miércoles, 26 de marzo de 2025

Los diez primeros himnos

Con este decálogo comienzan los cantos. Diez y no nueve, diez y no once, como las 10 esferas del Árbol de la Vida, como las 10 numeraciones de la Sagrada Tetraktys. Esto es así porque es arquetípico. Desde el Agartha, invisible como el centro de la rueda, se salvaguarda esta enseñanza intemporal y se disparan las flechas hacia todo el contorno del círculo.

A los Iniciados del Crepúsculo

Ser testigo y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.
Loados sean los dioses, potencias divinas que lo manifiestan:
desde Egipto, pasando por Grecia y Roma, Alejandría y las potencias de la Gnosis;
las tradiciones del libro y la Cábala, la historia sagrada de Occidente; las tradiciones orientales y precolombinas,
pues todas ellas expresan lo sagrado a través del tiempo.

Por eso, mediante las labores de Saturno,
el iniciado se empeña en encontrar claves simbólicas,
llaves que abren las puertas de la Obra divina:
a la que el alquimista se suma con gran paciencia y tesón,
así, cuando comprende su esencia,
queda maravillado de los prodigios de la Naturaleza.

Y entonces,
entonces abre su alma al vuelo del espíritu.
Y todo ello por querer conocerlo todo sin saber nada de nada,
pues la ignorancia es el suelo que pisamos a diario en nuestro quehacer sacro.
En hora tardía,
como si de un anunciado ocaso se tratara,
alzamos nuestra mirada al Cielo y con los pies en la tierra,
recordamos la Dignidad del hombre proferida por Pico:

“Te he puesto en el centro del mundo
para que más cómodamente observes cuanto en él existe.
No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal,
con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo,
te informases y plasmases en la obra que prefirieses.
Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias,
podrás regenerarte, según tu ánimo,
en las realidades superiores que son divinas”
(1).

Sabedores de que Eros es la fuerza que cohesiona toda la creación, a este dios “pícaro y sinvergüenza” pues, nos encomendaremos; no en vano reúne las energías de Marte y Venus en cópula celestial, en la perpetua conjugación de contrarios.

Rastrearemos, pues, en nuestro quehacer cotidiano,
el simbolismo derramado por los iniciados de la cadena Áurea:
recorreremos el laberinto,
viviremos el mito,
seremos peregrinos y actores,
subiremos y bajaremos del Cielo a la Tierra,
cuales seres pneumáticos encarnando la Cosmogonía,
e, inspirados por las meditaciones cabalísticas,
buscaremos la salida del Cosmos,
vieja prebenda otorgada por el Creador al Hombre Verdadero:
la Libertad por el Conocimiento.

Con el Recuerdo del Ahora siempre presente,
a través de la Historia Sagrada de Occidente,
estamos atentos y, de forma consciente,
siempre empeñados en el cultivo de la voz sagrada,
cada vez menos escuchada,
cada vez menos comprendida, y hasta negada.
Pues vivimos el tiempo de una humanidad cada vez más alejada
de los dioses que habitan el alma del hombre y del mundo.
Y entonces, su recuerdo se tiñe de olvido.
Sean pues las siete cuerdas de la lira de Orfeo,
las siete vibraciones que la melodía de las esferas danza,
las siete cifras de construcción cósmica y el sintético sello de Salomón.
Ahora que el carro de Helios se muestra en toda su majestad cíclica, cantamos:

¡Evohé Bacantes!

De Tracia a Eleusis: ¡Fastos en honor a Dioniso!
Pues el logos divino que emana de Apolo,
alumbra los ciclos y vive en el alma del iniciado.
Somos avatar,
y nos permitimos persistir en nuestra entrega anónima
para ser testigos y dar testimonio del Misterio,
dar fe de lo Uno sin par,
y hablar del silencio de su nombre impronunciable.





Nota:
1. Pico de la Mirándola. Discurso sobre la Dignidad del Hombre.

Imagen:
1. Miguel Ángel. Dioniso, Baco. 1497, Palacio Bargello, Florencia, Italia.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.



viernes, 7 de marzo de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 11. La Magia en la época Isabelina

Cerramos el capítulo con un par de referencias más al interesado que desee seguir tirando del hilo en todo este entramado de ideas, apenas una partícula de la punta del iceberg: El mercader de Venecia es una obra que gira en torno a la Ley y la Justicia y su penetración más allá de las apariencias. Se trata de principios emanados del Amor que constituyen la idea de Equidad, de ahí la balanza como uno de sus principales atributos, cuyo fiel nivelado simboliza el eje que atraviesa y religa los mundos o planos que figuran otros tantos grados o estados del Ser Universal. El equilibrio al que nos referimos, supone pues, el punto de cognición de todos esos estados simultáneamente, es decir la conciencia de Unidad.

