Saint-Yves d’Alveydre. La misión de la India en Europa. Luis Cárcamo editor, Madrid, 1988.

Imagen:
1. William Blake. Henoch, 1806.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.