jueves, 19 de junio de 2025

La Cábala y el Agartha (1ª parte)

1. Luz o el Agartha en la tradición judía


El nombre que recibe el Agartha en la tradición judía es Luz. En Gen XXVIII 10-22 se relata el sueño de Jacob donde vio una escalera apoyada justo en la piedra que se había colocado como cabezal. La cima de la escalera tocaba los cielos y por ella subían y bajaban los ángeles. Al despertar exclamó:

“¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!” Y asustado dijo: “¡Que temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!” Levantóse Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz (1).

Tiempo después, Jacob volvió a pasar por ese lugar:

Jacob llegó a Luz, que está en territorio cananeo –es Betel– junto con todo el pueblo que le acompañaba, y edificó allí un altar, llamando al lugar El Betel porque allí mismo se le había aparecido Dios cuando huía de su hermano (2).

Además de referirse a esta ciudad oculta muy antigua, como veremos antediluviana y directamente vinculada con Henochia –la primera ciudad levantada por Henoch, el hijo de Caín–, la etimología de luz en hebreo significa dos cosas más al mismo tiempo; por un lado tiene el sentido de “almendra” y por extensión de “almendro”, designando tanto al árbol como al fruto o al hueso del fruto que por su dureza simboliza lo inviolable que protege el germen albergado en su interior; por otra parte, también se refiere a una partícula ósea indestructible alojada en la base de la columna vertebral y de la que se dice que “contiene los elementos virtuales necesarios para la restauración del ser” o para obrar la resurrección del cuerpo al final del ciclo de la presente humanidad gracias al influjo de “la rosa celestial, revivificadora de las resecas osamentas” (3); o sea que dicha partícula indestructible alberga el “núcleo de inmortalidad” de igual modo que la ciudad Luz es la “morada de la inmortalidad”, es decir, de la esencia de la Tradición, de su doctrina perenne emanada de la Tradición Primordial. En todos los casos se está refiriendo a la Verdad eterna ahora oculta, escondida, ya sea bajo tierra, o en el interior del cuerpo humano, o si nos referimos a la almendra, dentro de su hueso. Además, R. Guénon nos revela lo siguiente, según unas informaciones extraídas de la Enciclopedia Judaica que religan las simbólicas que acabamos de mencionar:

Cerca de Luz existe, se dice, cierto almendro (también llamado luz en hebreo) en cuya base se encuentra un hueco desde el cual se accede a un subterráneo; y tal subterráneo conduce a esa misma y completamente oculta ciudad (4).

Pero, ¿hay que tomarse al pie de la letra la localización de Luz según los pocos pasajes de la Biblia que la citan o es más bien el sentido simbólico el que interesa escrutar principalmente? ¿Y cómo es que poco o nada más se explica de Luz en las fuentes oficiales siendo entonces necesario recurrir a otros canales más escondidos para seguirle la pista? Pero veamos el tercer momento en el que la Biblia la menciona:

También la casa de José subió a Betel: Yahveh estuvo con ella. La casa de José hizo una exploración por Betel. Antes la ciudad se llamaba Luz. Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: “Indícanos la entrada de la ciudad y te lo agradeceremos”. Él les enseñó la entrada de la ciudad: la pasaron a cuchillo, y dejaron libre a aquel hombre con toda su familia. El hombre se fue al país de los hititas y construyó una ciudad, a la que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha (5).

Extraños son los senderos por los que la Tradición Primordial y el centro sagrado que la conserva en el Kali Yuga –el Agartha o Luz para la Cábala– se perpetúan en el tiempo y se exteriorizan en diversas localizaciones, siendo sin embargo idéntica su simbólica. No deja de sorprender que en este caso recién citado sea el propio traidor de Luz el único que se salve de la masacre, y que justamente él y su familia refunden la ciudad en otro lugar, aunque también puede verse en este personaje a un integrante del Agartha custodio de la tradición que no se la guarda para sí, sino que la revela a quien se la pide. En todo caso, ya se trate de uno u otro, el gesto que realizan es el de levantar un mundo nuevo conforme a los lineamientos emanados del Principio Supremo legislador del Agartha –el Rey del Mundo o el Manu según ya hemos visto–, lo que da idea, ante todo, de que el Agartha es ubicuo, siendo sus manifestaciones aquí y allí los símbolos de la idea del Centro del Mundo alojado en verdad más allá de las coordenadas espacio-temporales, en el u-topos. De ahí su presencia eterna, reconocible y accesible para toda la humanidad –cual la montaña, en el inicio del ciclo cósmico– o bien oculto en lo más recóndito de la caverna al final de los tiempos, donde muy pocos llegan a identificarse con él pero en todo caso, siempre ubicado sobre el mismo eje que atraviesa la montaña polar.