En otro orden de cosas, la obra Cuento de Invierno representa quizá con más nitidez lo que ya se expuso con anterioridad acerca del traidor, en este caso figurado por la enconada ofuscación que hace mella en el rey de Sicilia, cuyas decisiones le traerán enormes calamidades que no obstante serán revertidas de acuerdo a lo que la profecía de Apolo indica: si lo perdido no se encuentra, el monarca vivirá sin heredero. Y ya que hablamos de oráculos, conviene no perder de vista jamás que el vaticinio en realidad, –nos referimos al auténtico y no a las copias adulteradas que se ofrecen a diario–, más que anticipar lo que se ha de cumplir en el tiempo sucesivo y lineal, enuncia lo que ya es un hecho.

Desde el comienzo se debe advertir que el espacio-tiempo oracular es completamente otro que el que reconocen, de ordinario, los sentidos. El tiempo oracular es siempre presente: lo que le ocurrirá al consultante ya le sucedió, y desde luego eso está pasando en el ahora, siempre perpetuo, y por eso constantemente actual.
Edipo ya está asesinando y cometiendo incesto cuando el oráculo se lo dice. Y entonces la importancia del drama o la comedia pasa a ser secundaria pues se le atribuye su justo valor, y los crímenes y la ceguera de Edipo sólo son efectos, prontuarios psicológicos, o crónicas policiales, cuando no son tomados en su auténtico ser, es decir como paradigmas que se proyectan en el destino de los hombres. La ciencia oracular es sagrada porque tiempo y espacio se conjugan en la simultaneidad del presente.
Por otra parte, el espacio ordinario es global, por él circulan indefinidas anécdotas y se interconectan miríadas de circuitos tan diferentes e individualizados entre sí como perfectamente vanos. Pero el espacio oracular se fija, inmovilizándose, y el tiempo, abolida su dimensión sucesiva, refleja un hecho, fenómeno, o cosa, lo focaliza y lo convierte en símbolo, en gesto o signo visible de la realidad metafísica y la revelación, especialmente si se considera que todo está en todo
(1).

El ejemplo de Edipo se puede aplicar a otras obras y personajes, como es el caso claramente reconocible de Macbeth, y los vaticinios que le hacen las brujas de acuerdo a los designios de Hécate, que lo precipitarán a la muerte.


Un último apunte con respecto a Cuento de Invierno, que debería interesar a los buscadores de lo oculto: Frances Yates en sus investigaciones acerca de la Filosofía oculta en el Renacimiento, explica que los acontecimientos del último acto recuerdan al pasaje de las estatuas vivificadas del Asclepio hermético, que por cierto es equiparable al mito hebreo del Golem, una figura creada por el hombre que cobra vida mediante Magia.

Nota:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Arte”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

Imágenes:
1. Alexandre-Marie Colin. Las tres brujas de Macbeth, 1827.
2. Fotograma de Macbeth, detalle. Dirigida y protagonizada por Orson Welles, 1948.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



jueves, 20 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 10. La Magia en la época Isabelina

Respecto a lo dicho en la entrada anterior acerca de la espagiria, se habrá notado que la medicina a la que nos referimos, no es la que ofrece una supuesta seguridad y un bienestar físico y psíquico lo más estable y duradero posible. Por el contrario, la medicina que estos médicos espagíricos ejercen –común a los chamanes y brujos–, no excluye la enfermedad, antes bien se la considera “un signo psíquico de alteración que puede llevar al paciente a nuevas aperturas de su ser en el camino espiritual puesto que es la vía propuesta por determinadas deidades o espíritus que la promueven para fomentar la posibilidad de una recuperación” (1).

Para los pueblos arcaicos siempre hay una energía, un espíritu en cada cosa, ser, o fenómeno, que subyace a las simples apariencias, y que simboliza de forma directa, determinadas fuerzas presentes de manera constante en el concierto universal; y es en la interacción de esas sutiles vibraciones, representadas por el perenne acoplamiento del cielo y la tierra, a la que ningún humano puede substraerse, donde debe buscarse la causa momentánea del mal, ya sea éste una inundación, o un desarreglo fisiológico, los que no son tomados como perversos en sí mismos y rechazados con un criterio moral, sino como señales de la ira de determinados dioses, que deben ser calmados por el hombre a través del sacrificio y la auto participación en el orden cósmico, lo cual supone una aceptación de todas sus manifestaciones y potencialidades (2).

