lunes, 20 de enero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 8. La Magia en la época Isabelina

Toda magia es la revelación de una clase de espíritu cuya ciencia propia es esta magia. Así las nueve Musas incitaron a Hesíodo a la magia novenaria como cuenta él mismo en la Teogonía; así el genio Ulises inició a Homero como lo prueba su Psigiogagie; Hermes fue instruido por el espíritu del alma de las alturas; Moisés por el mismo Dios en la zarza ardiente; los tres Magos que vinieron a Jerusalén a buscar a Cristo, por el ángel del Señor que los conducía; Daniel por los ángeles del Señor (1).

Entidades que de pronto se dan a conocer y nos iluminan por cualquier modo o método que sea, produciéndose rupturas de nivel y aperturas a otros estados de la conciencia: escenarios propicios para la revelación, con la corte divina brillando entre bambalinas, como en el caso de El sueño de una noche de verano. Obra mágica con una atmósfera amable y sobre todo muy misteriosa, en la que se observan cuatro niveles o categorías jerárquicas de personajes: emanados del abismo insondable, surgen los espíritus y genios intermediarios encabezados por Titania y Oberón, energías invisibles y profundas que se oponen y complementan como la noche y el día. Análoga reciprocidad encontramos entre Teseo e Hipólita, personajes mitológicos ampliamente celebrados por su linaje y hazañas memorables, que en la obra están por desposarse tras un cortejo por la espada. Lucha de Amor igualmente reflejada entre un par de caballeros y otras tantas damas, a merced de los manejos de un genio travieso y enredador a las órdenes de Oberón. Al mismo tiempo, un grupo de artesanos ensaya en el bosque una representación teatral, que aspira a formar parte del programa de actos de las bodas reales entre Teseo e Hipólita. Pero el genio, haciendo de las suyas, transfigurará a uno de los actores sustituyendo su cabeza por la de un asno, momento en que Titania, bajo un hechizo ordenado por su esposo, caerá rendida de amor hacia semejante fenómeno, que tiene capacidad para oír, ver y hablar con los espíritus sutiles.


Nos preguntamos si tales facultades recién adquiridas, no estarán señalando un estado cercano a un alto grado de Conocimiento que Nicolás de Cusa denominara “docta ignorancia”, lo que no supondría contradicción con su aspecto físico, pese a que también representa los más bajos instintos. No olvidemos que los extremos se tocan.

Finalmente, la Armonía será restaurada en el momento en que se reconcilian el rey y la reina de las Hadas.


Restituido el orden y la concordia, el grupo de artesanos representará una obra llena de paradójicas ocurrencias, que juega a conjugar los opuestos de modo cómico y grotesco.

(Continuará)

Nota:
1. Cornelio Agrippa. La Magia de Arbatel. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987.

Imágenes:
1. Edwin Landseer. Escena de El sueño de una noche de verano, con Titania y Bottom convertido en asno, frente a Puck y junto a otras entidades misteriosas y criaturas del bosque, 1848.
2. Titania y Oberón. Escena de El sueño de una noche de verano dirigida por Max Reindhart en 1935.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.



lunes, 6 de enero de 2025

El Teatro en el Renacimiento. 7. La Magia en la época Isabelina

Desde luego se ha de decir que el surtido es de una riqueza y amplitud desbordantes, no importa la obra que se escoja del repertorio, en todas está patente la simbólica Universal en sus variadas vertientes alquímica, hermética, cabalística, neoplatónica, y por supuesto, mágica.