(Continuará)

Notas:
1. Betel en hebreo significa la “Casa de Dios” y el texto nos dice también que es la puerta del cielo. Si atendemos a la etimología de cielo en diversas lenguas, en todas ellas significa “‘lo que cubre’ o ‘lo que esconde’, pero también ‘lo que está escondido’, y este último sentido es doble: se trata de lo que se esconde a los sentidos, el ámbito suprasensible; y es también, en los períodos de ocultación o de oscurecimiento, la tradición que deja de manifestarse de manera exterior y abierta, transformándose entonces el ‘mundo celestial’ en ‘mundo subterráneo’”. René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003.
2. Biblia de Jerusalén. Gen XXXV, 6-7. Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.
3. René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 2003.
4. Ibid.
5. Biblia de Jerusalén. Ju I, 22-26, op. cit.

Imagen:
1. Bartolomé Esteban Murillo. El Sueño de Jacob, 1660-1665, Museo del Hermitage, San Petersburgo.

Colección Aleteo de Mercurio 10.
La Cábala en el Corazón.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2025.



viernes, 6 de junio de 2025

5. Himnos Cabalísticos

A Luzbel

Al brillante, al de la luz más pura,
al que luce el tercer ojo diamantino
conocedor del sentido de eternidad;
el que se sacrifica y abandona el estado de unidad
atraído por la fuerza de la gravedad,
arrastrando tras de sí una multitud de ángeles.
A ti, Luzbel, entono este himno.
Tú que acarreas la pesada carga de un ciclo completo,
y en tu caída derramas chispas en los cuatro mundos,
manteniendo vivo el recuerdo del paraíso.
Tú que promueves las uniones de toda tu milicia
con las bellas hijas de los hombres,
asegurando así los maridajes del cielo y de la tierra,
y haciendo que una gota de luz se geste en cada vientre.

Tú que has descendido hasta el polo inverso del universo adoptando el nombre de Sandonfón,
muéstrate ahora con la plenitud de tu esplendor a tus iniciados,
fulmina todos sus errores y desviaciones,
y al resucitarlos de la muerte que los mata,
deposita en sus manos la copa que contiene el elixir de larga vida.
Tallada por los ángeles de la esmeralda desprendida de tu frente,
ha viajado a través del tiempo cayendo poco a poco en el olvido
hasta quedar oculta, casi perdida...

Pero no, no, no,
triple negación de todo lo que te niega.
El sagrado cáliz contiene todavía la esencia de la doctrina intacta.
Cantamos bien alto que hemos oído la voz de una sabiduría imperecedera,
que nos han transmitido una enseñanza indestructible,
que nos han instruido con libros veraces,
y guiados por esta luz, que es tu luz,
vamos remontando cumbres hasta la fuente original.
Tu nombre, Luzbel, contiene la partícula indestructible
que alojada en la raíz de la columna, resucitará en el último instante
a todos los seres devolviéndolos al punto inmutable, origen del universo.

¡Haz que nos mantengamos firmes en la realización de lo que somos!
Otórganos el don de la clarividencia
y acepta nuestro gesto de entrega y lucha para que al cerrar este ciclo cósmico
no quede ni una sola semilla por retornar a la matriz.
Que una vez restituido tu tercer ojo,
cese todo trabajo y movimiento y el brillo de tu esplendor
abra una estrecha brecha hacia la más que luminosa Oscuridad de la esencia.





Imagen:
1. Luzbel.

Colección Aleteo de Mercurio 6.
Himnos del Agartha.
Ateneo del Agartha.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.