En El sueño de una noche de verano, Titania recrimina a Oberón que los desarreglos ocurridos en el mundo se deben a sus desavenencias conyugales, lo que coincide con otras cosmovisiones en las que los dioses no son buenos ni malos, sino aspectos de la Unidad que se manifiestan en distinto grado y cuyas relaciones, muchas veces tormentosas, generan desequilibrios y nuevos equilibrios referidos al hombre y al universo –microcosmos-macrocosmos–, sin perder de vista jamás las correspondencias entre uno y otro si es que se pretende la curación. O sea, lo que vienen a ser las operaciones transmutatorias y sus grados de realización, nacimientos y muertes, coagulaciones y disoluciones; un proceso de purificación sintetizado en la expresión hermética: “espiritualizar la materia y materializar el espíritu”.


(Continuará)

Notas:
1. Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Medicina”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Ibid.

Imagen:
1. J. D. Mylius. Anatomia Auri, detalle frontispicio, 1628. Niño de corazón llameante flanqueado por dos emblemas: el pelícano que da de comer a su prole con su sangre y el ave Fénix sobre lecho de fuego para renacer de sus cenizas.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



jueves, 6 de febrero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 9. La Magia en la época Isabelina

También la tragedia de Romeo y Julieta escenifica a su manera la paradoja de los opuestos complementarios: dos familias enfrentadas, dos enemigos de cuyas entrañas nacerán sendas criaturas destinadas a amarse en la adversidad, lo que las llevará a entregar la propia vida, muriendo con ello las diferencias entre ambas familias.

Del amor se dice que es la fuerza de atracción de los contrarios u opuestos, el centro de unión donde se concilian las energías verticales y horizontales, activas y pasivas del cosmos y del hombre, haciendo posible el equilibrio y la verdadera concordia (o “unión de los corazones”) universal, de ahí que los antiguos griegos vieran en él al hijo de Afrodita y Hermes, (al igual que su hermana la diosa Harmonía) de donde nace también el Hermafrodita, es decir el Rebis, el cual representa en el ser humano la unión perfecta y armoniosa de su naturaleza masculina y femenina, activa y pasiva, yang y yin. En efecto, es con el fuego del amor, y la sutil pasión que él genera, como se lleva a cabo la obra de la transmutación alquímica, porque ese fuego es el propio amor al Conocimiento y a la Sabiduría, y como decía Leonardo da Vinci: “El Amor es hijo del Conocimiento. El Amor es tanto más elevado cuanto el Conocimiento es más cierto”. A este amor, expresión del amor divino, es al que cantaban los trovadores medioevales, y el que Dante ve personificado en la figura de Beatriz (que simboliza a la Sabiduría), y ciertamente es el que invoca Salomón en El Cantar de los Cantares, en donde se trata precisamente de las “bodas”, “casamiento”, o unión del alma humana con el Espíritu. Asimismo, los humanistas y maestros herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor identificándolos con los misterios de la Muerte, que son, al fin y al cabo, los misterios de la iniciación, y explicaban que morir era ser amado por un dios, y viceversa, que amar era morir o ser muerto por un dios. En realidad se trata de un sacrificio (de un “acto sagrado”), pues no hay nacimiento a la realidad del Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o superación de las limitaciones propias de lo humano (1).


Jugando a conjugar los opuestos, Romeo se refiere al amor como una “cuerdísima locura, hiel que endulza y almíbar que amarga”; y Julieta no se queda atrás al considerar que su único amor nace de su único odio. Fray Lorenzo por su parte, mediador entre los amantes, nos enseña abiertamente que la ciencia de los venenos es la ciencia de los remedios –lo que en definitiva viene a ser la base de la medicina–, la misma que practica Paracelso, otro inclasificable cuya existencia está unida al Misterio y la paradoja. Pero mejor, sea él quien hable:

Nada está exento de veneno. Sólo la dosis hace que una cosa no sea venenosa. (...) Se puede hacer el mal a partir del bien. Lo contrario también es cierto. Nadie puede acusar una cosa sin conocer su transmutación y sin conocer los efectos de su disociación. Lo que es veneno puede ser transformado en no-veneno. (...) Considera la importancia de la separación y de la preparación. (...) Presta atención: en la elaboración de mis medicamentos tomo lo que me parece, pero siempre de tal suerte que el arcano del medicamento sea el opuesto a la enfermedad que combato. Observad detenidamente mi modo de operar: separo el arcano de lo que no lo es. Dosifico el arcano con exactitud (2).