Además de las virtudes de las palabras y los nombres, existe una virtud más grande en los Discursos seguidos, que proviene de la verdad que contienen y tiene grandísimo efecto para imprimir, cambiar, ligar y establecer; de tal modo que, oscurecida, destella, y ataca, se afirma y consolida; esa virtud de la verdad no se halla en las palabras simples sino en las enunciaciones por las que se afirma, o se niega alguna cosa; así son los poemas, los encantamientos, las imprecaciones, las plegarias, las oraciones, las invocaciones, los conjuros, las abjuraciones, los exorcismos y otras cosas semejantes. Para componer poemas y oraciones que atraigan la virtud de una estrella o divinidad hay que considerar las virtudes que aquella contiene, sus efectos y operaciones, y mezclar en estos versos, alabando, magnificando, elevando, adornando, las cosas que esa estrella tiene por costumbre dar o influir, rebajando o desaprobando lo que ella destruye e impide; suplicando lo que se desea tener, vituperando y detestando lo que se quiere destruir o impedir, y preparar de ese modo una oración bien compuesta, pulida, elegante, bien distinguida por artículos, con ciertos números competentes y proporciones convenientes. Los magos quieren, además, que se invoque y ruegue por los nombres de esa estrella y de esa divinidad a las cuales cuadra esa clase de poema, por sus efectos admirables, o sus milagros y sus vías en su esfera; por su luz, por la nobleza de su reino, por su aprobación y por su claridad; por sus potencias, virtudes y por cosas semejantes. (...) Los magos quieren, además de la invocación por diferentes nombres de estrellas, que invoquemos también por los nombres de las inteligencias que presiden estas estrellas (1).

A esto ni más ni menos apunta Próspero, el duque legítimo de Milán y habitante de la Utopía, quien de acuerdo a como lo indica Agrippa, recibe “mensajes de los ángeles de Dios y servicios perfectos de los espíritus existentes de la Naturaleza tal como no los puede desear ningún humano” (2), además utiliza los númenes que le han sido “atribuidos como servidores, sin temeridad ni presunción, con el debido respeto al Señor de los espíritus” (3). Lo contrario de la bruja Sycorax y su hijo Caliban, personajes que encarnan al Adversario y su tendencia a obstaculizar el acceso al Conocimiento, la Verdad y la Vida, sin olvidar que se trata de un elemento antagonista necesario en el desarrollo del drama, aunque como dicen las Escrituras, más les valdría no haber nacido.


En cuanto a Próspero, lo vemos capaz de convocar una mascarada de divinidades que santifique un enlace de amor verdadero entre su hija y el príncipe heredero de la corona, de manera que según dispone el mago, aparecen Iris, Ceres y Juno, gracias a la intervención de su genio Ariel, que tanto nos recuerda a cierta entidad antiquísima, unánimemente celebrada por sus inmensas facultades para tramitar la correspondencia entre los hombres y los dioses celestes e infernales. En el caso de la escena que comentamos, un trío de Inteligencias acude al llamado para bendecir una alianza que promete ser fecunda.

Teniendo en cuenta que la obra se representó como parte del programa de celebraciones por las bodas entre Isabel Estuardo y Federico V, no cuesta mucho entrever la intención de esta puesta en escena con respecto a la realidad del momento. El hecho es que la obra va más allá de ser una afinada recreación metafórica de la sagrada unión que se representa como regalo de bodas. El autor conoce los secretos del oficio, al igual que Próspero y nuestro actor invitado, Cornelio Agrippa (anteriormente citado), que pisa el escenario de la vida un siglo atrás.


(Continuará)

Notas:
1. Cornelio Agrippa. Filosofía Oculta, Ed. Kier, Madrid, 2004.
2. Cornelio Agrippa. La Magia de Arbatel. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987.
3. Ibid.

Imágenes:
1. Gustavo Doré. Sycorax.
2. Fyodor Paramonov como Caliban. Maly Theatre, Moscú, 1905.
3. Escena de La tempestad con Próspero invocando a Juno, Ceres e Iris ante Miranda y Fernando, detalle. Grabado por Robert Thew según la pintura de Joseph Wright, 1800.

Colección Aleteo de Mercurio 8.
Teatro Sagrado. El juego mágico de la memoria o el arte de percibir la teatralidad de la vida.
Carlos Alcolea.
Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021.