La medicina que practican Fray Lorenzo y Paracelso, condensa las virtudes de las potencias celestes y terrestres que aplicadas convenientemente, disuelven la corrupción restituyendo el equilibrio original. En definitiva ejercen la Espagiria, término que significa “separar y reunir”, como procede en “las ciencias más secretas y más sublimes, que se cumplen por la Spagyria mediante el Fuego, que afecta a todas las cosas” (3), en palabras del gran Heinrich Khunrath, a quien no hemos incluido en el capítulo correspondiente al Teatro de la Memoria, pese a considerar que es el lugar propio de su Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. No obstante, se presenta aquí este extraordinario compendio mágico-teúrgico, para quien quiera ahondar en lo que se trata de insinuar al menos: la medicina como una rama del arte alquímica.

(Continuará)

Notas:
1. Federico González y col. Introducción a la Ciencia Sagrada. “El Amor”, Ed. Symbolos, Guatemala, 2003.
2. Paracelso. Las siete apologías. Ed. Indigo, Barcelona, 2001.
3. Heinrich Khunrath. Anfiteatro de la Sabiduría Eterna. Ed. Tritemio, Madrid, 2016.

Imagen:
1. Leslie Howard y Norma Shearer en el set de Romeo y Julieta, dirigida por George Cukor, 1936.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



lunes, 20 de enero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 8. La Magia en la época Isabelina

Toda magia es la revelación de una clase de espíritu cuya ciencia propia es esta magia. Así las nueve Musas incitaron a Hesíodo a la magia novenaria como cuenta él mismo en la Teogonía; así el genio Ulises inició a Homero como lo prueba su Psigiogagie; Hermes fue instruido por el espíritu del alma de las alturas; Moisés por el mismo Dios en la zarza ardiente; los tres Magos que vinieron a Jerusalén a buscar a Cristo, por el ángel del Señor que los conducía; Daniel por los ángeles del Señor (1).

Entidades que de pronto se dan a conocer y nos iluminan por cualquier modo o método que sea, produciéndose rupturas de nivel y aperturas a otros estados de la conciencia: escenarios propicios para la revelación, con la corte divina brillando entre bambalinas, como en el caso de El sueño de una noche de verano. Obra mágica con una atmósfera amable y sobre todo muy misteriosa, en la que se observan cuatro niveles o categorías jerárquicas de personajes: emanados del abismo insondable, surgen los espíritus y genios intermediarios encabezados por Titania y Oberón, energías invisibles y profundas que se oponen y complementan como la noche y el día. Análoga reciprocidad encontramos entre Teseo e Hipólita, personajes mitológicos ampliamente celebrados por su linaje y hazañas memorables, que en la obra están por desposarse tras un cortejo por la espada. Lucha de Amor igualmente reflejada entre un par de caballeros y otras tantas damas, a merced de los manejos de un genio travieso y enredador a las órdenes de Oberón. Al mismo tiempo, un grupo de artesanos ensaya en el bosque una representación teatral, que aspira a formar parte del programa de actos de las bodas reales entre Teseo e Hipólita. Pero el genio, haciendo de las suyas, transfigurará a uno de los actores sustituyendo su cabeza por la de un asno, momento en que Titania, bajo un hechizo ordenado por su esposo, caerá rendida de amor hacia semejante fenómeno, que tiene capacidad para oír, ver y hablar con los espíritus sutiles.


Nos preguntamos si tales facultades recién adquiridas, no estarán señalando un estado cercano a un alto grado de Conocimiento que Nicolás de Cusa denominara “docta ignorancia”, lo que no supondría contradicción con su aspecto físico, pese a que también representa los más bajos instintos. No olvidemos que los extremos se tocan.

Finalmente, la Armonía será restaurada en el momento en que se reconcilian el rey y la reina de las Hadas.


Restituido el orden y la concordia, el grupo de artesanos representará una obra llena de paradójicas ocurrencias, que juega a conjugar los opuestos de modo cómico y grotesco.

(Continuará)

Nota:
1. Cornelio Agrippa. La Magia de Arbatel. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987.

Imágenes:
1. Edwin Landseer. Escena de El sueño de una noche de verano, con Titania y Bottom convertido en asno, frente a Puck y junto a otras entidades misteriosas y criaturas del bosque, 1848.
2. Titania y Oberón. Escena de El sueño de una noche de verano dirigida por Max Reindhart en 1935.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



lunes, 6 de enero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 7. La Magia en la época Isabelina

Desde luego se ha de decir que el surtido es de una riqueza y amplitud desbordantes, no importa la obra que se escoja del repertorio, en todas está patente la simbólica Universal en sus variadas vertientes alquímica, hermética, cabalística, neoplatónica, y por supuesto, mágica.

Además de las virtudes de las palabras y los nombres, existe una virtud más grande en los Discursos seguidos, que proviene de la verdad que contienen y tiene grandísimo efecto para imprimir, cambiar, ligar y establecer; de tal modo que, oscurecida, destella, y ataca, se afirma y consolida; esa virtud de la verdad no se halla en las palabras simples sino en las enunciaciones por las que se afirma, o se niega alguna cosa; así son los poemas, los encantamientos, las imprecaciones, las plegarias, las oraciones, las invocaciones, los conjuros, las abjuraciones, los exorcismos y otras cosas semejantes. Para componer poemas y oraciones que atraigan la virtud de una estrella o divinidad hay que considerar las virtudes que aquella contiene, sus efectos y operaciones, y mezclar en estos versos, alabando, magnificando, elevando, adornando, las cosas que esa estrella tiene por costumbre dar o influir, rebajando o desaprobando lo que ella destruye e impide; suplicando lo que se desea tener, vituperando y detestando lo que se quiere destruir o impedir, y preparar de ese modo una oración bien compuesta, pulida, elegante, bien distinguida por artículos, con ciertos números competentes y proporciones convenientes. Los magos quieren, además, que se invoque y ruegue por los nombres de esa estrella y de esa divinidad a las cuales cuadra esa clase de poema, por sus efectos admirables, o sus milagros y sus vías en su esfera; por su luz, por la nobleza de su reino, por su aprobación y por su claridad; por sus potencias, virtudes y por cosas semejantes. (...) Los magos quieren, además de la invocación por diferentes nombres de estrellas, que invoquemos también por los nombres de las inteligencias que presiden estas estrellas (1).

A esto ni más ni menos apunta Próspero, el duque legítimo de Milán y habitante de la Utopía, quien de acuerdo a como lo indica Agrippa, recibe “mensajes de los ángeles de Dios y servicios perfectos de los espíritus existentes de la Naturaleza tal como no los puede desear ningún humano” (2), además utiliza los númenes que le han sido “atribuidos como servidores, sin temeridad ni presunción, con el debido respeto al Señor de los espíritus” (3). Lo contrario de la bruja Sycorax y su hijo Caliban, personajes que encarnan al Adversario y su tendencia a obstaculizar el acceso al Conocimiento, la Verdad y la Vida, sin olvidar que se trata de un elemento antagonista necesario en el desarrollo del drama, aunque como dicen las Escrituras, más les valdría no haber nacido.


En cuanto a Próspero, lo vemos capaz de convocar una mascarada de divinidades que santifique un enlace de amor verdadero entre su hija y el príncipe heredero de la corona, de manera que según dispone el mago, aparecen Iris, Ceres y Juno, gracias a la intervención de su genio Ariel, que tanto nos recuerda a cierta entidad antiquísima, unánimemente celebrada por sus inmensas facultades para tramitar la correspondencia entre los hombres y los dioses celestes e infernales. En el caso de la escena que comentamos, un trío de Inteligencias acude al llamado para bendecir una alianza que promete ser fecunda.

Teniendo en cuenta que la obra se representó como parte del programa de celebraciones por las bodas entre Isabel Estuardo y Federico V, no cuesta mucho entrever la intención de esta puesta en escena con respecto a la realidad del momento. El hecho es que la obra va más allá de ser una afinada recreación metafórica de la sagrada unión que se representa como regalo de bodas. El autor conoce los secretos del oficio, al igual que Próspero y nuestro actor invitado, Cornelio Agrippa (anteriormente citado), que pisa el escenario de la vida un siglo atrás.


(Continuará)

Notas:
1. Cornelio Agrippa. Filosofía Oculta, Ed. Kier, Madrid, 2004.
2. Cornelio Agrippa. La Magia de Arbatel. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987.
3. Ibid.

Imágenes:
1. Gustavo Doré. Sycorax.
2. Fyodor Paramonov como Caliban. Maly Theatre, Moscú, 1905.
3. Escena de La tempestad con Próspero invocando a Juno, Ceres e Iris ante Miranda y Fernando, detalle. Grabado por Robert Thew según la pintura de Joseph Wright, 1800.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



viernes, 20 de diciembre de 2024

El Teatro en el Renacimiento. 6. La Magia en la época Isabelina

Otro de los que no sucumben a la creencia de una pretendida exclusividad y predominio de lo masculino es Cornelio Agrippa, quien no sólo reconoce explícitamente el gran papel que le corresponde a la mujer en el concierto cósmico, sino que además destaca en el panorama esotérico renacentista por sus notables facultades como mago:

difícil encontrar reunidas en una sola persona y de manera tan manifiesta las oposiciones que signan el gran combate cósmico como sucede con este hombre, Agrippa, médico, estratega militar, alquimista, síndico y ante todo mago, que hizo realidad en su persona la máxima “concordancia y discordancia” de la que nos habla Nicolás de Cusa. Pocos como él escribieron tan abiertamente sobre la magia y la teúrgia y sus aplicaciones prácticas, aunque también y sobre todo espirituales, y al mismo tiempo, lo vemos criticando a todas las ciencias y saberes, que llegó a tildar de pura vanidad. Esta paradoja lo acompañó a lo largo de su vida y obra, y en realidad es reflejo de la constante tensión cósmica, que sólo el mundo moderno se empeña en negar, o en potenciar uno de sus aspectos en detrimento del otro, olvidando que ambos se conjugan en una danza permanente, tensión que igualmente se manifiesta en el alma del iniciado que decide encarnar la plenitud del ser (1).

Agrippa entre otras cosas, escribe De la nobleza y preexcelencia del sexo femenino (2), obra que gira en torno al origen, naturaleza y destino del hombre y la mujer, constituyéndose un entramado de ideas acerca de la preeminencia de la hembra sobre el varón. “Y lo hace con argumentos sorprendentes, extraídos de la Biblia, de las historias ejemplares de mujeres y de la propia etimología de las palabras” (3). Veamos un ejemplo en el que, citando a Bernardo, explica que la primera mujer lo fue también en ser tentada por el diablo, al ver éste su admirable belleza y entender “que era tal y como la había conocido ante la luz divina, cuando por encima de todos los ángeles ella gozaba de la conversación de Dios” (4). Esta ubicación elevada y profunda, la encontramos igualmente en los mitos de otras cosmogonías, empezando por las mesopotámicas. En esas historias podemos ver cómo la diosa Inanna, análoga a la Ishtar babilónica, la Astarté fenicia, la Isis egipcia, la Venus romana, y en fin, la Afrodita griega, etc., es exaltada a lo más alto e insondable de las jerarquías divinas, lo que acaso insinúa el valor de la matriz cósmica simbolizada por el sexo femenino, la Naturaleza misma. En la obra Genealogía de los dioses paganos (5) de Giovanni Bocaccio, la Naturaleza aparece representada en el Vestíbulo de la Eternidad, como guardiana de la “cueva de la vida inmensurable que de su vasto regazo suministra y retira los tiempos” (6). También hay una explicación acerca del decorado simbólico que enmarca la escena y ubica al espectador: “una serpiente abarca el antro en el que con plácido numen consume todas las cosas y continuamente se reviste de escamas y volviendo la boca devora su cola recorriendo nuevamente los orígenes en silencioso deslizamiento” (7).


(Continuará)

Notas:
1. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala II. “Enrique Cornelio Agrippa”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2. Enrique Cornelio Agrippa. De la nobleza y preexcelencia del sexo femenino. Ed. Índigo, Barcelona, 1999.
3. Federico González y Mireia Valls. Presencia Viva de la Cábala II. “Enrique Cornelio Agrippa”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
4. Enrique Cornelio Agrippa. De la nobleza y preexcelencia del sexo femenino. Ed. Índigo, Barcelona, 1999.
5. Giovanni Boccaccio. Genealogía de los dioses paganos. Editora Nacional, Madrid, 1983.
6. Claudio Claudiano. Alabanzas de estilicón, II 424-435.
7. Ibid.

Imagen: 1. Theodor Galle. Grabado del Veridicus Christianus de Jan David, 1601.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.